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Predeterminado [Infidelidad] Primeras Infidelidades de Casada Calificación: de 5,00

Los mejores licores
Después de consultarlo, he decidido hacer algunas confesiones que tal vez den pistas a algunos de mis lectores sobre quién escribe bajo este seudónimo. Es un riesgo el corro, estoy consciente de ello, pero me gusta tentar a la suerte. El peligro me excita. Espero los disfruten y si me reconocen, ya saben a dónde pueden contactarme; pero sean discretos, eh.
Algo que no les he contado –y con lo que comienzo estas confesiones- es que soy divorciada. Me casé al terminar la universidad; el matrimonio duró tan sólo un par de años. Mi esposo se llamaba Miguel; es alto, moreno, fornido, guapo, no muy sociable –ese fue uno de los problemas que tuvimos- y muy trabajador, tal ves demasiado, como verán. Desde el noviazgo fuimos muy fogozos. Fajábamos, nos manoseábamos o cogíamos cada que teníamos oportunidad. Cuando nos casamos no fue la excepción por supuesto; estuvimos un mes sin que Miguel entrara a trabajar, le habían ofrecido un buen puesto pero un mes –tal vez un par de semanas más- después de nuestra boda. Afortunadamente no nos faltaba dinero, aunque no éramos ricos ni mucho menos, así que pasamos todos ese tiempo de "luna de miel". Me gustaba provocarlo, así que andaba en la casa a medio vestir, con shorts pequeñitos, minifaldas o en panties y una playerita; muy pocas veces se resistía a mis insinuaciones y follábamos tres y hasta cuatro veces al día. Me mal acostumbró. Siempre me ha fascinado el sexo y estar tan bien atendida diario me tenía encantada.
El sexo era muy pasional, siempre lo fue con Miguel, pero a partir de que nos casamos en ocasiones era violento, un poco no mucho, y poco a poco le agarré el gusto. Al principio me asustó un poco, porque que lo haga algún amigo especial una noche desenfrenada está bien, pero tu esposo…temía que se convirtiera en otro tipo de agresiones. Pero no pasó así, me di cuenta que simplemente le excitaba cogerme fuerte. Me arrancaba la ropa, forcejeábamos y me decía algunas cosas como "así te gusta?" "te encanta que te la metan duro, verdad?" y me bombeaba con fuerza. A mi también me excitaba todo eso.
En fin, así fueron los primeros meses, pero al cabo de un par de meses ya trabajando Miguel y yo de ama de casa –entré a trabajar casi un año después de casarme- empezaba a extrañar aquellas cogilonas…tres veces, cuatro…extrañaba poco a poco también el sentirme deseada por los chavos de la universidad, por los profesores. Eran eternas aquellas horas en casa. Por supuesto que salía, pero extrañaba todo aquello. Hacía ejercicio en casa –siempre me ha gustado mantenerme en forma- pero decidí ir a un gimnasio que estaba a la vuelta de mi casa. Quería estar con más gente, hacer más ejercicio y por qué no, sentir la mirada de los hombres en mis nalgas, mis tetas. Ver cómo fantasean con mi cuerpo…provocarlos. Las primeras semanas me portaba un poco distante de los instructores y de los hombres en general; no escondía el hecho de que estuviera casada. En realidad eso interesó más a la gran mayoría de ellos. Por supuesto que no era la única mujer casada que iba al gym, había varias y muy guapas. La verdad me sentí un poco celosa. Fue precisamente con ellas con quienes me relacioné desde un principio; qué comentarios hacían, a quién recomendaban, con quien ni acercarse, en fin, lo que las mujeres comentamos en esos lugares…y en otros. La mayoría de los instructores eran jóvenes ligeramente mayores que yo en aquel momento, es decir como de 25 años, aunque había dos que andaban por los 40. Un par eran realmente guapos, los demás no mucho, pero estaban muy ricos.
Ya a la tercer semana comencé a tomar más confianza, ser menos cortante y hasta bromear con los instructores y otros chavos del gym. Algunos no tardaron mucho en insinuarse con algunos cumplidos, secretitos poniendo su mano en mi cintura, cadera o un poquito más abajo, ofreciéndose llevarme a casa –pero se desanimaban cuando les decía "Ay, qué lindo gracias, pero vivo aquí a la vuelta". Yo estaba feliz, había logrado lo que quería; la atención de los hombres, sentirme deseada.
No en pocas ocasiones llegaba a casa después del gym y me masturbaba antes de bañarme o en la tina, pero al poco tiempo eso ya no era suficiente. Fue una época además en que Miguel llegaba más tarde que de costumbre y algo cansado, así que nuestras sesiones de sexo se limitaban a dos o tres veces por semana y en fin de semana. Para mi no era suficiente, él me había acostumbrado a mucho más, yo lo necesitaba y él no estaba. Necesitaba no hacer el amor, sino coger, que me cogieran sólo por deseo, lujuria. Así que decidí satisfacer mis necesidades, de novia fui infiel por cabrona, ahora de casada, por necesidad. Si él no me atendía habría quienes sí lo harían.
Pude haber acudido a antiguos novios o profesores de la universidad, pero quería probar cosas nuevas y decidí que sería uno de los instructores; ya sabía quién. Eduardo era uno de los más guapos y de mejor cuerpo; una de las chavas del gym –Araceli, casada- me había dicho que se lo había tirado y lo hacía delicioso. Tenía fama en el gym de ser un golfo, así que no sería difícil encamarlo. Tenía que pensar en una excusa para llevarlo a la casa y recordé que en algún momento me había ofrecido conectar o arreglar ******os de sonido o de plomería, así que esa excusa utilizaría.
Ese día Miguel se había ido a trabajar un poco tarde y poco después de que salió me puse una tanga blanca, mi conjunto deportivo de lycra blanca y me fui al gym. Hice ejercicio como de costumbre y en uno de mis descansos le comenté a Lalo que me iría un poco temprano porque no servía la regadera de mi casa y tendría que llamar un plomero para que la revisara. Él, por supuesto, se ofreció a revisarla.
- Ay, no cómo crees, Lalo.
- ¿Por qué no? Ya te había dicho que le sé a esas cosas y de ******os eléctricos, ¿no te acuerdas?
- Pues sí, pero cómo crees. No qué pena.
- No te preocupes, para veas que damos buen servicios a nuestros socios en este gym.
- Jajajaja, no pues eso sí. Pero no le digas a nadie, si no qué van a pensar.
- No te preocupes, Teté. Si quieres me voy antes y te veo en los comercios de la esquina.
- Bueno. Qué lindo muchas gracias.
Así le hicimos. Nos encontramos en unos locales comerciales que hay entre el gym y mi casa. Estaba nerviosa pero excitada a la vez. Estaba a punto de serle infiel a mi marido por primera vez. ¿Y si alguien nos veía entrar a mi departamento? ¿Y si Lalo no se aventaba a hacer el primer movimiento, lo haría yo? Hubo cierto coqueteo, pero él sabía que yo era casada y fui cortante al principio. Estaba a punto de averiguarlo. Mientras caminábamos a mi casa movía las caderas un poco más de la cuenta. Hice lo mismo al subir las escaleras de mi edificio, subí delante de él y exageraba un poco el vaivén para motivarlo un poco. Sentía su mirada clavada en mis nalgas; eso me excitó delicioso, sentía mi corazón saltar del pecho. Me sentía como una adolescente a punto de fajar por primera vez. Entramos al departamento, dejé mi pequeña mochila en la sala, fui a la cocina para sacar algo de beber del refri, me incliné para otorgarle una buena vista de mis nalgas y mientras bebía un poco de gatorade, Lalo llegó por detrás me acarició los hombros masajeándolos y bajó sus manos por mi torso hasta la cadera.
No, ¿qué haces, Lalo?
Estás riquísima, Tere –me agarraba con fuerza la cadera, pasó sus dedos pulgares por mis nalgas y los demás por el frente cerca de donde comenzaba mi tanga. Yo estaba ardiendo.
No, Lalo, no sigas.
¡Qué nalgas tienes! Desde que llegaste te me has antojado, Tere.
Lalo, estoy casada. Mira mejor le paramos –en ese momento me embarró su bulto en las nalgas; era enorme y estaba durísimo; me moría por saborearlo, por sentirlo adentro- Mm..
¿Te gusta lo que sientes?
Pero si venías a arreglar la bañera…no sigas, por favor –sonrió.
¿Qué chingaos voy a saber de plomería, Tere? Además seguro que no tiene nada tu regadera, tú lo que quieres es una buena cogida. Igual que las otras viejas del gym. Si nada más a eso van, a ligarse un güey para que se las coja mientras su maridito está chambeando –estaba calientísima.
No, Lalo…por favor no sigas –él seguía masajeándome las nalgas, las tetas y embarrando su palo en mis nalgas. Entonces mientras una de sus manos estaba en mis tetas, la otra bajó hasta mi entrepierna.
Estás empapada, Tere, quieres verga, ¿verdad?
No, Lalo…mm…por favor, no quiero ser infiel…no, por…favor…-metió su mano debajo de blusa deportiva y empezó a pellizcarme los pezones, mientras hacía movimientos hacia arriba y hacia abajo con su cadera, tallándome su palo en las nalgas.
Ssshhhh…déjate llevar, chiquita, nos vamos a divertir. Deja que tu maridito trabaje mientras nosotros cogemos –me masturbaba encima de las lycras y me excitaba cada vez más; fue delicioso. Me susurraba al oído y me lamía el cuello, lo mordisqueaba, también las orejas, finalmente me besó. El frío del refrigerador y el calor que sentía en el cuerpo era delicioso. En la misma posición –yo frente al refri abierto y él detrás de mi- metió la mano debajo de mis lycras para masturbarme, dedearme…lo hizo de maravilla- Qué rica panochita tienes, suave, rasuradita; se ve que eres una vieja bien caliente, Teresita. Te la voy a chupar, te la voy a lamer, te voy a mamar esa cuquita tan rica tienes…
Síguele, Lalo…síguele…síguele…me voy a venir…qué rico…
Luego te la voy a meter, te voy a coger delicioso, Tere. Vas a sentir mi verga hasta la garganta, chiquita. Te la voy a meter como nunca te han cogido, Tere.

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