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Antiguo 19-09-2011 , 09:54:13   #118
esquimala
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Predeterminado Respuesta: Las aventuras de Bella

Bajad las manos y abrid los labios del sexo. Quiero comprobar vuestros atributos.
Un intenso rubor quemó el rostro de Bella, que se quedó mirando al oficial sin moverse.
En aque llos instantes su corazón latía a toda velocidad. Al momento el capitán se puso
en pie, cogió a Bella por las muñecas y la levantó brutalmente para dejarla sentada sobre
la mesa de madera. Do bló a la princesa hacia atrás apretándole las muñe cas contra la
columna vertebral y la obligó a sepa rar de nuevo las piernas, esta vez con la rodilla,
mientras la observaba fijamente.
Bella no se acobardó y en vez de apartar la vista se quedó mirándolo directamente a la
cara. Al mis mo tiempo sintió que los dedos enguantados ejecu taban la orden que había
recibido momentos antes y separaban ampliamente los labios vaginales. A continuación
el capitán procedió a estudiarla.
La princesa forcejeó, se retorció e intentó za farse desesperadamente, pero los dedos la
abrían como si fueran una palanca que se clavaba con fuerza en su clítoris.
Sintió el rubor que le abrasaba el rostro y sacudió las caderas resistiéndose
abiertamente. Sin embargo, bajo la envoltura de cuero de los guan tes, su clítoris se
endureció y aumentó de tamaño. Estaba apunto de reventar bajo la presión del ín dice y
el pulgar del capitán.
Bella jadeaba y tuvo que apartar la cara. Cuando oyó que él se desabrochaba los
pantalones y sintió la dura punta de su verga que le rozaba el muslo, gimió y levantó las
caderas en un gesto de ofrecimiento.
Seguidamente, el enorme miembro empezó a penetrar su sexo. La llenaba tan
plenamente que sentía el caliente y húmedo vello púbico del capi tán tapando
herméticamente su vagina, mientras la izaba cogiéndola por las doloridas nalgas.
Cuando él la levantó de la mesa, Bella le rodeó el cuello con los brazos, se apoyó en su
cintura con las piernas. El capitán se ayudaba de las ma nos para desplazarla por su
órgano desgarrador, levantándola y bajándola siguiendo toda la longi tud de su miembro
mientras la princesa emitía unos gritos sofocados. La manejaba cada vez con más vigor
aunque ella no se daba cuenta de que le mecía la cabeza con la mano derecha, le había
vuelto la cara hacia arriba y le había metido la len gua en la boca. Bella sentía
únicamente las estremecedoras explosiones de placer que la inunda ban y luego su
propia boca que se atenazaba a la de su agresor, su cuerpo tenso e ingrávido que él
levantaba y volvía a bajar, levantaba y volvía a bajar, hasta que experimentó con un
fuerte grito, un grito desmesurado, el demoledor orgasmo final.
Pero aquello no cesaba. La boca del capitán le succionó el grito, sin soltarla, y cuando la
princesa pensó que la agonía llegaba a su fin, él vertió su propio clímax en su interior.
Bella oyó el gruñido que surgió desde lo profundo de la garganta de su captor cuando
paralizó las caderas para adoptar luego un frenético ritmo de movimientos rápidos y
bruscos.
La habitación se sumió en un repentino silen cio mientras el capitán la acunaba. Su
miembro continuaba en el interior de ella, produciéndole espasmos ocasionales que la
obligaban a gemir quedamente.
Luego sintió que se quedaba vacía por dentro.
Intentó protestar de algún modo silencioso pero él continuó besándola.
Se encontró otra vez de pie. El capitán le había vuelto a colocar las manos en la nuca y
le había se parado las piernas con un suave empujón de la bota. Pese a todo aquel dulce
agotamiento, Bella siguió de pie. Miraba fijamente hacia delante, pero no veía más que
un borrón de luz.
Y bien, ahora tendremos una pequeña de mostración, como había solicitado dijo él, que
volvió a besar la boca de Bella, la abrió y recorrió el interior del labio con la lengua. La
joven lo miró directamente a los ojos, no veía nada aparte de aquellos ojos que la
observaban. «Capitán», pen só aquella palabra. Luego vio la maraña de pelo rubio sobre
la frente bronceada y marcada por profundas líneas. Pero él había retrocedido y la había
dejado allí en medio, de pie.

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