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Antiguo 19-09-2011 , 09:53:42   #117
esquimala
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Predeterminado Respuesta: Las aventuras de Bella

¡Jamás! respondió Bella con voz entre cortada.
Bueno, démonos prisa. El capitán está espe rando.
La imagen de lady Juliana desnuda junto a Ro ger fulguró brillante en la mente de Bella.
¡Cómo le gustaría colocar a lady Juliana sobre sus rodillas, aunque sólo fuera por una
vez! Sintió una intensa agitación entre las piernas. Pero ¿qué estaba pensando? La
simple mención del capitán le pro vocó una debilidad instantánea. Bella no tenía
ninguna pala en las manos, ni nadie a su merced. Era una esclava desnuda y díscola,
apunto de ser enviada ante un soldado bregado que sentía una evidente debilidad por los
rebeldes. Al imaginarse el apuesto rostro bronceado por el sol y los profundos ojos
centelleantes del oficial, pensó: «Si de verdad soy una muchacha tan mala, entonces ac
tuaré como tal.»
EL CAPITÁN DE LA GUARDIA
La señora Lockley había salido por la puerta.
Desató las manos de Bella y le secó el pelo con ru deza. Después de atarle las muñecas
detrás de la espalda, la obligó a entrar en la posada y subir por una estrecha y curva
escalera de madera que ascendía desde detrás del hogar. Bella hubiera sentido el calor
de la chimenea a través del muro mientras subía al piso de arriba si no la hubieran
obligado a marchar con tanta rapidez.
La señora Lockley abrió una pequeña puerta de roble y forzó a Bella a arrodillarse al
entrar en la habitación. La empujó con tal ímpetu que la princesa tuvo que estirar los
brazos para no caer de bruces.
Aquí está, mi apuesto capitán anunció la mujer.
Bella oyó el sonido de la puerta que se cerraba a su espalda. Se había arrodillado sin
estar aún segura de lo que la mesonera quería de ella. Su cora zón se aceleró al ver las
familiares botas de piel de becerro, el resplandor del pequeño fuego encendido en el
hogar y la gran cama artesonada de made ra bajo un techo inclinado. El capitán estaba
sen tado en un pesado sillón, junto a una larga mesa de madera oscura.
Pero, aunque Bella esperaba, él no le dio ninguna orden sino que se limitó a recoger su
larga melena con la mano y a levantarla por el pelo, lo que la obligó a gatear un poco
hacia delante y arrodillarse luego ante él. Se quedó mirándolo asombrada. Volvió a
contemplar el rostro desca radamente apuesto, el abundante cabello rubio del que con
toda seguridad él se vanagloriaba, y los ojos verdes hundidos en la bronceada piel, que
respondieron a la mirada de la princesa con igual intensidad.
Una terrible debilidad se apoderó de Bella.
Algo en su interior, una mansedumbre que pare cía crecer, que infectaba todo su
corazón y espíritu, se ablandó completamente. La joven se opuso de inmediato a aquella
extraña reacción, pero parecía que empezaba a entender algo...
El capitán puso a Bella de pie sujetándola por la melena que aún tenía enrollada en la
mano iz quierda. Elevándose sobre ella, le separó las piernas de una patada.
Ahora vais a mostraros a mí dijo sin el menor atisbo de sonrisa. Antes de que Bella
tuvie ra tiempo de pensar qué iba a pasar, el capitán le soltó la cabellera y la princesa se
encontró en medio de la habitación, desatada y humillada.
El capitán se hundió de nuevo en la silla, totalmente confiado en que la joven
obedecería sus órdenes. El corazón de Bella palpitaba con tal fuerza que se preguntó si
su captor alcanzaría a oír los latidos.

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