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Antiguo 17-08-2011 , 09:41:35   #25
esquimala
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Predeterminado Respuesta: Las aventuras de Bella

Que pena no haberme conectado el fin de semana. Aquí les dejo dos capítulos!!!!!!
LA ALCOBA DEL PRÍNCIPE



Cuando despertaron a Bella ésta se sintió aterrorizada.
Estaba oscureciendo. El festín se había acabado. Los nobles y damas que todavía permanecían allí eran muy bulliciosos y se movían desenfrenadamente en el frenesí de la tarde. Pero a ella la estaban desatando y no sabía lo que le pasaría a continuación.
En el transcurso del banquete, otros esclavos habían sido azotados ruidosamente, y la impresión final era que no hacía falta cometer ninguna falta, sino que bastaba sencillamente con la decisión de un noble o una dama para recibir una buena tanda de palazos, petición que era otorgada por la reina. Entonces el desafortunado era empujado sobre la rodilla del paje, con la cabeza inclinada y los pies colgando sobre el suelo, y la pala caía sobre él.
En dos ocasiones los castigos recayeron sobre muchachas. Una de ellas había estallado en sollozos mudos. Pero en sus maneras había algo que a Bella le indujo a sospechar. Después de que la zurráran, se escabulló con demasiada prisa hasta los pies de la reina. Bella abrigó la esperanza de que la siguieran azotando hasta que los sollozos fueran reales, así como todas sus escapadas, y se sorprendió deleitándose vagamente cuando la reina ordenó una nueva tanda de azotes.


En aquel instante, cuando la despertaban, pensó en todo esto como en un sueño; sintió un intenso temor y experimentó también una cierta sensación de drama.
¿La enviarían a algún lugar con todos esos esclavos? ¿O se la llevaría el príncipe con él?
Todavía estaba aturdida por la confusión cuando se dio cuenta de que el príncipe se había levantado y ordenado al lord de ojos grises que llevara a Bella junto a él.
La princesa estaba desatada y su cuerpo entumecido. El noble asía una de esas palas de oro, la probaba en su palma y, sin darle tiempo a estirar los músculos doloridos, le ordenó a Bella que se arrodillara y se echara hacia delante.
Cuando ella vaciló, le repitió la orden tajantemente, aunque no la golpeó.
Ella se apresuró a alcanzar al príncipe, que acababa de llegar a la escalera, y lo siguió escaleras arriba y a lo largo de un pasillo.
—Bella —él se apartó a un lado—, ¡abrid las puertas!
Incorporándose sobre sus rodillas, la princesa las abrió sin demora y las empujó para que pasara el príncipe, a quien siguió al interior de la alcoba.
En la chimenea ardía ya un vivo fuego. Las cortinas de las ventanas estaban corridas; habían deshecho la cama y Bella temblaba de excitación. —Mi príncipe, ¿debo empezar con su aprendizaje de inmediato? —preguntó lord Gregory.
—No, milord, los primeros días me encargaré personalmente de ello, posiblemente durante más tiempo —dijo el príncipe—, aunque, por supuesto, cada vez que surja la ocasión, podéis instruirla, enseñarle modales, las reglas generales que corresponden a todos los esclavos, y así sucesivamente. No baja la mirada como es debido, aunque sin duda ya lo habréis comprobado; es tan inquisitiva... —y al decir esto sonrió, aunque Bella bajó la vista de inmediato, a pesar de lo mucho que quería ver.
La princesa se arrodilló obedientemente, contenta de que el cabello la ocultara parcialmente, y luego se detuvo a pensar en aquello: no estaba aprendiendo mucho, si era eso lo que quería.
Se preguntó si el príncipe Alexi habría sentido vergüenza por su desnudez. Poseía unos grandes ojos marrones y una boca muy hermosa, pero era demasiado delgado para parecer angelical. Se preguntó dónde estaría él en aquel momento. ¿Lo estarían castigando otra vez por su torpeza?
—Muy bien, alteza —dijo el lord—, pero creo que comprendéis que la firmeza en los inicios es un favor para el esclavo, especialmente cuando se trata de una princesa tan orgullosa y consentida. Bella se sonrojó al oír esto. El príncipe soltó una risa serena y amortiguada.
—Mi Bella se parece mucho a una moneda sin acuñar —repuso el príncipe—, quiero abarcar la totalidad de su carácter. Será todo un placer instruirla. Me pregunto si vos mismo prestáis tanta atención a sus faltas como yo.
—¿Alteza? —lord Gregory pareció ponerse levemente rígido.
—Hoy, en el gran salón, no habéis sido tan estricto con ella para evitar que se regalara la vista con el joven príncipe Alexi. Más bien creo que disfrutó de su castigo tanto como sus amos y amas.
Bella se ruborizó intensamente. Ni siquiera había imaginado que el príncipe la hubiera sorprendido en esto.
—Alteza, sólo estaba aprendiendo lo que se espera de ella, o al menos eso pensé... —el noble respondió con gran humildad—. Fui yo quien dirigió su atención a los otros esclavos para que pudiera beneficiarse de su obediente ejemplo.
—Ah, bien —respondió el príncipe en tono cansado pero conforme—, quizá se trate únicamente de que estoy demasiado enamorado de ella. Al fin y al cabo, no me la enviaron como tributo, la gané yo mismo, la reclamé para mí, y parece ser que estoy demasiado celoso. Quizá busco algún motivo para castigarla. Podéis marcharos. Volved mañana a por ella, si así lo deseáis, y ya veremos qué pasa.
Lord Gregory, obviamente preocupado por la posibilidad de haberse equivocado, salió de la estancia a toda prisa.
Bella se quedó a solas con el príncipe, que estaba sentado junto al fuego en silencio, mirándola. Ella estaba muy turbada; era consciente de su sonrojo, como siempre, y de que sus pechos palpitaban. De pronto, se adelantó apresuradamente y posó sus labios sobre la bota del príncipe, que se movió como si recibiera el beso de modo aparentemente favorable: cada vez que ella la besaba repetidamente, la bota se levantaba un poco.

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