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Antiguo 05-08-2011 , 09:04:45   #10
esquimala
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Predeterminado Respuesta: Las aventuras de Bella

Finalmente el propio príncipe salió de la posada dispuesto a partir y, al ver que la multitud seguía observando a la princesa tan atenta como antes, bajó la cuerda y, sujetándola por encima de la cabeza de Bella como si fuera una traílla, la obligó a darse la vuelta. Parecía que le divertían los gestos de reconocimiento del gentío y los agradecimientos y reverencias que le dedicaban; se mostró muy gentil en su generosidad:
—Levantad la barbilla, Bella. No debería ser yo quien finalmente os la levante —le increpó frunciendo deliberadamente el entrecejo como muestra de decepción.
Bella obedeció. Tenía una cara tan roja que las cejas y las pestañas lanzaban destellos dorados al sol; el príncipe la besó.
—Venid aquí, viejo —dijo el príncipe al anciano remendón—. ¿Habéis visto alguna vez una preciosidad como ésta?
—No, alteza —dijo el viejo, que llevaba las mangas remangadas hasta los codos y mostraba unas piernas ligeramente dobladas. Su pelo era gris, pero sus ojos verdes brillaban con un deleite especial, casi nostálgico—. Es una princesa magnífica, alteza, digna de todas las muertes de los que intentaron pretenderla.
—Sí, supongo que sí, y de toda la valentía del príncipe que consiguió llevársela —sonrió él.
Todos se rieron cortésmente, aunque no ocultaban el temor reverente que el príncipe les inspiraba. Miraban atentamente su armadura, su espada, y sobre todo su joven rostro y el pelo negro que le caía hasta los hombros.
El príncipe le dijo al viejo remendón que se acercara un poco más.
—Mirad. Os doy permiso, si lo deseáis, para que palpéis sus tesoros.
El viejo sonrió con agradecimiento, casi inocentemente. Alargó el brazo y, dudando por un momento, tocó los pechos de Bella, quien se estremeció mientras, obviamente, intentaba reprimir un leve grito.
El viejo también le tocó el sexo.
Luego, el príncipe tiró del pequeño lazo obligando a Bella a quedarse de puntillas. Su cuerpo se estiró; parecía ponerse más tenso y al mismo tiempo más hermoso, con las nalgas y los pechos tiesos. Los músculos de sus pantorrillas se estiraron, la mandíbula y la garganta formaron una línea perfecta que descendía hasta su seno cimbreante.
—Eso es todo. Ahora debéis iros —dijo el príncipe.
Los espectadores se retiraron obedientemente aunque continuaron mirándolos mientras el príncipe montaba a caballo, instruía a Bella para que entrelazara sus manos en la nuca y le ordenaba que caminara delante de él.
Bella inició la marcha saliendo del patio de la posada mientras el príncipe guiaba su caballo tras ella.
La gente le abría paso, sin apartar la mirada de su encantador cuerpo vulnerable y apretujándose contra los estrechos muros de la ciudad para poder seguir el espectáculo hasta el límite del bosque.

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