LA PROFE DE MI HIJA
Cuando le asignaron la nueva profesora a mi hija Patricia, nunca pensé que fuera a tener las consecuencias que tuvo sobre mí.
Soy un profesional liberal, de 37 años, felizmente casado y con 3 hijas. Por problemas de la anterior maestra, a la clase de mi hija le fue asignada una nueva; era una mujer de 1,60 de altura, unos 55 kgs., rubia con mechas, bastante guapa, de ojos grandes y negros, un par de tetas que llamaban la atención y un culo bastante apretadito para sus cuarenta y tantos años. Su nombre, Eloísa.
Eloísa estaba casada con un arquitecto y tenía dos hijos, y era una mujer de bastante mal humor, hosca, introvertida, de difícil trato para sus alumnos y los padres de éstos.
Mi hija no dejaba de quejarse del trato que recibían todos; la profe los ridiculizaba, los humillaba, los castigaba en exceso…, lo que me hizo pedir una reunión a la profesora y, después de varios días de espera, por fin me recibió. Iba vestida como una pija en toda regla. Toda su ropa era de marcas conocidas y caras. Llevaba una camisa blanca, abierta en varios botones que dejaba ver claramente el valle que sus tetas formaban. Falda marrón chocolate que realzaba su culo casi perfecto y unos zapatos que me parecieron muy sexys, de gran tacón.
Desde el inicio de la conversación, llena de reproches por mi parte, con mucha tensión, no pude dejar de mirarle las tetas que, por arte de magia, o quizás por saberse observadas, comenzaron a dejar entrever la dureza de unos pezones que trataban de traspasar la camisa y el sujetador de blonda blanca que se transparentaba. La maestra se dio cuenta y empezó a cruzar sus brazos por delante de sus tetas a la vez que se ponía totalmente colorada. Yo continuaba hablando de las cosas que mi hija me había contado, pero sin dejar de intentar ver sus pezones, incluso debajo de sus brazos, como si tratara de apartarlos con la mirada.
Llegado un momento, ella se levantó a por una libreta y un bolígrafo para anotar lo que yo le contaba; aprovechando esto, le estuve mirando el culo con todo el interés del mundo, lo que no tardó en producirme una durísima erección. La profe probaba los bolígrafos apoyada sobre la mesa, ofreciéndome una visión perfecta de su culo, mientras decía “otro que no escribe”. Me acerqué hasta donde ella se encontraba, me puse a su espalda y le ofrecí mi pluma, tratando de rozar mi torso con su espalda y mi polla dura, con su culo. Ahí pude apreciar un aroma a perfume caro, que me volvió loco.
Al notar mi presencia y mi roce, se quedó como helada. No se movía. No decía nada. Todavía hoy no sé cómo hice lo que hice, pero ante ese silencio, ante esa tensión callada, me bajé el pantalón y liberé mi polla. Ella era consciente de lo que estaba haciendo y no dijo nada. Le subí la falda y, sin quitarle las bragas, apartándoselas, le metí la polla sin piedad, adentrando mis 16 cms. de polla gorda en su coñito depilado.
Comencé a bombearla y ella seguía en silencio; sólo jadeaba. Yo le tenía apretados sus pezones con mis manos mientras entraba y salía de ella, ayudado por el ritmo de su culo y los jugos de su coño que lubricaban mi polla. “Qué puta eres, profe; te voy a llenar de leche; dime que eres una puta, dímelo” le decía al oído mientras seguía a lo mío. La idea era humillarla como ella hacía con los niños, haciéndola sentir mal. Finalmente me corrí dentro de ella; no quise sacar mi polla antes de dejarle toda la leche dentro.
Me limpié el rabo en sus bragas, me subí el pantalón y le dije “vamos puta, sigamos con la reunión, no tengo toda la tarde”. Ella me obedeció. Estaba como hipnotizada. Le seguí explicando mis razones de estar enfadado y terminé diciéndole, mirándole a los ojos: “en adelante tendremos una reunión cada semana; te follaré y te irás con toda mi leche dentro a tu casa. Incluso es posible que venga con varios padres más ¿Entendido?” Ella respondió con la cabeza, afirmativamente. Ya casi me iba, y me giré hacia ellay le dije “ah, se me olvidaba, si vuelves a tratar mal a mi hija te dejaré el coño que te parecerá que te ha follado un rinoceronte”