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Predeterminado Una nueva experiencia con mi esposa Calificación: de 5,00

Los mejores licores
Fue algunos lunes atrás, cuando después de un buen risotto de langosta y una botella completa de Cabernet blanco, cosas necesarias para celebrar con mi esposa el día de los enamorados, nos comenzamos a besar mientras estábamos sentados en la cama. Comenzamos con unos besos exquisitos, de esos que se aprende tras llevar unos buenos tiempos juntos. Besos suaves y apasionados, sin apuros ni mayores intenciones que las de besar (por el momento). Besos de esos en los que cada pequeño movimiento de los labios o de la lengua hacen desear no para de besar. Los besos llevaron mis caricias a su cuello y sus manos a mi espalda. Haciéndonos sentir más cerca, juntándonos sin necesidad de estar tan juntos.
Fueron un par de minutos de aquello hasta mis manos comenzaron a recorrer sus muslos por sobre el pantalón y sus manos el borde del mío, haciendo el recorrido de un cinturón inexistente. Los besos continuaban, ya no sólo entre nuestros labios, sino también en su cuello y en el mío. Besos que me llevaron a su pecho, comenzando a besar hasta donde esa blusa morada me permitía. Mientras tanto nuestras manos recorrían más y más, volviéndose más firmes y más desesperadas.
Ello desabrochó mi pantalón lentamente. Primero el botón, luego el cierre. Luego comenzó a acariciarme por encima del boxer… lentamente, suavemente. Yo metí mi mano bajo su blusa en su espalda, mientras con la otra mano desabrochaba sus botones. Cada botón era una pequeña desesperación lanzada por las ganas de ser tocada.
Ya sin su blusa continué por recorrer su sostén con mis labios, besando cada borde mientras mis manos recorrían su entrepierna y su trasero. Suavemente… firmemente. Hasta que mis manos desabrocharon su pantalón ajustado. Un botón, dos botones, tres y su delicado calzón apareció. Transparente por delante y apenas cubriendo por detrás. Mis manos hicieron lo suyo y bajaron su pantalón sin que se diese cuenta. Ella en tanto, terminó de bajar mi pantalón.
Recostados en la cama, uno al lado del otro, sin parar de mirarnos ni de besarnos, recorríamos nuestras espaldas dándonos pequeños momentos de rasguños para oír pequeños gemidos. Hasta que su mano comenzó a bajar mi boxer mientras yo desabrochaba su sostén. Recorrió mi trasero con sus manos suavemente. Yo recorría sus senos grandes, suaves y firmes. Sus manos comenzaban a masajear mis glúteos mientras sonreía pícaramente. Yo me dejaba tocar mientras mi pene comenzaba a crecer más y más con sus caricias y con sus senos ahora en mis labios.
Mi boxer cayó al suelo, su sostén también. Estábamos desnudos, ella en la cama y yo sobre ella, besándola y recorriéndola. Me acerqué a su barriga y comencé a besarla detenidamente, acerándome lentamente a donde más quería. Besé sus muslos y luego sus labios mayores, suavemente, húmedamente. Comencé a besar y lamer de a poco, lento. A ratos daba unas lamidas fuertes y rápidas mientras sentía sus gemidos. A ratos mi lengua entraba en esa vaginita húmeda y deliciosa que yo devoraba sin mayor apuro. Ella tocaba sus senos y yo con mis manos me masturbaba lentamente…
Tras algún tiempo así ella me hizo una seña para acercarme. Quería mi verga en su boca. Humedeció sus senos con su saliva y puso mi verga entre ellos, la punta entraba entre sus labios y salía cada vez más mojada y dura. Ella tomaba mi verga y humedecía con ella sus pezones, para suavizarlos y luego presionarlos con sus dedos. Entonces con mis manos comencé a tocar su clítoris, que estaba duro y sensible a mis pequeños toques. Ella dejó mi verga en su boca y con sus manos acariciaba mis glúteos y los sostenía firmes para dejar entrar toda mi verga en su boca. Respiraba firmemente antes de hacerlo y cuando la tenía dentro comenzaba a mover su lengua en círculos. Entonces llevó una de sus manos a la boca y humedeció sus dedos para llevarlo en dirección a mis glúteos. Y entonces hizo algo nuevo… con los dedos húmedos comenzó a tocar mi ano desde afuera. Yo me detuve un segundo, pero ella me dijo: No por que yo te toque ahí eres gay, tranquilízate y probemos… bueno?. Terminado esto, con la otra mano agarró mi verga y la puso en su boca mientras yo no paraba de acariciar su vagina y ahora también su ano. Así fue, yo la acariciaba fuerte, firme y húmedamente en su vagina y ella me devolvía esto con sus labios apretados y su lengua girando sobre mi verga. Ella acarició más mi ano y decidió meter la punta de su dedo. Se sintió incómodo al principio, pero la humedad y los movimientos hicieron que me relajara y pudiese sentir algo que no conocía. Era nuevo, era extraño, pero excitante.
Su dedo giraba fuera de mi ano y luego entraba y salía suavemente. Era sólo la punta del dedo, pero el placer era inigualable. Mis glúteos se contraían cuando entraba y me hacían disfrutarlo más. Ella se excitaba más y más al verme y al sentir mis dedos acariciando su jugosa vagina y su sensible ano. Estábamos en eso cuando ambos comenzamos a acariciarnos más fuerte, ella metiendo la mitad de su dedo, rápido, cada vez más rápido y más fuerte. Mientras su lengua me envolvía más y más y mi verga no paraba de entrar y salir. Mis manos ahora con dos dedos dentro de su vagina, mi pulgar sobre su clítoris y los otros dos dedos en su ano… gemíamos de placer sin parar. Mis dedos entraban y salían firmes, húmedos y con ganas de entrar cada vez más. Era tanto el placer que ya no aguantaba más, saqué mi verga de su boca y me corrí sobre sus senos, mientras aún mantenía su dedo en mi ano. Al mismo tiempo ella gritaba mientras temblaban sus piernas. Sus senos quedaron llenos de mi leche que parecía no parar de salir, mientras ella recostada con sus ojos cerrados no paraba de gemir, ahora suave y coquetamente. Saqué mis dedos mojados de su ano y su vaginita y ella sacó el suyo de mi ano. Nos recostamos uno al lado del otro. Nos quedamos un rato mirándonos y riéndonos de lo que acabábamos de hacer. Conversamos, nos reímos y tomamos una ducha. Fue la primera vez que hacíamos algo así. La primera de nuestras nuevas experiencias.


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