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Predeterminado Sacrificios Malditos - Sangre para los Dioses Calificación: de 5,00

Los mejores licores
Practicados por casi todas las civilizaciones y a lo largo de miles de años -hoy día presentes en los cultos satánicos-, los sacrificios buscan afianzar la relación entre los seres humanos y el dios. Bajo su superficie brutal e injusta revelan la vulnerabilidad del hombre y su desesperada búsqueda del favor y la gracia divinos.
Un sacrificio es, en esencia, un ritual mediante el cual los seres humanos se vinculan con el orden sagrado. Su práctica ha estado presente en las diferentes religiones del mundo y algunas de sus modalidades aún prevalecen. La palabra deriva de la raíz latina sacer, que también hallamos en el término 'sagrado', y el fenómeno se revela como uno de los modos más importantes con el que hombres y mujeres intentan una conexión divina dentro de la ceremonia de un culto especial en el que se cristalizan las expresiones de devoción, servicio y búsqueda de una realidad sobrenatural. El teólogo francés Alfred Loisy lo definió como un rito: "La destrucción de un objeto sensible, dotado de vida o que supuestamente la condene, por medio del cual se pretende influir a las fuerzas invisibles, liberarse del daño que pueden infligir, procurarles satisfacción y homenaje, y entrar en comunión-comunicación con ellas".
A través del sacrificio se entrega a la divinidad lo más valioso que hay en el mundo: la vida que se consagra. Y desde sus primeras versiones en la Edad de Piedra, el sacrificio intenta enlazar la vida con su origen divino para obtener el favor o la benevolencia del dios creador. Si la divinidad es la fuente de vida, la máxima ofrenda que se le puede dar es la existencia misma. Aunque hay ofrendas intermedias y moderadas (por ejemplo, ofrecer flores a la Virgen) el sacrificio por excelencia es la entrega de la vida humana o animal, mediante la que se pretende obtener llegado a conclusiones definitivas. El antropólogo ingles Rdward Burnett Tylor planteó a finales del siglo XIX que el sacrificio surgió como un esfuerzo para calmar la hostilidad de los dioses revelada en las fuerzas naturales. Para William Robertson Smith, estudioso del Antiguo Testamento, en su origen los sacrificios buscaron fortalecer los lazos comunitarios. Por su parte, en La rama dorada James George Frazer relacionó el sacrificio con la idea del rejuvenecimiento de la deidad y la revitali/adón del culto. Algunas perspectivas sostienen que el sacrificio puede tener como propósito marcar una ruptura entre Dios y los hombres. A estas visiones antropológicas se suman los puntos de vista de Sigmund Freud, quien en su obra Tótem y tabú (1913) plantea que el sacrificio se originó en el complejo de Edipo. Otras teorías, como las Raymond Firth, ponen al descubierto que en los sacrificios de cualquier religión intervienen consideraciones económicas que regulan su frecuencia y calidad.

Los seis elementos
En el estudio de los sacrificios se han distinguido seis elementos que interactúan entre sí. El primero es el sacrificador, la persona o colectividad responsable de desarrollar el rito. El segundo es el material del sacrificio u ofrenda. En esta categoría han tenido cabida miles de objetos, pero suelen separarse en ofrendas cruentas, que involucran el derramamiento de sangre y la vida de humanos o animales; ofrendas incruentas, con la libación o aspersión de sustancias investidas de un presunto poder sagrado por sus propiedades vigorizantes; y ofrendas divinas, en las que se sacrifica al dios mismo. El tercer elemento es el tiempo y recinto del sacrificio, que puede llevarse a cabo por ciclos como la siembra y la cosecha, y en un espacio consagrado. El cuarto elemento es el método del sacrificio. El más extendido en las culturas antiguas consistía en quemar la ofrenda, pero también era común arrojarla a las aguas, sepultarla o matarla en un asesinato ritual con armas cortopunzantes. Otros sacrificios no implicaban la destrucción de la ofrenda y consistían en su mera presentación, como los alimentos que se ofrecen en los altares a los difuntos en Japón o México. El quinto elemento es el receptor del sacrificio, aquella instancia o entidad cuya voluntad se propiciará con la ofrenda. Y el sexto son las intenciones del sacrificio, es decir, lo que se pide o agradece.
La historia de las religiones es paralela a la de los sacrificios. Los encontramos en las tradiciones de la India, la antigua Grecia, Roma, el México prehispánico y el mundo islámico. El historiador Roger Bastide considera que habría que indagar su punto de partida en el mecanismo de la ceremonia: UE1 sacrificio es un acto religioso que, por la consagración de una víctima, modifica el estado moral de la persona que lo cumple o de ciertos objetos que le interesan. El sacrificador queda despojado de su ser profano y se purifica; el lugar y los instrumentos se sacralizan; la víctima queda consagrada por el contacto que celebra con el sacrificador".
Es importante señalar que las interpretaciones que se dan a los sacrificios dependen de los contextos en que ocurren. En las sociedades donde predomina la estructura de la comunicación el sacrificio es un intercambio; pero en aquellas basadas en la subordinación, como los feudos, el sacrificio es un acto de sumisión ante la figura del creador.

Una conclusión filosófica

Se cuenta que Polícrates, tirano de Samos entre 538 y 522, llegó a convertirse en uno de los gobernantes más ricos y poderosos. Amasis II, faraón de Egipto con quien se alió, creyó que tal éxito podía irritar a los dioses y le recomendó realizar un sacrificio. Siguiendo su consejo, arrojó al mar su posesión más valiosa: su anillo incrustado con esmeraldas. Días más tarde, un pescador capturó un pez que compartió con el tirano. Mientras los cocineros lo preparaban descubrieron el anillo y se lo regresaron. Amasis optó por romper la alian/a, pues los dioses no habían aceptado la ofrenda y ello era signo de mal augurio. Polícrates fue asesinado. Algunos filósofos y psicoanalistas consideran que la esencia de los sacrificios consiste en resolver el "complejo del anillo de Polícrates": los seres humanos los realizan para calmar el estado de angustia que experimentan por el sólo hecho de vivir; mediante ellos buscan el perdón divino por el excepcional privilegio de existir. La expresión más profunda de esta sensación ocurre cuando la ofrenda y el sacrificador son la misma persona, fenómeno del que se derivan el martirio y la entrega a una causa por el bien común.
Por su carácter irracional, emotivo y arraigado en tradiciones milenarias, la hecatombe Qa raíz griega nos remite al sacrificio de cien bueyes) y la inmolación (del latín ímmo/a/v, derivado de mola, "harina con que se espolvoreaban las víctimas antes de sacrificarlas") son bastante sublimes: renuevan la relación del hombre con lo divino y lo vinculan con el origen del mundo. El escritor suizo Henri Frédéric Amiel supo reconocer su persistencia constante y a veces silenciosa en la época contemporánea: "El sacrificio aún existe en todas partes, y en todas partes el miembro elegido de una generación sufre por la salvación del resto".

Asesinatos milenarios - Sacrificios prehistóricos
Los arqueólogos han hallado pozos del periodo Paleolítico con huesos de animales (osos, bueyes y ciervos) dispuestos cerca de entierros humanos, por lo que se supone eran ofrendas. Aunque se desconoce la deidad a la que estaban dedicados, es posible que también hayan tenido como finalidad el alimento. Este tipo de entierros es frecuente en Europa y se ha llegado a suponer que a ciertos animales se les consideraba apropiados como ofrendas. Algunos antropólogos, como el alemán Walter Burkert (nacido en 1931), han enfatizado la identidad de los sacrificios humanos y animales del Neolítico, cuando la cacería se convirtió en el motor de la evolución humana y dio paso a la llamada 'modernidad del comportamiento', serie de rasgos conductuales que marcaron la diferencia entre humanos y primates, y dieron forma a las primeras religiones. Aunque los detalles e intenciones de los sacrificios más tempranos no resulten comprensibles, surgieron al mismo tiempo que la religión, a la que siguieron asociados en los milenios posteriores. Entre las ofrendas también se han hallado restos de mujeres y niños; quizás fueron sacrificados como parte de un rito para la fertilidad, y es probable que entonces la diferencia entre humanos y animales como ofrendas no estuviera tan marcada. En el Neolítico era común ofrendar hachas; en la Edad de Bronce (3000 a. C.) solían arrojarse armas y joyas a ríos y lagos. En la Edad de Hierro (1200 a. C.) las ofrendas fueron más numerosas y se han encontrado en zonas pantanosas. De acuerdo con los arqueólogos, podría tratarse de botines de guerra para solicitar a los dioses suerte en las batallas. Algunas corrientes aseguran que en ese entonces, como parte de los sacrificios, se practicaba el canibalismo, considerado un fenómeno primitivo. Otros especialistas señalan que el comer carne humana es posterior y que no estuvo relacionado con los grupos de cazadores, sino con las comunidades agrícolas, como forma de propiciar los cultivos y cosechas. Pero incluso esa finalidad está en duda. El canibalismo no pretende agradar a los dioses, sino más bien adquirir el poder y las cualidades de la víctima. Esta idea ha persistido en fases muy posteriores de la civilización. En 2004, en México, el albañil Gumaro de Dios Arias, el 'caníbal de Playa del Carmen' asesinó a su amante y compañero de trabajo porque deseaba tener la misma habilidad de este para manejar las herramientas de albañilería

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