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 | Pobreza, desempleo y su ubicación estratégica, la ponen en la mira
Cali, golpeada por la violencia
Por: Redacción Judicial
Foto: El País
Cali, Jamundí y Yumbo fueron los escenarios de los crímenes. A los 10 muertos se suman 14 heridos.
Diez asesinatos en diez horas ponen sobre la mesa la complejidad del conflicto que se vive en la zona metropolitana.
La violencia en el Valle del Cauca y, especialmente en Cali, se aplacó por unos días durante la toma de la Policía. Pero la relativa tranquilidad se perdió en la noche del pasado lunes con tres hechos violentos: Cali, Jamundí y Yumbo fueron escenarios de 10 horas de crimen, con saldo de 10 muertos y 14 heridos. En promedio, un muerto por hora.
Para la Policía fueron hechos relacionados con la guerra por el narcotráfico, pero sin conexión. Así lo señaló el general Óscar Naranjo, director de la Policía Nacional, quien agregó que posiblemente tendrían relación con las recientes extradiciones de 15 narcotraficantes, lo que “generó un movimiento mafioso tratando de silenciar testigos y someter a los contradictores”. Aunque aclaró: “No todos los casos tienen ese origen, ya que hay múltiples causas que explican la violencia del Valle”.
Esta última frase del general concuerda con el concepto de varios investigadores del conflicto en el Valle. Para ellos, la ola de violencia va más allá. Dicen que es una mezcla de ausencia de una política de seguridad, programas de asistencia social, la posición estratégica del departamento y el accionar de las bandas criminales, de las cuales parecen desprenderse algunos grupos de la mal llamada “limpieza social”.
La reciente seguidilla de crímenes empezó a las 8 de la noche del lunes pasado, en un bar del barrio Los Libertadores de Jamundí, donde hombres armados asesinaron a tres personas e hirieron a ocho. Las víctimas mortales eran del Cauca y habían estado ese día en el sepelio de un pariente.
Una hora después, a las 9:00 p.m., la violencia se trasladó al barrio Las Orquídeas, en el oriente de Cali. Cinco sujetos que iban en un taxi asesinaron a cuatro jóvenes e hirieron a otros seis. Y finalmente, en el barrio Fray Peña, de Yumbo, sicarios encapuchados mataron a otros tres jóvenes. Las autoridades ofrecieron una recompensa de $50 millones por información que permita la captura de los sicarios.
Ante el temor de la población, el general Naranjo afirmó que la Policía seguirá la intervención integral en Cali y destacó que, pese a los asesinatos, en lo corrido de junio hubo una reducción del 23% en los homicidios. “Debo decir con franqueza: la intervención policial no hace milagros, pero sí produce cambios de tendencias. Estamos comprometidos en romper esta cadena de violencia, que genera la ofensiva contra el narcotráfico”.
Por su parte, los investigadores del fenómeno de inseguridad tienen claros varios aspectos de lo que sucede en el Valle: los problemas que dejó la desmovilización de las Auc, la creación de bandas criminales y la pobreza, que hace que muchos jóvenes quieran vivir en la cultura ilegal de las armas.
Además Cali, la capital más importante del suroccidente del país, está en una ubicación estratégica que la hace ideal para dominar parte del mercado del tráfico de drogas que circula en esta zona. Valle, como departamento, es casi paso obligado de la ruta del centro colombiano con el Pacífico y el sur del país. Por esta razón, imponerse de manera violenta es ganar buena ubicación.
Y extender los dominios criminales en Cali parece fácil, debido a varios factores, como el desempleo, la pobreza y que hasta allí han llegado muchos desmovilizados que siguen delinquiendo. Al menos así lo cree el investigador Jesús Darío González, asesor de participación ciudadana de la Alcaldía de Cali.
“El conflicto en Cali no es diferente a lo que ocurre en el resto del país. El conflicto armado ha dejado una capacidad instalada con unos entornos del uso de las armas, de la cultura de lo ilegal y eso no se ha pensado en la política urbana nacional. En ese aspecto, creo que hay que hacerle un nuevo balance a la política de seguridad”.
“Cuando llegan los agentes de la muerte, lo que promueven es una guerra por las drogas y encuentran en zonas marginadas un caldo de cultivo a la mediación violenta. Considero que se requieren políticas que aborden el problema de orden público, acompañado de un gran proyecto urbano”, agregó González.
Boris Salazar, miembro del Centro de Investigación y Documentación Socioeconómica (Cidse) de la Universidad del Valle, es más crudo al decir que más allá de una guerra por microtráfico, parece que se están rearmando grupos de “limpieza social”.
“El caso de Las Orquídeas fue muy planeado. Eso no fue una cosa de pandillas. Las víctimas no cumplían ese perfil de traficantes. Al problema tan complejo que vive esta ciudad, ahora se le suman estos grupos que contribuyen a los homicidios”, afirmó.
Además agregó que “hay muchos crímenes que no son investigados. Pareciera que ante la inoperancia de la justicia, surgen estos grupos para encargarse de poner orden. Y en esos casos, muchas veces lo hacen las bandas criminales más organizadas, que tienen el monopolio de las armas ilegales”.
“Cuando estuvo el general Naranjo trajo casi a 1.400 policías y queda claro que la situación no cambió. Es decir, se necesitan soluciones estructurales. No han golpeado la delincuencia mayor. Cali lleva 10 años sin política de seguridad. El problema es más grave de lo que se cree”, enfatizó.
Enlace: http://www.elespectador.com/impreso/...eada-violencia
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