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proyectofenix
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Predeterminado Respuesta: Los médicos del infierno Experimentos nazis en campos de concentración

Bombas incendiarias

Desde el verano de 1943 las bombas incendiarias de los aliados caían regularmente sobre Alemania y el número creciente de heridos civiles hacía necesario encontrar nuevos tratamientos. El contenido de una de esas bombas fue enviado a Buchenwald. Ding aplicó fósforo sobre los antebrazos de cinco prisioneros, lo inflamó y lo dejó arder. Tras una ignición de 20 minutos, el fuego fue extinguido con agua. Las espantosas quemaduras fueron tratadas durante dos meses con aceite de hígado de bacalao, con sulfato de cobre o solo con agua. Buchenwald fue también donde el doctor Vernet probó su supuesta “cura milagrosa contra la homosexualidad”. 15 hombres recibieron inoculaciones de unas misteriosas hormonas bajo la piel. Aunque el tratamiento debía durar un año, se suspendió a los siete meses: dos prisioneros murieron y los demás siguieron manteniendo sus preferencias sexuales. Otros experimentos estaban destinados a demostrar “científicamente” la superioridad de la raza aria. En este campo pronto destacó un hombre cuyo nombre, todavía hoy, es sinónimo de horror: el doctor Josef Mengele, El ángel de la muerte de Auschwitz. Cuando los vagones de tren repletos de prisioneros llegaban a Auschwitz II (Birkenau), Mengele esperaba junto al andén para proceder a la “selección”. Con su uniforme impecable, su cinturón alto y sus botas negras relucientes, indicaba con un gesto de la mano quién moría y quién vivía. A la derecha iban las mujeres y los hombres jóvenes y sanos, aptos para el trabajo. A la izquierda, los ancianos, los niños y los enfermos, que eran enviados directamente a la cámara de gas. Mengele realizaba con entusiasmo esta macabra tarea, porque siempre estaba a la caza de material para sus experimentos. Se interesó por los enanos, los “gigantes” y las personas con malformaciones, esperando descubrir una predisposición hereditaria en quienes pertenecían a lo que consideraba “razas inferiores”. En cierta ocasión se fijó en un hombre con cifosis y su hijo de 15 años, que tenía un pie deforme. Mengele vio en ellos un ejemplo magistral de la supuesta degeneración de la raza judía. Mandó tomarles medidas y recoger todos los datos de interés. Después fueron asesinados y sus cuerpos cocidos para extraerles los esqueletos.
Los siete miembros enanos de la familia Ovtiz, unos judíos rumanos miembros de una compañía circense llamada Lilliput troupe, fueron sometidos a toda clase de experimentos: obscenos exámenes ginecológicos, inyecciones de colorante en los ojos, extracción de médula ósea, irrigaciones de agua helada e hirviendo en los conductos auditivos... Lograron sobrevivir actuando como bufones para Mengele, entreteniéndole y cantándole canciones alemanas. En una ocasión, tuvieron que desfilar desnudos frente a unos ilustres visitantes. Mengele también rodó con ellos una película, que envió a Hitler para divertirle. La pregunta más difícil de responder es por qué ocurrió todo esto. ¿Cómo pudieron los médicos colaborar con un sistema que no valoraba la vida humana? Entre las explicaciones, algunos han argumentado que se debió a las ventajas –económicas y de prestigio profesional– que obtuvieron quienes participaron. Otros mencionan que, a causa de la propaganda, los médicos nazis estaban convencidos de la supremacía de la raza aria. Según su concepción, los no arios no eran humanos, solo lo parecían. Y si era ético experimentar con perros, monos y cobayas, por qué no hacerlo con gitanos, judíos y eslavos si con ello se podía mejorar la calidad de vida de sus semejantes. El doctor Lettich, deportado en Auschwitz, dejó escrito: “Desde el primer momento pudimos constatar que los médicos alemanes obraban todos del mismo modo, con un absoluto desprecio por la vida humana. Consideraban a los deportados no hombres, sino únicamente material humano”. Y no hubo beneficio científico alguno, solo sufrimiento y dolor. Lo absurdo de los ensayos y la falta de método hizo que aquellos “experimentos” fueran prácticas crueles y no investigaciones científicas. Algo que, bajo ninguna circunstancia, debió ocurrir. Y que nunca debería repetirse. Haciendo referencia al nazismo, Bertolt Bretch advirtió en La resistible ascensión de Arturo Ui que, “aún es fecundo el vientre del que salió la bestia inmunda”. Ese vientre, y no otro, es el que deberían haber esterilizado los médicos del Reich.

El doctor Mengele...y los gemelos

Josef Mengele, apodado El ángel de la muerte, buscaba descubrir los mecanismos de la herencia genética. Por ello estaba interesado en los gemelos. Pensaba que si las mujeres alemanas no judías pudieran alumbrar gemelos a voluntad, la raza aria se reproduciría dos veces más rápido que las demás. Por eso durante un tiempo forzó a mujeres judías a mantener relaciones sexuales con gemelos para ver si concebían más gemelos. Pronto esto derivó en el estudio de las “cualidades arias”. Gemelos de todas las edades eran sometidos a toda clase de análisis médicos. Después eran asesinados mediante una inyección intracardiaca de cloroformo y, a continuación, diseccionados. El doctor Nyiszli, un prisionero obligado a trabajar para él, declaró que en una ocasión había visto a Mengele matar a 14 gemelos gitanos mediante este método. En el paroxismo de la locura, intentó crear siameses. Escogió a dos niños de 4 años, Guido y Nino, uno de los cuales era jorobado. Dos días después, fueron devueltos al barracón. Estaban cosidos por la espalda hasta las muñecas. Mengele había unido también sus venas y olían insoportablemente a gangrena. Estuvieron gritando toda la noche. De alguna forma, su madre consiguió morfina y, a la mañana siguiente, acabó con sus vidas para poner fin a tan espantoso sufrimiento. Cuando los rusos liberaron el campo en 1945 se enfrentaron a unas terribles cifras: solo 181 de los 3.000 gemelos de Mengele seguían vivos.

El peligro de ...llevar tatuajes

En el campo de concentración de Buchenwald lucir un bonito tatuaje equivalía a una condena de muerte, pues eran la pasión de Ilse Koch, la esposa del comandante de este campo de concentración. Ilse era conocida como La perra de Buchenwald por su crueldad con los prisioneros, así como por su promiscuidad con los guardias del campo. Poseía una colección de piel humana tatuada. Una de sus piezas más apreciadas era una lámpara, regalo de cumpleaños de su marido, que había sido fabricada con piel y huesos humano.[/U]

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