Ver Mensaje Individual
Antiguo 11-06-2011 , 19:25:20   #2
proyectofenix
Staff Retirado Con Honores
Denunciante Dorado
No Tiene Avatar Configurado
Me Gusta
Estadisticas
Mensajes: 22.754
Me Gusta Recibidos: 14818
Me Gustas Dados: 20097
Ingreso: 04 dic 2010

Temas Nominados a TDM
Temas Nominados Temas Nominados 31
Nominated Temas Ganadores: 0
Reputacion Poder de Credibilidad: 198
Puntos: 347197
proyectofenix tiene reputación más allá de la reputaciónproyectofenix tiene reputación más allá de la reputaciónproyectofenix tiene reputación más allá de la reputaciónproyectofenix tiene reputación más allá de la reputaciónproyectofenix tiene reputación más allá de la reputaciónproyectofenix tiene reputación más allá de la reputaciónproyectofenix tiene reputación más allá de la reputaciónproyectofenix tiene reputación más allá de la reputaciónproyectofenix tiene reputación más allá de la reputaciónproyectofenix tiene reputación más allá de la reputaciónproyectofenix tiene reputación más allá de la reputación
Premios Recibidos

  
Predeterminado Respuesta: Los médicos del infierno Experimentos nazis en campos de concentración

Experimentos con fármacos

Otra categoría de experimentos fue la dirigida al desarrollo y la comprobación de los efectos de productos farmacéuticos y de métodos de tratamiento para las lesiones y las enfermedades a las que el personal militar alemán estaba expuesto. La gangrena mataba a innumerables heridos y el antibiótico más usado, las sulfamidas, no siempre resultaba eficaz. En Ravensbrück las víctimas de los experimentos de los doctores Gebhardt y Fischer fueron detenidas políticas polacas, mujeres en perfecto estado de salud de no más de 20 años a las que se denominaba “las conejillas de Ravensbrück”. Se les abría una incisión en un miembro y en ella se les inoculaban las bacterias causantes de la gangrena. Además, para simular las condiciones de una herida de bala, se introducían cristales, tierra, trozos de madera e incluso fragmentos de agujas en la herida y se practicaban torniquetes a ambos lados de la incisión para detener la circulación sanguínea. Después, se las suturaba y se las vendaba con apósitos impregnados con diferentes tipos de sulfamidas para comprobar su efectividad.

Finalmente, las prisioneras eran abandonadas a su suerte, no se les practicaban curas ni se les administraba analgésico alguno y eran devueltas al trabajo con heridas supurantes. Después de experimentar sobre 65 mujeres y de que cinco murieran sin recibir atención médica, se llegó a una conclusión que Gebhardt ya conocía: que las sulfamidas no servían para nada. De esta forma, Gebhardt quedó rehabilitado ante los ojos de Hitler, que no le había perdonado el hecho de que no hubiera utilizado este producto para salvar la vida de uno de sus hombres de máxima confianza.
Regeneración de tejidos

En este campo también se desarrollaron los experimentos del doctor Stumpfegger
sobre regeneración de tejidos. A las prisioneras se les extraían trozos de hueso, nervios y músculos de los miembros inferiores o se les amputaban extremidades completas. En una ocasión se le llegó a extraer el omóplato a una prisionera polaca para trasplantarlo a un paciente del “doctor” en su clínica privada de Hohenlychen. No es necesario decir que, además de dolores indescriptibles, estas intervenciones causaban malformaciones permanentes. Los resultados fueron expuestos en 1943 en un congreso celebrado en Berlín. Ninguno de los médicos presentes protestó por la crueldad de los experimentos. En octubre de 1942 Himmler autorizó al doctor Auguste Hirt a hacer experimentos en el campo de Natzweiler sobre los efectos de los gases venenosos. Hirt colocaba gas mostaza líquido en el antebrazo de los prisioneros seleccionados. 24 horas después sus cuerpos se cubrían de llagas y perdían la visión. Ninguno sobrevivió. Hirt, director del Instituto de Anatomía de Estrasburgo, había reunido una vasta colección de esqueletos de todas las razas para probar la superioridad racial de los arios, pero no contaba con suficientes judíos. Por ello, a petición suya, 86 judíos de Auschwitz fueron enviados a Natzweiler para ser gaseados. Después se envío sus cadáveres a Estrasburgo. Cuando en 1944 las tropas aliadas entraron en los sótanos del edificio, encontraron decenas de cuerpos y fragmentos humanos sumergidos en cubas de alcohol. En 1942 Sigmund Rascher, capitán médico del Ejército del Aire y miembro de las SS, un hombre que en 1939 hizo que la Gestapo detuviera a su propio padre, realizó en Dachau experimentos para determinar la altitud máxima desde la cual la tripulación de un avión podía tirarse en paracaídas con seguridad. Empleó una cámara capaz de simular la presión que se alcanza en altitudes de hasta 20.000 metros. En ella se introducía a los prisioneros y se registraba sus reacciones fisiológicas desde el momento en el que comenzaban a agonizar por falta de oxígeno hasta que morían. Algunos se desgarraban la cara con las uñas o se sacaban los ojos tratando, desesperadamente, de aliviar la presión. Rascher llegó a diseccionar a sus víctimas mientras estaban vivas. Durante tres meses, 200 prisioneros fueron sometidos a estos experimentos. 80 murieron y el resto fueron enviados a las cámaras de gas.
Congelación

También se realizaron experimentos sobre la congelación, un serio problema para los pilotos alemanes que eran derribados sobre las heladas aguas del Canal de la Mancha. Rascher –ayudado por los doctores Holzlöhner y Finke– sumergía a los prisioneros durante horas en tanques de agua helada. También los dejaba noches enteras al aire libre, desnudos, a temperaturas bajo cero. En ocasiones, los rociaba con agua. Después, cuando la temperatura de sus cuerpos bajaba hasta los 25 o los 26 grados, intentaba reanimarlos exponiéndolos a diferentes fuentes de calor o introduciendo en sus estómagos e intestinos agua a punto de iniciar la ebullición. Para satisfacer un capricho personal de Himmler, uno de los métodos empleados fue el del “calor animal”. Los prisioneros congelados eran colocados entre dos mujeres desnudas que intentaban inútilmente excitarlos para devolverles la vida. 300 prisioneros fueron sometidos a este experimento, de los cuales un tercio murieron. El resto fueron enviados a las cámaras de gas. La conclusión fue que el método más efectivo de reanimación era la rápida inmersión en un baño de agua a 40 grados, algo que el profesor ruso Sepchinsky ya había demostrado en 1888. Rascher también dirigía una especie de curtiduría. En ella realizaba “inspecciones de piel” a los candidatos. Si declaraba a uno “bueno”, significaba que después de morir sería desollado y su piel empleada para fabricar guantes, monturas, zapatos y bolsos. Las pieles tatuadas eran especialmente valiosas. Las tropas estadounidenses encontraron varias cabezas de prisioneros reducidas con técnicas parecidas a las empleadas por los jíbaros y convertidas en objetos decorativos.
Crueles prácticas en Dachau

El campo de concentración de Dachau también fue escenario de otros macabros experimentos. Entre 1941 y 1942 cerca de 500 deportados sanos fueron operados de estómago, vejiga, bazo y garganta para que estudiantes de Medicina y cirujanos con escasa formación practicaran sus habilidades. Muchos murieron en la mesa de operaciones y otros debido a complicaciones posteriores. El doctor Brachtl llegó a extraer con una aguja muestras del hígado de 175 prisioneros sanos sin utilizar ninguna clase de anestesia. Entre 1942 y 1945, el doctor Klaus Schilling contagió la malaria a 1.200 prisioneros buscando una vacuna contra la enfermedad. Entre 30 y 40 murieron por una infección y entre 300 y 400 fallecieron después. Nunca se encontró la vacuna... El doctor Wilheim Beiglböck dirigió experimentos destinados a hacer potable el agua del mar. Obligó a 44 prisioneros gitanos a beber solo este tipo de agua, químicamente procesada, sin darles ningún otro alimento. Se deshidrataron hasta el punto de que lamían el suelo después de que hubiera sido fregado para conseguir alguna gota de agua dulce. Se salvaron gracias a que sus compañeros consiguieron proveerles de agua potable. En 1941 las epidemias de tifus diezmaban las líneas del frente ruso. Hubo más de 10.000 casos, que causaron centenares de muertos. El führer ordenó a los responsables médicos del Reich y a los directores de varios laboratorios el desarrollo de una vacuna efectiva y barata. Poco después el doctor Ding inició sus experimentos en Buchenwald. Tras ser vacunados, los deportados eran infectados mediante inyecciones intravenosas de sangre contaminada o aplicando cajas llenas de piojos tíficos a sus muslos y dejando que se alimentaran con su sangre durante 20 minutos. Dos tercios fueron vacunados; otro tercio no, para que sirvieran de grupo de “control”. Los infectados padecieron fiebre de 40 grados durante tres o cuatro semanas. Más de la mitad murió y los que resistieron parecían esqueletos. Tras la recuperación fueron destinados a una columna de trabajo penoso, en la que perecieron.

proyectofenix no está en línea   Responder Citando
 
Page generated in 0,07646 seconds with 11 queries