Denunciante Notable
| Respuesta: El esqueleto del diablo, Artiuclo del malpensante sobre el papa negro de Pereira En esos estados de “ultra conciencia”, como él los llama, releía a Baudelaire y se sentía cada vez más seducido por las líricas invocaciones al Diablo que se repetían en su mente: “Sé lo que quieras, noche negra o roja aurora; / no hay una sola fibra de mi cuerpo tremante / que no pueda decirte, Belcebú, que te adora”.
–Me drogaba y escribía extasiado –dice–. Y esa aversión al Diablo, impuesta por mi educación católica, Baudelaire me la transformaba en fascinación y poco a poco me di cuenta de que mientras más lo entendía, más transgredía las creencias de la gente que me rodeaba y las de mi realidad. Un día, un amigo recién llegado de la selva chocoana le regaló una caja de fósforos marca El Diablo que contenía huesos de una cabeza de serpiente. La tarde en que los regó sobre la mesa del comedor, Escobar empezó a moverlos de un lado a otro, a juntarlos, tal vez queriendo entender cómo se armaba la osamenta, y vio que adquirían forma y que guardaban simetría de izquierda a derecha y que, sin proponérselo, conformaban un muñequito en nada parecido a un cráneo de reptil pero sí a un ser con extremidades, cabeza, tronco, cachos, cola y, lo más curioso, senos y pene. Armado el esqueleto, advirtió que tenía la fisonomía del Bafomet de Mendes, la deidad andrógina a la que el cristianismo endilgó la perversión de la humanidad, pero que la masonería se encargó de difundir como un bello ejemplar mitológico. Contó las piezas óseas y descubrió que sumaban 15, el número cuyo arcano en el tarot corresponde al Diablo y cuyos dígitos sumados dan 6 [1 5], lo que para los cabalistas representa la idea del ser eterno u hombre arquetipo. Este 6 elevado potencialmente a los tres mundos de la Cábala reproduce el 666 del relato apocalíptico. Todo esto le hizo creer que la explicación del mito de la serpiente como representación del Diablo en el pasaje del Génesis tenía asiento en la morfología de algunos ofidios, es decir, en una situación verificable. Cuando desarmó la figura y guardó las piezas en la caja de fósforos vio que hasta eso era una coincidencia: aquellas cajas marca El Diablo siempre tenían una bandera de un país en su reverso. La que guardaba aquella osamenta lucía la de Colombia. –Hubiera podido ser cualquier bandera del mundo –me dice excitado–. En mi casa tenía varias cajas de fósforos compradas para encender la estufa y todas venían con banderas de países europeos, africanos, pero la que me había regalado mi amigo tenía la de Colombia. Eran varias casualidades desconcertantes: que fueran 15 huesos, que formaran la figura del Bafomet, que vinieran en una caja de fósforos marca El Diablo y con la bandera de Colombia en el respaldo... –se detiene, toma aire y concluye–: –Me sentí elegido. Por esa época, Escobar había empezado a recolectar piezas artísticas y escenográficas de imágenes ocultistas: cerámicas del dios Pan, acuarelas con efigies de Satán, anillos y collares de plata, capas con alzacuello –tipo Drácula–, piedras de color y geometría curiosa, tableros con signos hermetistas, dagas, mantas, túnicas, cráneos humanos, libros, folletines y artículos que explicaban el ocultismo. Sus piezas más queridas eran tres peces lucífugos disecados de rasgos humanoides –cabeza y extremidades como las de una persona– que, según él, habían sido hallados en el Pacífico. Pero fue hasta el momento en que leyó la crónica que narraba la historia de la fundación de la Iglesia de Satán en San Francisco cuando este rompecabezas empezó a tomar forma. El texto, que había sido publicado en una revista gringa y rebotado por las agencias de prensa, detallaba que durante la noche del 30 abril de 1966, la noche de Walpurgis, Anton Szandor LaVey se había autoproclamado el primer Papa Negro del siglo XX celebrando una misa negra.
__________________ When I was a kid I used to pray every night for a new bicycle. Then I realised God doesn’t work that way, so I stole one and prayed for forgiveness. |