Hay situaciones o personas a las que es difícil olvidar. Da igual su aspecto físico, lo importante es lo que sentimos foyando con esas personas. A una de mis novias aún hoy la recuerdo. Natalia, rellenita, risa contagiosa, culona, pechos perfectos, cintura estrecha, parecía sudamericana, una belleza.
No he podido olvidar su olor, el sabor de su coño, de su colo, su virginidad. Me encantaba besarla. Se dejaba hacer de todo.
Yo era mayor que ella (19 frente a 1, notaba como estaba colada por mí, además me lo decía, lo guapo que era.
Siempre me la camelaba para llevármela a un lugar apartado. Entonces le comía sus labios, sus pechos (preciosos y grandes), notar como se le endurecían me ponía malo. Acomodarla para comerle el coño (era lo que más me molaba), sentir como se corría, comerme sus flujos, comerme su culo literalmente, oírla gemir....
El momento de desvirgarla no fue el más higiénico, pero si un momento de amor. Tras el sexo oral, meter mi poya en su chochito virgen fue, además de una responsabilidad, un placer intenso. Mi poya superdura, grande, introducirla por su chochito estrechito costó. Pero una vez dentro, uff, qué placer. Decir que tras foyármela mi poya siempre estaba blanquecina de sus flujos. Natalia era un amor, era mi amor. La dejé por una estupidez y aún hoy no he podido olvidarla.

Deciros que foyármela por el culo era lo más. Culona, sexy. Las primeras veces era casi imposible meter mi enorme poyaza en su culo, pero era una tía tan caliente que se acostumbró. Y no sólo eso, es la única chica que me he foyado, que llegó a preferir el sexo anal al vaginal.
Su culo siempre estaba lleno de mi leche. Natalia, te sigo queriendo, aunque esté con otra