Magistrado del Consejo de Estado y los puestos de sus familiares

Respuesta del magistrado del Consejo de Estado Hugo Fernando Bastidas Bárcenas, sobre los puestos ocupados por sus parientes, a una petición de una periodista.

Respetada señora periodista:

El 14 de marzo de 2011, el señor Presidente del Consejo de Estado me ha hecho conocer la petición que usted ha formulado para obtener de cada uno de los magistrados "un listado detallado con los nombres de los familiares (con grado de consanguinidad, fecha de ingreso, cargo quién lo (sic) nombró, y su incidencia en el nombramiento) que laboren..." en las entidades públicas o corporaciones que la misma petición menciona.

Aunque no se trata de una petición de información relativa propiamente a el ejercicio del cargo que desempeño, con gusto me permito responderle de la siguiente manera:

Para lo que interesa, ingresé al Consejo de Estado en marzo de 2009, luego de haber prestado servicios como magistrado de carrera por ocho años en el Tribunal Administrativo de Cundinamarca.

Desde el 7 de julio de 2010, mi hijo Felipe Bastidas Paredes, de 27 años de edad, abogado de la Universidad Externado de Colombia, trabaja en la Procuraduría General de la Nación en el cargo de asesor, grado 19. Presta servicios en la Procuraduría Segunda Delegada para la Contratación. Que gana algo así como cuatro millones de pesos y que no tiene poder de decisión, me dice. Su jefe inmediato es el señor Antonio Gómez Merlano, Procurador Delegado para la Contratación Estatal.

Ni el señor Gómez Merlano ni el señor Alejandro Ordóñez Maldonado, Procurador General de la Nación, intervinieron en mi elección como magistrado del Consejo de Estado. A cambio, yo tampoco intervine en la de ellos.

Tengo una hija, Sara, de 25 años de edad, profesional en gobierno y relaciones internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Desde hace unos meses, y después de renunciar a algún empleo en la Alcaldía de Pasto, trabaja como monitora en el Programa de Atención de Niños y Niñas en Riesgo de Reclutamiento por Grupos al Margen de la Ley, cargo dependiente de la Organización Internacional para las Migraciones con sede en Pasto. Gana alrededor de dos millones de pesos, me cuenta. Me dice también que tiene que salir a menudo a regiones minadas por las Farc y otros grupos violentos y que manejar la tensión de caminar a la espera de una explosión que le quite a uno las piernas nunca se lo enseñaron.


También tengo una hermana llamada Rosa Elena Bastidas, trabajadora social, con experiencia de 15 años en temas de su profesión. Se desempeña justamente como trabajadora social en Pasto, en un programa del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Me dice que su trabajo es el de apoyar a personas en situación de desplazamiento y bajo instrucción de cierto organismo internacional que presta apoyo al Gobierno colombiano en esas sensibles materias. Que gana un sueldo de algo así como un millón novecientos mil pesos y que con los descuentos no le queda casi nada, se queja.

Usted me indaga sobre quiénes (¿qué personas?) nombraron a mis parientes y cuál ha sido mi "incidencia" en el nombramiento. Le respondo que no conozco el funcionamiento interno de las entidades en las que ellos laboran.

No tengo ni me he interesado por tener copia del acto de nombramiento o del contrato de trabajo de mis allegados. No he "incidido" en el nombramiento de ninguno, pues cada entidad es autónoma y libre de escoger su personal. Por igual, tengo la convicción de que los jefes de esas dependencias son autónomos, y, en todo caso, no son mis empleados ni mis recomendados ni mis amigos ni nada parecido. Cuando me han preguntado si conozco a las ya aludidas personas, he dicho que sí. ¿Cómo negar a los parientes?

Los datos personales de mis parientes que me permito suministrarle los he obtenido previa consulta telefónica con cada uno de ellos. Me ha dado un poco de pena preguntarles sobre esos aspectos, pues son cuestiones que generalmente se miran como propias de la intimidad financiera y personal de la gente. Les he dicho que es para responderle a usted sus inquietudes. Un poco a regañadientes, me han dado la información que ya reseñé y eso porque les he explicado la importancia del derecho a la información que usted ejerce y que suele ser más fuerte y poderoso que el mismo derecho a la intimidad de las personas.

No me lo pregunta, pero le cuento que tengo muchos parientes sin empleo y más de uno piensa que quizá yo pueda ayudarles a conseguir uno. No he podido hacerlo.

Sin ir más lejos, están desempleados los siguientes parientes míos, a los que aludiré con el riesgo de violar el derecho de intimidad de los mismos:

Paulina Bárcenas, madre, anciana, sin pensión y sin empleo. Trabajó por más de 20 años, pero "el sistema", esto es, el ignominioso régimen pensional, nunca computó "las semanas". Vive de la ayuda que le damos sus hijos. Mi único hermano, Germán, trabaja para empresas de electrodomésticos en empleos no muy estables. Vive en Cali con la aprehensión de caer en el desierto del desempleo de los mayores de cuarenta años.

Julia Bárcenas, tía, anciana, sin pensión y sin empleo, sueña con volver a ser lo que fue alguna vez en su juventud: mecanógrafa. No he podido convencerla de que ahora se llaman digitadoras.

Está el hijo de la tía, Hernán, joven de 23 a 24 años, que no ha podido conseguir su primer empleo. Permanece deambulando por las calles de Pasto, quizá en malos pasos.

Por cierto, el otro hijo de la tía Julia, el primo Julián, es capitán del Ejército colombiano y ya padre de familia. Todos los días expone su vida luchando contra la delincuencia de las Farc y de las llamadas bacrim y de tanta alimaña que por ahí anda. Él y mi tía me piden a menudo que haga algo para sacarlo del campo de batalla. Allá se quedará, pues no he podido tocar seriamente este tema con nadie. Alguna vez intenté abordar la cuestión del primo Julián con algún alto oficial de las fuerzas armadas cuyo nombre no recuerdo y antes de concretarle la petición, y anticipándose a esta, sardónico, me dijo: "Doctor, siéntase orgulloso de tener un pariente luchando por el pueblo colombiano". Eso mismo le dije a mi tía, y me quitó el regalo de Navidad.

Está la tía Margoth, que cada vez que me ve me pide que le ayude a un hijo que anda vaciado. Ella vive de una pequeñísima pensión de viuda y cree que yo redimiré a ese primo. Lleva más de ocho años en la misma situación, esto es, calle arriba y calle abajo, como ella misma dice. Y no he podido hacer nada por él y no creo que pueda hacerlo. No quiero olvidarlo: la tía Margoth tiene otra hija, Martha. Es trabajadora oficial y está vinculada desde hace muchos años a una entidad del Distrito de Bogotá, o algo parecido, y no tengo la menor idea de cuánto gana ni de quién la nombró. No tengo mucha confianza con ella y por eso no la llamé para que me diera los datos que usted busca.

Los primos Carlos, Adriana, un tío de nombre Ricardo, otro al que llamamos Rigo, en fin, que no quiero cansarla, pues la lista es larga, intentan por intermedio de mamá, de mi hermano, o directamente, hablarme para que les ayude a conseguir trabajo.
Con ocasión de este escrito, mamá me cuenta que por los lados del Putumayo hay una prima segunda que está "en la vida alegre" desde que tenía 16 años y que es de los pocos parientes que no se ha interesado por saber si yo soy influyente o no. Debe ser porque es la única que está bien "colocada", y sin mi ayuda. ¡Bendito Dios!

No tengo esposa. Menos mal. Me tocaría, de lo contrario, explicarle a usted cómo han llegado o no han llegado a cargos públicos cuñados, cuñadas, suegro, suegra y toda la cauda que viene por el lado del parentesco civil.

Yo "incido" directamente en el nombramiento de mis colaboradores inmediatos. Ninguno es pariente mío. Está prohibido hacer eso. Si no estuviera prohibido, tampoco los nombraría. ¿Quién se aguanta un primo remolón de subalterno?

Como ve, señora periodista, la situación de mi familia no es muy halagüeña en cuanto al disfrute de empleos o cargos estables y bien remunerados. Yo digo que se trata de una decente familia muy parecida a cualquiera de las miles de familias colombianas en las que unos tienen algún trabajo y muchos otros no, pero como que intentan ayudarse y de mutuamente solventar las apremiantes necesidades diarias.

El cargo que ahora desempeño no me ha servido para ayudar a estos parientes y ellos creen que es mala voluntad mía. No es así. En primer término, mi misión no es conseguir empleo a mis parientes y aunque lo quisiera, no lo puedo lograr. Nadie me hace caso.

Presto a darle más información sobre el estado laboral de mi parentela si esta todavía no le es satisfactoria, me despido.

De la respetada periodista, atentamente, Hugo Fernando Bastidas Bárcenas.

Nota: Los nombres de las personas desamparadas que aquí figuran, no han sido cambiados. Son reales. ¡A ver si el Ministerio de la Protección Social se acuerda de ellos! ¿Hay Ministerio de la Protección Social?