Pelotillehue, Yayita y otros
Desde esa primera vez en que apareció robando gallinas en la popular revista Okey, Condorito borró de la memoria cualquier otro personaje que quisiera quitarle terreno. "Cuando uno inventa un personaje —decía Pepo—, nunca piensa mucho en cómo va a ser, qué ideología va a proyectar, ni cuál va a ser su mundo de relaciones. Condorito se fue formando de a poco. Al principio era mucho más cóndor. Sin embargo, vivía entre humanos, este fue el rasgo que lo diferenció de los personajes de Disney, que viven en un mundo aparte del real". Su pueblo natal, Pelotillehue, proviene de la denominación del estúpido en Chile, un "pelota" (el boludo argentino), y el sufijo de tantos pueblos campestres, "llehue" (en mapuche, "lugar de").
Como en todo cómic legendario, la mitad de la gracia se encontraba en el entorno que creó Pepo para su cóndor. "De repente empecé a poblar su mundo con una serie de personajes, que permanecen hasta hoy". Secundarios que revelan la admirable capacidad de su autor de advertir y estrujar fenotipos, muchos de ellos amigos y parientes. "Comegato fue un pescador que efectivamente se alimentaba de gatos, y se le fue poniendo cara de felino... Huevoduro era un funcionario de la Embajada de Canadá tan blanco que parecía no tener sangre. Yuyito, una sobrina muy querida. Don Chuma fue mi compadre. Para Yayita, tomé el nombre de una cuñada". Los decorados de las historias estaban enriquecidos con excelente humor absurdo, sonámbulos caminando por las calles, cocodrilos saliendo de basureros, excéntricas publicidades ("Tome Pin y haga Pun", "Tome Vino y se Fue", "Jabón Sussio: No lava", "restaurante El Pollo Farsante"). Condorito pasó de la bribonería a encarnar una multiplicidad de profesiones y condiciones sociales, ampliando velozmente sus posibilidades cómicas. La estructura siempre fue igual, todo chiste rematando en un desmayo de la "víctima", acompañado por la onomatopeya "¡Plop!". De vez en vez, el cuento era tan absurdo que el protagonista finalizaba mirando al lector mientras exclamaba "¡Exijo una explicación!". Ni en esa época, ni ahora, Condorito provocó carcajadas, pero por alguna razón siempre fue imposible dejar de leerlo. Con su humor de suegras mórbidas y falsos ciegos que mendigan, nunca se manejó en el terreno de lo que actualmente denominamos "humor inteligente". Pero su autenticidad y gentil incorrección lo hacían irresistible.
Jueves Legendarios
En 1955, la popularidad derivó en una revista recopilatoria y Pepo tuvo que contratar dibujantes para dar abasto. Condorito, sin embargo, no dejó de ser percibido como el personaje de un autor, que incluso lo usaba para vengarse de sus enemigos. Es famoso el grafiti "Muera el roto Quezada" que aparecía majaderamente en las paredes de sus decorados. Washington Quezada era un tipo que había sido muy insolente con la mujer de Ríos, por lo que merecía un doble desquite: Washington es también el perro de Condorito. Solo la noticia de su fallecimiento, muchos años después, detuvo este sui géneris escarnio... por un tiempo. Pepo luego se enteró de que la muerte había sido inventada por el astuto Quezada para que lo dejara en paz.
Condorito traspasó pronto las fronteras nacionales y fue recibido con entusiasmo por los países vecinos mientras se blanqueaba aquí y allá, como le pasó a Cantinflas (que también robaba en su primera película). Así, disminuyeron sus hurtos y borracheras, y abandonaba el cigarro en el 79. En los ochenta alcanzaría su mejor nivel gracias a la escasa oferta de trabajo para artistas creativos que había en plena dictadura de Pinochet. Esto le reportó a la apolítica revista dibujantes de primer nivel y los mejores guionistas, que cultivaron un humor simple pero de primera. Uno de sus viejos colaboradores recordaba "los jueves legendarios": "Ese era el día en que llegaban a la oficina los mejores cómicos a vendernos chistes".