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dark minnie el Usuariox se nos esta haciendo populardark minnie el Usuariox se nos esta haciendo popular
  
Wave orgia en la cena de empresa Calificación: de 5,00

Los mejores licores
Mi nombre es Sara, tengo 26 años, y os voy a contar cómo transcurrió mi cena de empresa. La cena pasó como cada año: ambiente distendido, risas, exceso de copas y la alegría ante la cesta de navidad. A diferencia del año anterior, el dueño esta vez se había gastado los cuartos y en los postres nos dio entradas a todos para una famosa discoteca cercana al restaurante.

Excepto unas pocas personas que argumentaban que sus mujeres o maridos y niños les esperaban en casa, prácticamente toda la plantilla, de unas 25 personas, nos fuimos al local. Para sorpresa de mi amiga y compañera Rocío, todos los jefes vinieron también. Nos sorprendió porque la edad media del lugar era muy inferior a la edad media de aquellos cuatro hombres: Marcelo (mi jefe) de 35 años, Andrés de 42, Antonio de 45 y
Aurelio, el dueño, de unos 55 años.
ROCÍO: mira, allá van los jefes, a la sala VIP.
SARA: seguro que se lo pasan en grande ¡ja!
ROCÍO: por cierto, has venido muy guapa.
SARA: gracias, tú también.
Rocío llevaba puesto un vestido dorado y yo un sencillo vestido negro, escotado y con minifalda del mismo color. Las chicas se tomaron un par de copas y se hicieron fotos y bailaron con los compañeros y compañeras. Pasadas un par de horas Rocío me dijo que iba a cotillear a ver qué hacían en la sala VIP. A ver si le invitaban a algo. Al cabo de un rato volvió y me dijo:

ROCÍO: ¡no veas qué muermo! Jajajaja. Me ha pedido tu jefe que vayas un momento.
Qué querría Marcelo, me pregunté. Entré en la sala y en seguida me di cuenta de la broma que me había gastado Rocío. Para empezar, aquello no era un muermo. Los cuatro jefes de la empresa bailaban al son de música con mucha marcha con cubatas en las manos. ¡Incluido el dueño de la empresa, el obeso Aurelio!
MARCELO: ¡Anda! ¿Tú también aquí? ¡Qué sorpresa Sara! ¿No te irás a ir corriendo como Rocío, verdad? ¡Qué maleducada!
SARA: no... Ella me dijo que me habías llamado.
MARCELO: ¿habéis oído chicos? ¡Será mentirosa! Venga ven guapa, te invitamos a una copa, que Don Aurelio se ha portado y tenemos barra libre.
Se le notaba más suelto de lo normal. El alcohol y la confianza de no hacer el ridículo al estar solos en aquella sala le hacía decir cosas que normalmente no habría dicho.
ANDRÉS: ¡venga baila un poco con nosotros!
ANTONIO: ¡eso! ¡Qué si no esto va a parecer un pub gay con tanto hombre junto!

Bailé tímidamente, pero a medida que el alcohol iba haciendo efecto me iba soltando más. Como si estuviera en una discoteca entre amigas. A ellos creo que les pasaba lo mismo, porque también se estaban desmelenando. No perdían oportunidad para cogerme de la cintura, de la mano o incluso de "accidentalmente" que su mano agarrara más debajo de la cintura y tocara un poco el culo.
MARCELO: ¡venga, gánate una subida de sueldo! ¡Haznos un striptease!
Todos nos reímos. Me subí un poco la parte de abajo del vestido en broma, como si fuera a hacer el striptease. Todos empezaron a gritar entusiasmados. Cuando no hice nada más se quejaron con frustración.
MARCELO: uhhh, fueraaaaa. Venga, vámonos a tomarnos todos una copa a la barra.
Me senté en una silla cruzando mis blancas piernas al tiempo que Don Aurelio preparaba los cubatas. ¡Nuestro jefe nos servía a todos!
Andrés acercó su mano para tocarme una pierna. Se la aparté de un golpecito con mi mano entre risas. Marcelo se acercó y atacó de la misma forma por el otro lado, consiguiendo llegar a mi pierna, donde noté su mano caliente.
SARA: ehhhh ¿qué haces?
MARCELO: ya que no nos has hecho el striptease, al menos tenemos que confirmarnos con algo.

Justo en ese momento alguien vino por detrás y me agarró las tetas pegando su cuerpo contra mí.
SARA: ¡pero qué co...!
AURELIO: mmm. ¡Qué tetitas tan ricas tienes!
Conocí en seguida la voz del dueño de la empresa, que me susurraba al oído.
SARA: Do... Don Aurelio. ¿Qué hace?
AURELIO: nos vas a alegrar la noche a todos. Venga, pórtate bien con tus jefes, y seguro que nosotros nos acordamos y la semana que viene nos portaremos bien contigo en la oficina.

Me quedé anonadada mientras el gordo se iba y se sentaba en el sofá. ¿Qué debía hacer? ¡Estaba en un compromiso! ¡En un aprieto!
Mientras barajaba las distintas posibilidades, Andrés y Marcelo se habían puesto manos a la obra y me estaban acariciando cada uno una pierna.
Antonio se pegó a mí, y pude notar el bulto de su pantalón sobre mi culo. Me susurró al oído:
ANTONIO: Ya has oído al jefe. ¿Qué harás? ¿O eres una acojonada?

Me giré y le agarré el paquete diciéndole con chulería:
SARA: los acojonados vais a ser vosotros, que no me vais a durar ni un minuto.
Mi jefe se rió y se abrazó a mí. Puso sus manazas sobre mi culo y me empezó a besar el cuello. Andrés me manoseó un pecho y Antonio me acarició las piernas.
Me aparté un poco de ellos y les enseñé, ante su sorpresa, mis tetas apretujadas en mi precioso sujetador negro con relleno. Realmente se veían más grandes de lo que eran en realidad. Los hombres empezaron a silbar y decir guarradas.

Les di la espalda y me dirigí con paso resuelto hacia el sofá donde se sentaba el dueño de la empresa. Haciendo acopio de valor, cogí y me subí encima de él arremangando mi falda. Él no me puso las manos encima, así que le cabalgue un poco colocando mis manos encima de mi cabeza. El resto de la tropa silbaba y arengaba a Don Aurelio para que me follara, a lo que él respondía riéndose lleno de felicidad.
AURELIO: venga, ves con ellos. Ya me ocuparé más tarde de ti.
Me levanté y me dirigí a la barra. Me senté en el taburete como si no pasara nada. Mis compañeros se acercaron como aves de rapiña.
Antonio me desabrochó el sujetador, me lo quitó y sacó mis tetas por encima del vestido. Andrés no perdió ni un segundo empezó a chuparme las tetas. Miré a Marcelo y me le encontré mirándome y masturbándose con un pequeño pene en la mano.
SARA: ¿Quién es mi jefecito preferido?

Me acerqué a mi jefe, me arrodillé y empecé a chuparle la polla con la lengua. Marcelo gemía de placer y no pudo evitar elevar un poco el tono cuando empecé a chupársela con ahínco. Antonio y Andrés se acercaron con sus pistolas cargadas. Empecé a chupársela a aquellos hombres por turnos. Mientras se la chupaba a uno, masturbaba a otro.
ANTONIO: venga, vamos al sofá.
Los hombres se sentaron en el sofá. Fui pasando de uno a uno – excepto por Don Aurelio – chupándosela. Me detuve más tiempo del normal con Antonio, el cual me estrujaba las tetas como si fueran peluches. Aumenté adrede el ritmo hasta que se corrió en mi cara. Me acerqué a él y le dije al oído:
SARA: ¿ahora quién es el acojonado? ¡No me has durado nada!

No pude seguir metiéndome con aquel hombre, porque rompí mi discurso con un gemido. Alguien me había cogido el culo, y apartando mi tanga a un lado, me había penetrado. Me giré y pude ver a mi jefe follándome. Apoyé los brazos en el sofá mientras Marcelo me follaba a lo perrito. Aún no me había limpiado la cara y la tenía llena de semen.
Marcelo me dio un cachete en el culo mientras me follaba con más fuerza.
MARCELO: mi querida Sara. Cuántas veces me he imaginado tener tu culo entre mis manos.
SARA: métemelaaa, ahhhhh, mássss, síiiiiii

Andrés se acercó a mí, y me puso su polla al lado de la cara. Entendí en seguida qué quería y empecé a chupársela. El hombre al que le estaba haciendo una mamada me pidió que nos pusiéramos más cómodos. El se sentó en el sofá y yo me puse a cuatro patas esperando la polla de Marcelo. Me la empezó a meter con buen ritmo al tiempo que Andrés me tocaba las tetas.
SARA: Jefe ¿no le vas a dejar a Antonio que se divierta también un poco?
Le sonreí mientras le pasaba la lengua por el prepucio.
Cambiamos de postura y empecé a cabalgar a Andrés mientras se la chupaba a mi jefe.
Los hombres no tardaron mucho en estar a punto de correrse. Mi jefe me llenó la cara de semen mientras Andrés aún me estaba follando. Éste se sacó la polla de mi coñito y empezó a correrse sobre mi abdomen.
Nos sentamos en el sofá justo cuando Don Aurelio empezó a aplaudir.
AURELIO: bravo, bravo. Ahora me toca a mí.

El resto de hombres se fue al baño y no tardó en desaparecer, dejándome a mí sola ante el dueño de la empresa. Tenía un poco de miedo.
AURELIO: desnúdame.
Obedecí. Fue trabajoso quitarle toda la ropa al hombre, debido a su tamaño y peso.
AURELIO: ahora túmbate bien abierta de piernas. Te voy a dar lo que estos mariconazos no han sido capaces.
Le esperé con las piernas abiertas y tumbada boca arriba. Su panza no me dejaba bien ver su pene. El hombre se tumbó encima de mí, dejando caer todo su peso sobre mi cuerpo. Me sentía aplastada, como si se hubiera derrumbado un edificio encima de mí.
Empezó a besarme en los labios a pesar de los restos de semen que tenía esparcidos por toda la cara. Finalmente el hombre atinó y me la metió de un golpe.
Grité.
Aquel cincuentón tenía una polla realmente gorda. El hombre empezó a follarme como una morsa en celo. Me sentía realmente aprisionada bajo toda aquella carne.
SARA: Don Aurelio, qué gorda la tiene.
AURELIO: Te voy a follar como no te han follado nunca.
El hombre se sentó.
AURELIO: ven, móntate.
Me subí al caballito sobre el gigantón. Él me la metió.
AURELIO: Ahora verás cómo se folla a una tía buena.
Me agarró el culo y empezó a moverlo muy rápido. Me estaba follando como si estuviera zarandeando a un delincuente para hacerle caer las monedas robadas. Yo gemía como una perra y estallé en un gran orgasmo. Le grité que parara, pero siguió follándome. No pude evitar tener un segundo orgasmo y entonces paré. Estaba agotada. El hombre sudaba como si hubiera pasado toda la noche en el gimnasio.
AURELIO: ¿Te ha gustado pequeña?
Le respondí con la respiración entrecortada.
SARA: Sss.. ¡sí! ¿Cómo ha aguantado sin correrse?
Él se rió.

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Última edición por ! Master !; 02-04-2011 a las 13:26:38 Razón: Enlances a otra página.
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