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EL PAISA701
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Predeterminado Respuesta: "la real esencia de la materia"

¿Cómo Vemos, Oímos y Degustamos?

El acto de ver se verifica de una manera muy avanzada, técnicamente hablando. Racimos de luz (fotones) que viajan del objeto a la vista, pasan a través de las lentes que están en la parte de adelante del ojo. Allí se quiebran y se proyectan de manera invertida sobre la retina, ubicada en el fondo del ojo. La luz que choca allí se convierte en señales eléctricas y se transmiten a través de las neuronas a un pequeño punto, llamado "centro de la visión", colocado en la zona posterior del cerebro. Allí la señal eléctrica se percibe como una imagen después de una serie de procesos. El acto de ver tiene lugar realmente en ese pequeño punto, el cual es obscuro, totalmente aislado de la luz.

Reconsideremos este proceso aparentemente común y ordinario. Cuando decimos que "vemos", en realidad lo que estamos viendo son los efectos de los impulsos que llegan a nuestros ojos y que son inducidos a nuestros cerebros después de transformarse en señales eléctricas. Es decir, lo que percibimos realmente en el hecho de "ver" se trata de señales eléctricas en el cerebro.


Todas las imágenes que observamos se forman en el centro de la visión, el cual ocupa solamente unos pocos centímetros cúbicos del cerebro. El libro que ahora lee y el paisaje que observa cuando otea el horizonte, se acomoda en ese pequeño espacio. Otra cosa que hay que tener en cuenta es que, como dijimos antes, el cerebro está aislado de la luz. Su interior es absolutamente obscuro. El cerebro no tiene ningún contacto directo con la luz.


Podemos explicar esta situación con un ejemplo. Supongamos que frente a nosotros arde una vela. Podemos sentarnos frente a ella y observarla por bastante tiempo. Sin embargo, durante ese período de tiempo el cerebro nunca tiene contacto directo con la luz de la vela.


Incluso mientras la vemos, en el cerebro hay una obscuridad completa, aunque observamos un mundo brillante y colorido con el mismo.
R. L. Gregory expresa así el milagroso hecho de la visión, algo que consideramos de lo más "normal": Estamos tan familiarizados con la visión, que hay que realizar un esfuerzo de compresión para entender los problemas a ser resueltos en la materia.



Considerémoslos. En el ojo recibimos pequeñas imágenes invertidas y vemos objetos sólidos en el espacio que nos rodea. A partir de los modelos de simulación sobre las retinas, percibimos el mundo de los objetos, y esto no es menos que un milagro. 3
La misma situación se aplica a todos nuestros sentidos. Lo que se oye, palpa, degusta y huele, es transmitido al cerebro como señales eléctricas que se perciben en los centros apropiados del cerebro.


Veamos cómo opera la audición. El oído externo recoge los sonidos por medio de la aurícula de la oreja y los dirige al oído medio, el cual transmite las vibraciones sonoras intensificadas al oído interno. Éste envía esas vibraciones al cerebro traducidas en señales eléctricas. Igual que lo que sucede con la vista, el acto de oír finaliza en el centro de audición en el cerebro, que está aislado del sonido igual que de la luz. Por lo tanto, independientemente del ruido que hay en el exterior, el interior del cerebro está en un completo silencio.


Con todo, incluso los sonidos más sutiles son percibidos en el cerebro. Es tal la calidad del oído sano, que oye todo sin ruidos atmosféricos o interferencias. En el cerebro, que está aislado de las ondas auditivas, se oyen las sinfonías de una orquesta, todos los ruidos de una plaza llena de gente y todos los sonidos dentro de una amplia frecuencia que va desde el susurro de una hoja al estruendo de los aviones a chorro. Sin embargo, si se midiese en el cerebro el nivel de sonido, por medio de un dispositivo apropiado, se vería que allí prevalece un silencio completo.


La percepción de los olores se conduce de una manera similar. Moléculas volátiles emitidas por una vainilla o una rosa son captadas por la persona en los delicados pelillos en el epitelio de la nariz, y allí interactúan. Esa interacción es transmitida al cerebro como señales eléctricas y percibidas como olor.



Todo lo que olemos, bueno o malo, no es más que la percepción del cerebro de las interacciones de moléculas volátiles (con el tejido epitelial) después de haberse transformado en señales eléctricas. Es en el cerebro donde se percibe la esencia de un perfume, de una flor o de un alimento que nos gusta, o el olor del mar o de cualquier otra cosa que nos resulte agradable o desagradable.



Las moléculas en sí nunca llegan al cerebro. Al igual que en los casos del sonido y de la visión, lo que llega al cerebro es, simplemente, señales eléctricas. En otras palabras, todos los olores que se presuponen pertenecen a objetos del mundo exterior desde el día en que uno nace, son señales eléctricas que se perciben a través de los órganos del sentido olfativo.


De la misma manera, en la parte de adelante de la lengua hay cuatro tipos distintos de receptores químicos. Pertenecen al gusto de lo salado, lo dulce, lo amargo y lo agrio o ácido. Los receptores gustativos transforman esas percepciones en señales eléctricas después de una cadena de procesos químicos, las cuales, transmitidas al cerebro, son percibidas por éste como "gustos". Cuando se come un chocolate o una fruta que gusta, ese gusto es la interpretación por parte del cerebro de señales eléctricas. Nunca se puede llegar al objeto en el exterior, es decir, nunca se puede ver, oler o degustar el chocolate en sí.



Por ejemplo, si se cortasen los nervios gustativos que van al cerebro, nada de lo que se come en ese momento llegaría como información eléctrica allí, con lo cual se perdería el sentido del gusto.
Aquí nos encontramos con otra realidad. Nunca podemos estar seguro de que dos personas sientan el mismo gusto a un alimento, o que una perciba la misma voz que oye otra. Al respecto dice Lincoln Barnett que nadie puede saber si otra persona percibe el color rojo u oye una nota determinada igual que uno. 4


Nuestro sentido del tacto opera también de manera similar. Cuando se toca un objeto, toda la información que nos ayuda a reconocer el mundo externo y los objetos es transmitida al cerebro por los nervios de dicho sentido ubicados en la piel. El sentido del tacto se forma en el cerebro. Contrariamente a la creencia general, el lugar donde percibimos el sentido del tacto no es en la punta de los dedos o en la piel sino en el centro del tacto en el cerebro.



Como resultado de la evaluación de los estímulos eléctricos que provienen de los objetos por parte del cerebro, percibimos distintas sensaciones de los mismos, como ser, blandura, dureza, calor o frío. Todos los detalles que nos ayudan a reconocer un objeto derivan de esos estímulos. Respecto a este hecho importante, opinan los conocidos filósofos B. Russell y L. Wittgeinstein:



Por ejemplo, si un limón existe realmente o no, y cómo pasó a existir, no puede ser cuestionado ni investigado. El limón consiste, simplemente, de un gusto sentido por la lengua, un olor sentido por la nariz, un color y una forma percibidos por los ojos; y solamente esos rasgos del elemento en cuestión no pueden someterse a evaluación y examen. La ciencia nunca puede conocer el mundo físico. 5


Nos es imposible alcanzar el mundo físico. Todos los objetos que nos rodean son un conjunto de percepciones que provienen, por ejemplo, de la audición, la visión y el tacto. Esos datos, al procesarlos en los centros correspondientes del cerebro, a lo largo de la vida, no confrontan el "original" del asunto o cosa que existe en el exterior, sino más bien a la copia que se forma en el cerebro. Es en este punto donde nos extraviamos, al asumir que esa copia es la cosa existente en el exterior.

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