Los soldados que quedaron mutilados persiguiendo al jefe militar de las Farc.

A las 8:00 de la mañana del pasado 23 de septiembre, el soldado Martínez quedó de una sola pieza cuando uno de sus compañeros llegó presuroso, apoyándose en las muletas, a darle la noticia: "se bajaron a Jojoy".
Los primeros segundos fueron de silencio y escepticismo total. Después los gritos inundaron al alojamiento del Batallón de Sanidad del Ejército.
"No celebrábamos la muerte del guerrillero, sino el éxito de la Operación 'Sodoma', porque la sentíamos también como nuestra... Total nos quedamos mochos por perseguirlo", dice Martínez.
En marzo, seis meses antes del golpe al máximo líder militar de las Farc, en las selvas del Meta, los soldados de las Fuerzas Especiales, algunos de ellos adscritos a la Fudra, soñaban con el momento de la captura y de la gloria. Muchas veces habían tenido muy cerca a 'Jorge Briceño' y sabían cada uno de sus movimientos, pero la manigua era su peor enemigo y él lograba burlar todos los cercos, cada vez con mayor astucia.
"La noticia nos alegró por los compañeros que alcanzaron la gloria de vivir el momento, pero inmediatamente vino la tristeza porque nosotros también teníamos que estar ahí... Pero no alcanzamos", agrega Tapiero, otro de los soldados.
Su mérito no fue el de llegar al campamento de 'Jojoy', porque quedaron mutilados por la acción de las minas. "Cuando me pregunten qué hice como militar para dar con 'Jorge Briceño', voy a responder: nuestras piernas se quedaron en el monte. Dejé mis piernas en la selva buscando al 'Mono Jojoy'", se apresura a señalar Zambrano.
Ni él ni sus otros compañeros, que a inicios del 2010 eran de los más selectos comandos de las Fuerzas Especiales, la Agrupación de Lanceros y la Fudra, se amilanan ante el lente de la cámara que los busca sin muletas y sin prótesis.
'Lanzas y mochos'
Algunos todavía no las pueden manejar y a otros apenas les están acabando de cicatrizar las heridas. Todos son jóvenes entre los 21 y 28 años y por ahora lo único que tienen claro es que van a estudiar algo, aunque les gustaría quedarse en el Ejército.
Ese por lo menos es el deseo de Zambrano y Martínez, quienes se autodenominan 'lanzas y mochos'.
Ingresaron el mismo día a prestar el servicio militar, luego estuvieron en el mismo curso de Soldado Profesional y de Lancero y fueron enviados al mismo batallón: el Contraguerrilla 21.
Pero no bastando con eso, la primera semana de julio cuando avanzaban por Caño Negro, en jurisdicción de Santo Domingo (Meta) -la misma zona donde murió 'Jojoy'-, una mina sorprendió a Zambrano a la media mañana.
Unos minutos después, cien metros más adelante, cayó Martínez en otra mina. El primero perdió la pierna derecha y el otro la izquierda. Y así como se acompañaban en la selva, en medio de los patrullajes, ahora se apoyan para manejar las muletas.
"Son cosas de Dios. Si no éramos nosotros, era otro soldado. Lo importante ahora es que ese hombre ya no está para hacerle daño al país", dicen Sánchez y González.
El optimismo de estos jóvenes, que aún se sienten soldados, es capaz de hacer ver la más adversa dificultad como un mínimo inconveniente. La orientación sicológica que han recibido les ha ayudado a sobrellevar su drama y el de sus familias, tal vez por eso cuentan con orgullo sus hazañas en el frente de batalla.
"Nos entrenaron para soportar lo peor. Casi todos llevábamos cinco meses metidos en la selva tapándole todas las rutas de escape a 'Jojoy' y habíamos aprendido a conocer la zona a la perfección. Ahora somos un testimonio de lo que se sufrió para ubicarlo y darle el golpe final".
El eterno drama: la dura tarea de rehabilitar mutilados
El Hospital Militar y el Batallón de Sanidad del Ejército atienden anualmente un promedio de 200 soldados mutilados por minas. A las Farc, construir e instalar un artefacto de estos les puede costar entre 12 mil y 20 mil pesos, mientras que atender y rehabilitar un mutilado vale entre 20 y 40 millones.
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