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Antiguo 04-02-2011 , 11:20:15   #3
serpiente65
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serpiente65 el Usuariox esta entre el bien y el mal
  
Predeterminado cristina y el viejo parte (2) 3

Por favor señor... soy una mujer casada.
Les encantaba, no había duda. Disfrutaban de la voz suplicante y el cuerpo sumiso. Esta vez las dos manos se escabulleron bajo mi peto; no puedo negar que lo deseaba. Cerré los ojos y volví a dejarme hacer; sabia que los tipos a mi alrededor miraban y esperaban con ansias su turno; eso era precisamente lo que quería Don Tito; si se acerco y me punteo descaradamente no fue mas que para mostrarles a esos hombres lo sumisa que podía ser ante el avance de quien quisiera aprovecharse de mí.
La mano de aquel anciano degenerado había tomado confianza, sus caricias sobre la parte interior de mi pierna se deslizaron en un suave y violento vaivén hasta desaparecer bajo mi faldita. Cuando el tercer extraño se apego a mi cuerpo, para hacerme sentir su palpitante bulto....
Por favor señor... soy una mujer casada. .....y masajear mis pechos, sentí los dedos del anciano apartar mi ropa interior y bañarse en los jugos de mi conchita. Lo mire y me encontré con su sonrisa malévola. Observó detenidamente los cambios en mi rostro cuando empezó a juguetear con mi desprotegido clítoris. La sensación de ser manoseada a placer por aquellos extraños y a vista y paciencia de quien sabe quien, me tenia al borde de la locura, apenas podía aguantar los gritos de placer. La respuesta a los punteos del extraño de turno (un tipo muy moreno y algo bajito) eran innatas, no me importaba tener que inclinarme un poco para que mis nalgas alcanzaran su paquete. A ratos se quedaba quieto para sentir como yo restregaba mi cola en su tranca; incluso fue así como termino. Estaba quieto, disfrutando de mis movimientos y de repente se agarro bien de mis pechos y me dio un fuerte empellón, pude sentir los palpitos de su miembro escupiendo su ardiente leche. Cuando estuve momentáneamente libre, mis ojos se clavaron en el anciano que acariciaba mi hambriento coñito. Recordé las instrucciones de Don Tito.
Por favor señor... soy una mujer casada. Le dije.
Su sonrisa se acentuó y lentamente empezó a meter sus dedos en mi conchita; no pude evitar morder mi labio inferior para contener un gemido, el viejo asqueroso se deleitaba con los estragos que estaba provocando en mi entrepierna y mi cuerpo no tenia fuerzas para resistirse. En eso sentí unas inquietas manos que se metieron bajo mi falda; alguien manoseaba y apretaba mis nalgas a placer. Desvié mi atención del anciano y vi al mocoso del pasillo completamente extasiado magreandome la cola, "¿qué puedo hacer? es su turno de usarme un rato" pensé, y me deje hacer.
Dos dedos del anciano jugaban dentro de mí, mientras su pulgar rozaba hábilmente mi clítoris. Realmente lo hacia bien y me traía al borde del orgasmo, el vejete tenia su experiencia. Pensé en la calentura de ese viejo al estar jugando con la entrepierna de una mujer como yo, preciosa y de la edad de su nieta y ya no pude mas. Me costo demasiado disimular el orgasmo que invadió mi cuerpo, cerré las piernas atrapando la mano del viejo quien siguió revolviendo con violencia sus dedos en mi coñito. Por si fuera poco, el mocoso se abrió paso bajo mi tanga y presiono con uno de sus dedos mi agujerito posterior. El orgasmo no hizo mas que acrecentar mi excitación "¡Disfrutas como perra!" me dije y me excite mas, mis caderas se movía sensualmente para el gusto de los tipos que observaban el espectáculo; cuando mire había tres o cuatro hombre mirando y esperando su turno. Era una puta y estaba mas excitada y descontrolada que nunca; si alguien quería que se la chupara, solo tenia que pedirlo.
Un hombre muy moreno y de mal ver se acerco y empujo al mocoso; sin embargo el chico mantuvo su posición y lo encaro.
¡Espera tu turno idiota!reclamo el muchacho.
El otro tipo lo empujo nuevamente y me dio un buen agarron en la cola. Se disponía a abrazarme cuando el muchacho volvió a intervenir, pero esta vez me di cuenta que traía una corta pluma en la mano. Me quede helada.
Estaba demasiado excitada y asustada al mismo tiempo, me quede en blanco. Un apretón en el brazo me hizo reaccionar. Don Tito, que se había dedicado a disfrutar del espectáculo, me hacia señas para que bajara del bus. No sé si fueron los nervios o la conducta innata de la perra dentro de mi por obedecer al viejo, pero de inmediato me abrí paso a la puerta de atrás, y aprovechando que el bus estaba detenido baje rápidamente detrás de Don Tito. La puerta se cerro y el bus prosiguió su marcha.
Me sentí momentáneamente a salvo, pero vi que el bus se detenía veinte metros mas haya y bajaban tres hombres de los que había visto esperando su turno. Me calenté y asuste al mismo tiempo. La perra entro de mi quería entregarse a las perversiones de aquellos hombres, pero la esposa gritaba porque la dejaran volver a casa y esperar a su marido. Don Tito me agarro del brazo, abrió la puerta de un auto que se detuvo frente a nosotros y me subió detrás suyo al vehículo. A una orden de mi vecino el conductor se puso en marcha. Me di cuenta que escapábamos en un taxi.
El taxista se me quedo viendo por el espejo, seguramente pensaba que éramos padre he hija; esa idea aumento el morbo. Don Tito tenia una sonrisa de satisfacción en la cara; no era para menos, me había comportado como él lo había planeado. Seguramente al verme deseada por todos esos hombres inescrupulosos y luego verme disfrutar de sus avances a pesar de pedir que se detuvieran, lo habían llevado al paraíso del morbo.
De todas formas mis deseos seguían latentes, nadie había satisfecho mi calentura de perra y muy a mi pesar sabia que Pablo, mi amado marido, no podría hacerlo; necesitaba del viejo bastardo de mi vecino y él lo sabia. Me percate de las miradas lascivas del taxista, sabia que miraba mis piernas y que se esforzaba por ver mas halla ¿Cuánto querrá ver? me pregunte, la idea acentuó mi excitación; ya estaba entregada al morbo, la perra dentro de mí me dominaba y no podía hacer nada para detenerla. Abrí inocentemente mis piernas, delicadamente, sin que Don Tito se diera cuenta, le mostré mi ropa interior al taxista. El tipo era un cuarentón, muy morocho, macizó y se notaba que no era muy alto, mas bajo
que yo nunca podría estar con una mujer como yo Seguramente en casa le esperaba una esposa con sobre peso, morocha como él y con tres embarazos a cuestas. Sin embargo, en ese momento podía deleitar su vista con mi cuerpo. Las ideas en mi cabeza volaban y la ansiedad por ser usada crecía a cada instante. ¿No es cierto que mi nuerita es preciosa amigo? pregunto sonriente Don Tito mientras pasaba su mano por detrás para apoyarla en mi hombro.
El taxista no dijo nada....

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