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Antiguo 13-01-2011 , 11:36:14   #4
andrescorpion
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Predeterminado Respuesta: El mejor relato de incesto (hermanos)

Pero yo me estaba volviendo loca de placer, ya que cada movimiento suyo restregaba mis pechos contra su cuerpo y electrizaba mi piel, y entonces clavé mis uñas en su espalda. "M-mas, mas, ahhh, mas, mas."
"S-sí, -me dijo al oído. –mas, más te daré."
Me quedé mirando febrilmente al techo mientras que con cada acometida mis piernas temblaban en el aire, sintiendo como mi cuerpo se calentaba cada vez más, hasta que después de casi 10 minutos de castigo...
Grité y me retorcí en éxtasis debajo de mi hermano, abriendo la boca en mil poses lujuriosas y sin poder controlarme en absoluto, y justo en ese momento Raúl se apretó aún más a mí y me mordió deliciosamente el cuello, temblando con la más sexual agonía mientras su leche quedaba firmemente depositada en mi interior.
Dios, se vino adentro de mí, oh Dios.
Pero mis instintos seguían dominándome, y sólo atiné a gemir tiernamente mientras mi hermano continuaba apretando su miembro contra mi sexo, aunque acariciando suavemente mi cabello con sus dedos.
Nos quedamos así, debilitados pero juntos, durante varios minutos.
"Ahora, -nos interrumpió el americano. –María Elisa, debajo de la almohada hay una botellita, tómala."
Obedecí débilmente mientras mi hermano se sentaba en el borde de la cama, pero cuando vi la etiqueta de la botellita me quedé helada: "Lubricante".
"Oh Dios." me dije en shock.
"Silencio, muchacha, -Dijo Dave. –aplícaselo en el miembro a tu hermano, y luego ponte un poco también."
Me mordí los labios con nerviosismo mientras me inclinaba en la cama junto a mi hermano, dejando caer un poco de lubricante en la punta de su miembro para entonces a masajearlo suavemente con mis dedos.
Pero algo había cambiado en Raúl, ya que ahora me miraba fijamente, lo que interpreté como una señal de que la pastilla había ganado la batalla. Confundida, sólo atiné a sonreír ligeramente mientras continuaba cumpliendo con la orden, hasta que su miembro quedó completamente cubierto del lubricante.
Entonces me puse en 4 sobre la cama y, con mucho pudor, empecé a embarrar con mis dedos el lubricante alrededor de mi ano, en ocasiones metiendo un poco en mi interior con un suave masaje circular.
Pero Raúl no paraba de mirarme, hasta que finalmente no pudo más y…
…de un salto se acomodó detrás de mí y agarró mis caderas, cosa que me arrancó un tierno quejido, y entonces comenzó a frotar lentamente la punta de su verga entre mis nalgas, torturándome un poco con la ansiedad…
Hasta que con un empujón firme, profanó mi ano.
"¡Ah!" Abrí los ojos de par en par mientras apretaba las sabanas, sintiendo como mi cuerpo comenzaba a ser invadido por algo duro, venoso y caliente, hasta que finalmente quedé empalada por completo.
Y la sensación era… brutal. Animal. Exquisita.
En medio de tiernos gemidos levanté aún más el culo y arqueé la espalda, en actitud totalmente receptiva, y Raúl, al verme perder el control así, no tuvo piedad.
Con un gesto dominante me jaló agresivamente del cabello, obligándome a ver hacia el frente (y mi reflejo en uno de los espejos), y entonces empezó a reventarme el culo con su gruesa anaconda como si su vida dependiera de eso.
"Ay, ahhh, R-Raúl, m-mas, mas." Gemí con ternura una y otra vez, mirando como hipnotizada en el espejo las caras de lujuria que Raúl ponía al montarme.
Y él estaba como posesionado, sodomizándome de la forma más animal y primitiva posible, hasta que después de darme así durante varios minutos, su cuerpo se inclinó sobre el mío y me aprisionó contra la cama, colocando sus pies sobre mis tobillos para evitar que las moviera, al mismo tiempo que colocaba su brazo posesivamente bajo mi cabeza a modo de almohada.
"¿Quieres más?" Me dijo débilmente al oído, a lo que sólo pude responder con un débil. "Ajá."
Pero Raúl no me dio mi premio inmediatamente, sino que apretó sus caderas contra mis nalgas y empezó a moverse cadenciosamente en círculos, y entonces metió sus dedos en mi boca y empecé a chuparlos como desesperada. "Ahhhh, mmmmm, R-Raúl, ahhh."
Simplemente, la sensación era deliciosa. Sentirme así, tan sometida e indefensa, y con mi cuerpo en tal estado de excitación...
…me tenía sonriendo con malicia y pidiendo más.
Pero el castigo tenía que llegar, y de repente las caderas de mi hermano volvieron a martillear mi culo de atrás para adelante, con tanta energía que casi parecía que me fuera a clavar contra la cama. "¡Ah, R-Raúl, más, oh Dios, mas!"
"Así, -me dijo al oído. –muévete así, aprieta más el culo."
Asentí con una sonrisita traviesa, arañando las sabanas con desesperación mientras me culeaban como nunca en mi vida, hasta que después de casi 10 minutos de brutal sodomización…
…Raúl sacó su verga de mí y empezó a bañar mis nalgas y espalda con su leche ardiente, y entonces volvió a meterme la punta, a lo que yo respondí con total sumisión. "S-sí, dámela toda, toda."
Finalmente, después de dejarme toda empapada, mi hermano se dejó caer a mi lado, completamente exhausto y tembloroso.
Pero yo continué moviéndome suavemente contra la cama, fascinada al sentir las gotas de leche resbalando por mi piel, así como un delicioso dolorcito en el ano.
"Excelente. -dijo el americano con actitud complacida. –ahora, vístanse."
Oír eso rompió el trance sexual en el que estaba, y pensé que los efectos de la pastilla debían estar debilitándose, por lo que con mucho pudor intenté agarrar las sabanas para limpiar el semen que había quedado en mi cuerpo, pero el americano me detuvo: "No, no te limpies, ponte tu ropa así."
"P-pero…"
Pero era inútil discutir. Recogí mi tanga del suelo y lentamente la subí por mis piernas, aunque la sensación húmeda entre mis nalgas era un poco molesta. Con actitud resignada me puse mi bra también.
Raúl, mientras tanto, ya se había puesto su ropa, y muy atento recogió mi vestido del suelo y me lo dio, aunque de nuevo esquivaba mi mirada, señal de que también estaba superando los efectos de la pastilla.
Me mordí los labios mientras me ponía el vestido y me veía en los espejos, peinándome ligeramente por simple vanidad natural. En ese momento el americano se me acercó y me puso de nuevo la bolsa negra en la cabeza, así como a mi hermano, aunque me quedé muy intrigada cuando le dijo: "Ten, guarda esto. Lo necesitarás más adelante."
Claro, la curiosidad me quemaba, pero sabía que no podía ponerme a preguntar nada, ya que lo que más anhelaba era salir de ahí.
En ese momento sentí que alguien tomaba mi mano, igual que cuando nos trajeron al cuarto, y entonces nos fueron guiando de regreso por las escaleras y el pasillo hasta que llegamos a donde debía estar nuestro carro, en donde nos volvieron a meter en la cajuela, aunque me alegré mucho cuando sentí a Raúl junto a mí, y sin poder contenerme, lo abracé con todas mis fuerzas.
Acto 4: el regreso.
Durante un buen rato avanzamos por lo que sonaba como ciudad, hasta que finalmente nos detuvimos, y un segundo después la cajuela se abrió.
Tardamos unos segundos en salir, aún muy confundidos, pero cuando lo hicimos me quité la bolsa de la cabeza y pude ver que estábamos en una calle vacía en las afueras de la ciudad, y eran como las 5 de la tarde.
Rápidamente Raúl se puso al volante y yo me senté en el asiento del pasajero, y en medio del más abrumador silencio fuimos regresando a la ciudad.
Pero mi mente era un caos.
Muy a mi pesar, las escenas de lo sucedido se reproducían en mi mente una y otra vez, con la misma claridad como si lo estuviera viviendo de nuevo, y el hecho de que mi cuerpo volvía a reaccionar sexualmente ante ellas me hacía sentirme avergonzada, humillada, digna de nada.
Cerré los ojos, recordando la deliciosa sensación de tener la boca llena con el imponente miembro de Raúl, su respiración en mi cuello, la forma en que me había montado, el sutil dolorcito que aún sentía entre las nalgas…
N-no, no puedo tener estos pensamientos. No puedo. No debo.
Me cubrí la cara con las manos, sin saber si llorar o deprimirme, y así continuó el viaje hasta que finalmente llegamos a la casa, pero de repente Raúl se estacionó en un lugar oscuro de la calle y apagó el motor.
Silencio absoluto.
"María Elisa, -dijo Raúl en voz baja. -¿Crees que… deberíamos decirle a nuestros padres?"
"NO. -Lo miré asustada. –N-no, ¡Por Dios, ni se te ocurra!"
"Pero…"
"Raúl, -lo miré suplicante. –lo que acaba de pasar, pasó. No se lo diremos a nadie."
"Está bien, -suspiró ligeramente. –te lo prometo."
"Raúl, -adopté una voz más tierna. -¿Estas bien?"
Mi hermano miró con tristeza hacia abajo. "Si, creo… no sé."
Me mordí los labios sin saber qué hacer, y entonces recordé algo: "¿Qué fue lo que te dio el americano?"
Raúl empezó a buscar algo en la bolsa de su pantalón. "No sé, puso algo en mi bolso, pero se me había olvidado checar."
Me quedé asombrada cuando Raúl encontró una pequeña bolsita transparente, la cual estaba llena de pastillas rojas y rosa. "Oh, Dios."
Raúl me miró fijamente a los ojos, esperando una reacción de mi parte, pero al ver mi indecisión sacó lentamente la bolsa por la ventana para tirarlas.
Pero inmediatamente le detuve el brazo…
…y no hizo falta decir más.
Nos quedamos mirando durante varios segundos, hasta que muy lentamente Raúl puso la bolsita en mi regazo.
"¿Estas segura?" preguntó en voz baja.
Asentí ligeramente. "Ajá".
Raúl prendió el carro nuevamente, aunque sonriendo ligeramente. Y así, con nuestro futuro irremediablemente torcido a partir de ahora…
…regresamos a la casa.

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