ESTE ARTICULO PERTENECE A LA EDICION No. 2 (NOVIEMBRE DE 2005)
La desaparición “programada” del gusano de Guinea
No hay vacuna ni cura. Es imposible desarrollar inmunidad a la dracunculosis, enfermedad causada por este parásito de un metro de largo y con el grosor de un hilo de coser.
Durante milenios —desde que el hombre ha vadeado lagos y estanques en busca de agua, el gusano de Guinea ha sido un azote para la humanidad. Y aunque se avecina la desaparición del parásito, los trabajadores de la salud que tratan de resolver los últimos casos del mundo encaran una tarea cada vez más difícil. Con el fin de acabar con los bastiones restantes de la enfermedad, se deben modificar las conductas de los habitantes de algunas de las regiones más pobres y abandonadas del planeta.
La fecha propuesta para poner fin a la dracunculosis es el 2009 y, de respetarse, el gusano de Guinea pasará a la historia como la segunda enfermedad (después de la viruela) y el primer parásito humano erradicado del planeta. El Centro Carter, que desde 1986 ha dirigido una iniciativa para contener la plaga, informa que sólo quedan unos 16 mil casos, todos ellos en África.
Las larvas del gusano de Guinea viven en diminutos crustáceos conocidos como pulgas de agua. Cuando las personas beben líquidos contaminados con pulgas, sus sistemas digestivos destruyen a los crustáceos mas no a las larvas. Los gusanos machos mueren tras aparearse dentro del huésped, en tanto que las hembras crecen en un promedio de hasta dos centímetros por semana. Transcurrido más o menos un año, el gusano asoma la cabeza por un orificio que abre en las piernas o brazos del portador, provocando un dolor paralizante.
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