Tema: Memento.
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Antiguo 02-01-2011 , 21:51:35   #2
Samuelsb
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Predeterminado Respuesta: Memento.

-Soy la hermana de pelusa ¿lo recuerdas?
Claro, como olvidar a “Pelusa”, gran jugador de futbol amateur, no le vino en gana ser profesional y prefirió otras cosas. Sabía mover ese balón con clase, tenía un estilo único y le pegaba de una manera que era un sueño casi real imaginárselo jugando en la Bombonera o en el Estadio de Núñez y, ¿Por qué no? Quizás en el camp Nou. Pero “Pelusa” sólo quería dinero y no era precisamente a través del futbol, él quería dinero rápido, sin esfuerzo alguno, por ello decidió ser un matón, un ladrón de cuarta, alguien que ya no habitará en la memoria ni en la vida de quienes lo olvidamos.
-¿Pelusa? –le pregunte de forma despreocupada, aunque ya sabía cuál era el tipo del que ella me hablaba.
-Sí, tú vivías en Aranjuez, allá por el “Morro plancho”, eras muy joven, yo tenía 15 años cuando eso y tú 13 sino estoy mal. Te mantenías con Pelusa ¿lo recuerdas?
“Obvio Sandrita que te recuerdo, pensé, vos subías a la plancha de tu casa todos los días a colgar la ropa recién lavada o a broncearte, no había día que no subieras, siempre o en pantalonetas cortitas que dejaban ver esas piernas finas y bronceadas, que forraban ese culote que tenias o subías con faldas tan cortas que dejaban ver la multicoloridad de bragas que tenias: blancas, negras, azules, rojas, verdes… las que más me gustaban eran las negras y blancas que tenían encajes y se adecuaban muy bien a tu voluptuosa vagina. Todos los días de mi pubertad fuiste el motivo de mis actos onanistas mientras estabas en la plancha. Recuerdo muy bien que en mi habitación había una pequeña ventana por donde podía verte subir las escalas y observar lo que hacías en la plancha, cómo el viento mecía tus falditas y me dejaba vislumbrar el paraíso que se escondía en medio de tus carnosas piernas. Muy al estilo Bukowski eran estos encuentros lascivos contigo Sandrita, pero ya no eres la misma de antes el tiempo ha pasado sobre tu piel”.
-A tu hermano ya lo recordé –le dije- pero a ti no logro ubicarte.
-Yo salía con tu hermano Roberto, una vez… -su rostro se encendió de un rojo el cual me hizo notar su vergüenza.
-¡Ah sí! Esa vez.
“La recuerdo perfectamente Sandrita, la vez que me encontraba en la habitación de mi hermano buscando monedas para robarlas y ustedes dos irrumpieron en la casa creyendo que estaban solos, rápidamente se dirigieron a la habitación de él, me tocó esconderme en el closet y ser testigo de cómo se lo succionabas a mi hermano y luego cuando él ya la tenía dura por culpa de tus labios y lengua te cabalgo tres veces, dos de ellas de manera consecutiva, la tercera fue más prolongada y placentera para vos pues eso logre leer en tus gemidos y en tu forma de agarrarle con fuerza su piel como tratando de rasgársela. Esa fue una de las horas más deleitables en mi vida ya que me maquine por ti no sé cuantas veces, hasta que, cuando iban para el cuarto mi madre irrumpió de la nada y los sermoneo mientras los hacía vestir al instante, ¡Oh, que tetas las que tenías! ¿Aun siguen firmes cuan murallas que protegen tan sagrados templo que era tu cuerpo? No, no lo creo, ya al tener un hijo me imagino se cayeron, ya este tiempo ha sido inclemente contigo”, pensaba al tiempo que la miraba con cierta frialdad.
-¡Qué vergüenza! Eso no debió verlo tu mamá.
-A nadie le gustaría ver a un familiar muy cercano haciéndolo, es decir, a un hermano, al padre o la madre.
-¿Podemos cambiar de tema? –Hizo una larga pausa, de esas que se vuelven eternas entre dos personas que han agotado los temas de conversación-, entonces, ¿Ya me recuerdas?
-Sí, ya te recuerdo –me quede también en silencio, que incómodos son los mutismos cuando lo único que se pretende es callar, no decir más, si la gente pudiese comprender esos silencios haría gala de su bondad y abandonaría en el acto las conversaciones vacuas e insignificantes.
-¿Y te casaste?
-No.
-¿Por?
-No me interesa.
-¿En serio? ¿No piensas tener hijos, formar una familia?
-Me tiene sin cuidado, además con mis sobrinos me basta y me sobra, fuera de eso mi familia son los libros.
-¿Tu hermano tiene hijos?
-Sí, dos.
-Siempre fuiste un rebelde y aun lo sigues siendo.
-Siempre quise ser diferente y no lo he logrado. Hasta tú lo notas y lo llamas rebeldía.
Un bendito y nuevo silencio cayó entre los dos, ya me estaba exasperando la conversación fue así que decidí largarme pero ella insistió de nuevo.
-¿Sabias que mataron a Pelusa?
-Sí, algo oí hace mucho tiempo.
-Sí, se enredo con unas gentes que no debía y lo hicieron matar.
En ese preciso instante un ataque de risa me fue invadiendo, al principio fue una leve sonrisa, luego una risa hasta que subió gradualmente y se convirtió en carcajadas, Sandra me observaba con un rostro estupefacto y asombro a la vez, ¿pero yo que podía hacer? Como se le ocurría decir que fueron ellos los que hicieron matar a su hermanito, el tipo era un matón, un ladrón de pacotilla y le dieron su merecido porque como dice la canción de Rubén Blades “Quien a hierro mata, a hierro muere”, sin embargo, ¿Cómo decirle que me reía de su comentario tan frágil, tan repleto de subjetivaciones, que su hermano no era ningún ángel que por el contrario lo mataron por ser un cabrón? Que si fuera por mí hacía que de todos los seres humanos que lo conocimos borrasen de su cabeza a un sujeto como su hermano, que lo dejaran morir, que lo único que vino al mundo fue a estorbar, que por eso se le extermino como rata.
-¡Disculpa mi risa! Lo que sucede es que recordé una situación con Pelusa de cuando éramos pequeños, algo sin importancia.
-¿Me la puedes decir?
-No, sería avergonzarme ahora y ya basta de vergüenzas.
-Esta bien, oye, me gusto conversar contigo, deberías darme tu número para que lo hagamos de nuevo.
-Bueno –saque un papel y le anote el número de mi casa y del celular, la verdad sea dicha, sólo quería saber si aun tenía las piernas bronceadas y si sus tetas eran firmes como marfiles.
-¿Recuerdas a Luz Dary? –me pregunto con cierta venganza en sus palabras.
-¿Luz Dary? –pregunte arqueando mis cejas.
-Sí, la que le decían “el ganado” –en ese momento se rio de manera tan grotesca que me causo nauseas verle su boca abierta-, pues era la vieja mas “linda” –Hizo comillas con los dedos en el aire- según ustedes, tú querías ser su novio, de esa mujer que te gustaba tanto no queda nada, se engordo –y largo nuevamente a reír.
-No, no la recuerdo.
-Haz el esfuerzo.
Dios mío ¿Qué era esto, un recorderis de un pasado que no me interesaba, que para mí había muerto como aquellas personas que pasaron por él? Yo en ese tiempo era un idiota, ahora lo soy más pero al menos soy productivo y tengo dinero, en esa época las mujeres no me prestaban atención, hoy día tampoco, pero al menos tengo con que pagar algunos minutos de placer sin tener la necesidad de fusionar los sentimientos con sexo.
-No, no la recuerdo y la verdad no me interesa recordar a gente que han pasado de largo por mi vida, lo siento, no lo tomes a mal, pero de mi pasado sólo me interesan… nadie, absolutamente nadie y menos mujeres que su única misión en esas épocas eran ser bonitas, por eso casi ni te recuerdo, ni me pondré a recordar a otra persona que no tiene interés alguno para mí.
Me despedí y seguí mi camino rumbo a las cajas registradoras.


Samuel Salazar Blandón.

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Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni a la psicología ni la retorica. Jorge Luis Borges.
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