Desde que entregó la presidencia en agosto del año que termina, el ahora ex-presidente Álvaro Uribe se ha encargado de figurar permanentemente en el plano político, en una aparente necesidad incontenible de protagonismo o una pretensión de que la gente no lo olvide. ¿Qué tan sanas o qué tan perjudiciales son las continuas intervenciones de Uribe, ahora como un 'parroquiano' más?
No se puede cuestionar que Uribe aún sigue siendo una figura que da de qué hablar, no se duda que Uribe dejó la presidencia con alto índice de popularidad (que no quiere decir necesariamente aceptación)...pero ahora el ex-presidente parece tener pretensiones de "no ser olvidado" y seguir estando presente dentro del panorama político nacional. ¿Será que siente amenazado su legado?
Desde que la Corte Constitucional dio de baja la posibilidad de una segunda reelección para Uribe, el ahora presidente Juan Manuel Santos se convirtió en el abanderado del uribismo y basó su campaña en su mayoría en la labor y las ideas de Uribe. Esto, además de la flaqueza y debilidad de su más cercano contendor en las pasadas elecciones, Antanas Mockus, le ayudaron a ganar las elecciones con un resultado sin precedentes en la historia de este país.
Paradójicamente y contrario a lo que muchos contradictores de Uribe asumieron, el presidente Santos ha obrado bajo conceptos propios y con una retórica más sana, logrando reestablecer las relaciones con Ecuador y Venezuela, mejorando la relación con las Cortes y ofreciendo un trato más justo a la oposición, algo muy lejano de la toxicidad con que Uribe manejó la diplomacia y el trato a sus contradictores. Inclusive quiénes más se opusieron a Santos cuando era candidato reconocen un cambio positivo de Santos con respecto a su antecesor.
Sin embargo, esta nueva retórica no gusta a los uribistas más acérrimos, quienes ahora acusan a Santos de ser un traidor y de no gobernar bajo la retórica de Uribe. Hasta la misma bancada de La U, partido del presidente Santos, ha frenado proyectos como la Ley de Víctimas, ley que Uribe criticó mucho porque según él "pretendía criminalizar al ejército".
Pero Uribe ha ido más allá. Ahora que algunos de sus funcionarios se han visto implicados en problemas judiciales, se ha dedicado a criticar la labor de la CSJ a la vez que defiende con vehemencia a sus ex-funcionarios y los asesora para que busquen asilo en otros países. Y ni qué decir de sus intervenciones vía Twitter, en las cuales se ha empeñado en opinar constantemente su inconformidad o su beneplácito con lo que sucede en el país.
Por lo general los ex-presidentes se dedican a otras actividades o siguen en la política, y opinan sobre la actualidad del país pero muy rara vez. Pero Uribe es diferente, y parece estar empeñado en seguir siendo una influencia política, aunque a decir verdad esta actitud se está convirtiendo en una molestia y puede que llegue a entorpecer la labor del presidente Santos. ¿Será el miedo a la "muerte política"?, ¿o un caso grave de diarrea verbal?