De qué hablarían la mayoría de los columnistas si el ciudadano Uribe no saliera de cuando en vez a dar sus explosivas declaraciones? Menos mal que la semana pasada y desde algún lugar del mundo el ex Presidente, otrora salvador de la patria y hoy villano y tramposo politiquero -como lo llaman a boca llena-, escribió lo que tenía que escribir y que no es nada nuevo:
Que la Justicia en Colombia se politizó de tal manera que hoy algunos -y siquiera no todos- jueces y fiscales, y de ahí para arriba y para abajo, no responden sólo a la jurisprudencia y los códigos, sino a los directorios políticos, los varones electorales del momento y quién sabe a qué más personajes.
Según Uribe la Justicia se ha convertido en un poder inexpugnable al que todos le temen. Tienen hoy más poder los magistrados que los legisladores y más poder las Cortes que el Parlamento. Caer en desgracia con aquellos es cavar la fosa del aniquilamiento total.
Y todo por culpa de la Constitución del 91, embeleco jurídico que patasarribió al país sin que nadie se diera cuenta. Fue un gol sublime que ya no tiene reversa y que día a día cobra más inverosimilitudes.
Hay pánico y terror frente a los organismos judiciales. Cualquier funcionario de esta rama del poder puede enredarle la vida al más probo de los inocentes y, por esas cosas de nuestra Justicia, va a parar a la cárcel antes de que logre probar su inocencia.
En el caso de Uribe, él bien sabía lo que le esperaba. Fueron muchos los callos que pisó en este país de sepulcros blanqueados y ahora tan sólo le estamos mirando los lunares -algunos injustificables-, pero no para colocarlos a un lado de la balanza dejando al otro un vacío tan injusto como sospechoso.
Y como presumía también sabía lo que se le venía pierna arriba, debió prevenir a sus alfiles para que no los cogieran con los pantalones abajo y ellos, en pleno derecho, les salieron adelante a sus farisaicos acusadores. De lo contrario, ya estarían juzgados y condenados antes de ser oídos por la parcialidad que exige la Justicia.
Una cosa es que la era Uribe ya haya pasado (¿o no?) y otra que sus enemigos quieran mancillarlo y vituperarlo, exigiéndole además que se calle la boca. Pues ni lo uno ni lo otro. ¿Por qué tanta prevención y tanto temor por sus declaraciones? ¿Por qué le quieren impedir que se refiera a su obra y a su gestión?
¿Acaso no lo hicieron de Pastrana para abajo? ¿Querían que se fuera a criar caballos y a mirar para el cielo mientras se lo devoraban vivo?
A no dudarlo sus razones tendrá Uribe, razones que para él son de mucho peso y, como tal, es deber democrático respetar y analizar su posición. De lo contrario caeríamos en la satanización de una figura pública que está dando la cara -y de qué manera y no se esconde como lo hicieron tantos antecesores suyos para crear una cortina de humo y dejar que las cosas se enfriaran.
Que hable y que escriba las veces que quiera. Está en todo su derecho -insisto- como lo están sus opositores a quienes nadie les ha cortado ni la lengua ni las alas.