Cuan frágiles son las palabras para explicar momentos desdeñados por el humano común y corriente, en un sinfín de simulacros vivimos y en ese sinfín moriremos engañados, hablar del acto carnal en una sociedad viciada por la religión y por principios moralizantes tan abstractos que solo pretenden entender aquellos que dentro de sus hipócritas palabras buscan educar a un pueblo bruto, torpe y vacio como este, mas, a la hora de la verdad es un pueblo que fue cosido como una colcha de retazos con las sobras de mini pueblos esparcidos por toda esta región, la forma de unirlo ha sido tan sencilla que su moral aun prevalece por estas tierras.
La idea de la suciedad no es tan perversa en la literatura y sobre todo si esta es acompañada por la sexualidad humana –gran baluarte de la existencia- , hemos tenido la posibilidad que grandes escritores hablasen de ella: Sade, Miller, Bukowski, entre otros. Pero la suciedad es tan fundamental en nuestras cotidianas felaciones que recuerdo muy bien un libro que leí años atrás donde el hedor de carne, pescado, chorizo, excremento y orín eran las esencias puras para que dos andrajosos seres pudiesen penetrarse en los mercados de París.
Invoco a los cielos para que tanta tergiversación del ser sea quitada de nuestros ciegos ojos y podamos ver la realidad que no es otra cosa que la esencia del ser develada en un mundo que lo cohíbe y no lo deja ser, a saber, un orgasmo con cerebro y el poder de la palabra.
Samuel Salazar Blandón.