La mayoría de los caleños le hemos parado pocas bolas al escándalo que tiene tambaleando al alcalde de Bogotá Samuel Moreno, quizás por que pensamos que ese es un ‘problema de los rolos’, con el cual nosotros no tenemos nada que ver.

Crazo error. Sí tenemos mucho que ver. Primero porque Bogotá es la capital del país y lo que allí ocurre repercute en toda Colombia. Y segundo, porque lo acontencido allá guarda ciertas similitudes con algunos circunstancias registradas en Cali.

Para comenzar, tanto el gobierno de Moreno como el de Jorge Iván Ospina son de izquierda. Lo que podría parecer una anécdota, pero no lo es tanto. Porque los políticos de izquierda cuando son opositores suelen ser los adalides de la moralidad pública, pero cuando gobiernan, muchas veces se enloquecen con el poder y cometen desmanes mucho peores que los que suelen criticar desde la comodidad de la oposición.

El nepotismo, por ejemplo, parece ser un rasgo común a los gobiernos de izquierda. Hay nepotismo en Argentina, donde una pareja de esposos se rota la Presidencia como si fuera parte del patrimonio conyugal; en Venezuela el nepotismo parece ser política de Estado porque el padre de Hugo Chávez fue gobernador de Barinas, el departamento del cual es oriunda la familia, varios hermanos del dictador han sido ministros y no pocos primos han ocupado importantes cargos.

Ya en Colombia, la debilidad de los gobernantes zurdos parece ser por sus hermanos. En Bogotá, dicen que Samuel Moreno no da un paso sin consultarselo a Iván. La magnitud de la injerencia de este muy controvertido senador, que hizo una desastrosa Alcaldía en Bucaramanga, en la administración capitalina ha quedado al descubierto con el escándalo de la contratación, denunciada por sus propios colegionarios.

Las acusaciones que pesan sobre Iván Moreno son espeluznantes. Que tiene una cuenta en un paraíso fiscal, en la que consigna las comisiones que cobra a todo aquel que aspira ganarse un contrato de la Alcaldía del Distrito; que le cobró el 6% de comisión al grupo Nule para adjudicarle la troncal de la 26 de Transmilenio (comisión, que a algunos políticos locales les parecerá un despropósito. Por lo bajita); que intercedió para que a su mujer le otorgaran la concesión para hacer estaciones de gasolina en la vía Bogotá- Girardot. Mejor dicho, un prontuario difícil de superar.

Pero si el alcalde de Bogotá tiene un hermano incómodo, su colega de Cali tiene dos, tan hermanos como incómodos: Diego y Mauricio. Este último, que tuvo una inmensa influencia en los inicios de la Administración en el nombramiento de funcionarios (personajes tan importantes en el gobierno local como Luis Eduardo Barrera y Juan Diego Flórez, por mencionar dos, son cuota suya) y, según se denunció en el Concejo, también intervenía activa-mente en el otorgamiento de con-ratos y hasta tenía despacho en el CAM.

Parece que Mauricio ya no tiene mucho tiempo para intervenir en los asuntos del Municipio desde que es Senador, honor que alcanzó gracias al entusiasta apoyo de la mayoría de funcionarios municipales (porqué sino de donde hubiera sacado más de 40.000 votos). Dicen que su lugar lo tomó Diego, el otro hermano de Jorge Iván, quien al parecer es el nuevo poder detrás del trono en la Alcaldía.

Es cierto que hasta el momento en Cali no se han destapado irregularidades en la contratación como las detectadas en Bogotá. A lo mejor, porque aquí no han ocurrido. O a lo peor, porque nadie se ha dedicado a escarbar en los contratos suscritos por el Municipio, como lo hizo Gustavo Petro en Bogotá.

En un momento dado, un grupo de concejales, encabezado por Clementina Vélez, denunció la perniciosa influencia que tenían Mauricio y Diego en el gobierno local. Pero sospechosamente, no persistieron en sus cuestionamientos y, al contrario, los enterraron muy pronto. Y es que si algo ha aprendido el alcalde Ospina es cómo se controla el control político.

De cualquier modo es muy peligroso, muy aburrido, y de una pésima presentación, que los hermanos de un gobernante ejerzan semejante poder en una Administración. A Ospina, tirios y troyanos le hemos advertido en repetidas ocasiones sobre la inconveniencia de que sus hermanos anden rondando los temas municipales. Pero como él no suele pararle bolas a quienes le llevan la contraria, Diego Ospina continúa en sus andanzas.

Con esa actitud autista, el Alcalde le ha dado un inmenso papayazo a sus persistentes críticos que andan dedicados a regar por toda la ciudad la versión sobre el presunto enriquecimiento de la familia Ospina. Y más de uno se la está creyendo.

Mejor dicho, al ver lo ocurrido con los hermanos de Jorge Iván y de Samuel, el primer requisito que vamos a tener que exigirle a quien aspire a gobernar en Cali y en Bogotá, es que sea hijo único.