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Antiguo 05-10-2010 , 18:32:58   #2
Samuelsb
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Predeterminado Respuesta: Una historia en Dos Canciones.

II

“Divina obscenidad
dar el máximo de piel
sin librarte de mí.

Amo dejarte así.

Palabras profanas
de tu boca pura
toda mi dulzura
péndula sobre ti.

Amo dejarte así.
Amo quedarme así.

Amo dejarte así.
Amo quedarme así”.



Gustavo Cerati (Amo dejarte así).


Mi lengua recorría su espalda, Camila mordía sus labios, luego mi mano derecha tocaba apasionadamente su pantorrilla y mi izquierda su entre pierna, mientras que ella con sus manos se aferraba a la almohada, su lengua también mojaba sus labios.
-Tócame Samuel, no te detengas, tú sabes cómo me gusta, me tienes excitada… ¡oh! Samuel, quisiera llegar al cielo en una nube de lenguas y manos que recorren todo mi cuerpo.
-Entonces haré todo lo posible por no dejar ningún lugar de tu cuerpo sin tocar.
-Eso espero, pero vamos –gimió en ese preciso instante- no te vayas a detener.
Trate de entrar por ese mundo maravilloso que era su sexo con uno de mis dedos, o quizás con dos ¡lo logre! Camila soltó su segundo gemido en menos de un minuto, sabía muy bien que habían sido gemidos de satisfacción, tras ellos venían unos pequeños espasmos que hacían que su cuerpo se tensionara de manera menuda, comprendí que desde ese día los juegos previos debían ser intensos tal y como lo eran en ese preciso instante; así fue como el acto de la fallatio se me había olvidado por completo, estaba sumergido en un sueño placentero del cual no deseaba escapar.
Teníamos en nuestras cabezas dos botellas de vino tinto, así que la creatividad y la lujuria estaban al orden del día, la poca sobriedad que siempre me caracterizaba y me mantenía atento a los signos de los tiempos se había perdido.
-Espera –le dije de repente, ella con su rostro numinoso me miro-, ya vuelvo.
-¿Dónde vas?
-Necesito un trago.
-No te demores.
Salí a la sala, aun sonaba en el equipo Soda –canción animal-, agarre la botella, quedaba poco en su contenido, también las dos copas, mi pulso agitado, de nuevo entre a la habitación, Camila con su desnudes recreaba la cama, las camas son tan vacías que solo tienen vida cuando los cuerpos luchan entre sí desnudos. Estaba boca arriba, ahora tocaba su propio sexo y senos, su lengua jugueteaba entre sus labios, es decir, la pasaba por encima de ellos al tiempo que mientras los recorría lo iba mojando y la guardaba, sus labios se entre unían en una mordida suave.
Serví los tragos.
-Hoy será el mejor sexo del mundo que voy a tener en mi vida –lo pensé-.
Le estire su copa pero tenía los ojos cerrados, así que decidí en un momento de locura derramarlo por todo su cuerpo. De su boca salió un ¡ah! No se lo esperaba, tome mi trago de una sola vez, comenzó a esparcir el vino por sus pechos y su sexo, luego se llevo su mano a la boca y la lamio.
Me arroje sobre su cuerpo como cazador que acecha a su presa, ¡no! Fue lo único que escuche salir de sus labios, pero ya se había doblegado a mis deseos; recorrí su cuerpo y tal como se lo prometí, no deje ningún lugar o rincón de su cuerpo sin tocar.
-Samuel, no aguanto más –me dijo excitada-, ya es hora, entra en mi.
Entonces, cogí mi sexo entre mis manos y lo prepare para que entrase en ese mundo fantástico de la vida eterna –pues siempre he considerado que la vida después de la vida debe ser un constante orgasmo-, así fue: mi sexo entro por su sexo húmedo. En ese preciso instante, se apodero de mi la idea loca de dejar las cosas y esa situación ahí. Salirme de ella y hacer que el acto acabase.
Pero Camila jadeaba, mordía, apretaba, respiraba de manera espasmódica y tensionaba todo su ser ¿Por qué no hacerlo?
Sin pensarlo mi sexo salió estrepitosamente del suyo, me senté en la cama, ella me abrazo por detrás mientras mordía mi cuello, bajo una de sus manos –no recuerdo cual- cogió mi sexo y lo empezó a agitar.
Yo emocionado -¡oh! No se imaginan cuanto- tanto por lo que Camila me hacia –ese éxtasis- como lo que yo había también determinado hacer; atrapo su mano con la mía y se la retire, sentí la consternación de su ser pues no quería ella renunciar, así que me puse de pie, observe en el piso y cogí mis bóxer, me los puse, ella me miraba con asombro.
-¿Qué haces? –me pregunto.
-Nada –le respondí tranquilamente- voy por una cerveza.
-Pero… yo no tengo cerveza.
-Por eso, voy por una cerveza a la calle.
-¿Qué dices?
-Sí, voy por una cerveza, ya vuelvo.
-¿Ya vuelvo? ¿Cuál ya vuelvo? –En ese instante me puse el jeans- hazme el amor de una vez, olvida la maldita cerveza y ven terminemos esto… Samuel, no me puedes dejar así.
-Pero… necesito una cerveza.
-¡No! Ven, termina, Samuel, termina, mira como estoy.
Me puse medias, camisa y zapatos, recogí mi chaqueta, me la puse, ella me persiguió por toda la casa golpeándome mientras yo iba saliendo por la cerveza, claro, merecía los golpes.
-No te vayas… te odio Samuel, te odio.
-Necesito una cerveza.
Abrí la puerta, la cerré de manera abrupta ya que esa bestia que había acabado de desatar no podía dejarme escapar tan fácilmente.
En vez de bajar por el ascensor decidí escurrirme por las escaleras.
Cinco minutos después me encontraba en el bar de Juaco con la cerveza en la mano, un cigarrillo y celebrando mí triunfo. Sonó mi celular.
-¡Eres un cabrón! Estoy frustrada, necesito de ti ¿Qué pretendes? ¿Dejarme abandonada y quemándome por dentro?
-Nena, necesitaba una cerveza.
-Tú solo necesitas de mí. Pero tranquilo Samuel, esta no te la voy a perdonar.
En ese instante me puse en camino, hacia el apartamento de Camila, ella mientras tanto seguía profesando el odio que sentía por mí a través del celular. Yo reía.
-No me vas a buscar de nuevo Samuel, no voy a responder por mis actos, te hare terrorismo sicológico hasta que pagues todo lo que me has hecho esta noche ¿te volviste marica después de los treinta años? Eres un perdedor.
Llame a su puerta, ella continuo.
-Me vestiré y saldré a la calle, me voy a acostar con el primero que aparezca –abrió la puerta y me vio allí- ¿Qué haces aquí?
-Necesitaba una cerveza.
-¡Hijo de puta!
-Sí, lo sé.
-Vete.
-Eso es lo que crees –le dije mientras empujaba la puerta, pues me había obstruido el paso con ella para que no entrase.
Camila retrocedió y yo con mi perversidad a flor de piel, sonriendo, deje que me golpeara; logre llevarla a su habitación, la tumbe a la cama besándola y tocándola –casi en forma de violación deseada por ambas partes- a la fuerza, me quite las ropas. Ella lucho por no ceder, demasiado tarde, pues me había prometido que esa noche tendría que ser el mejor sexo de mi vida y así fue.
-Camila ¡amo dejarte así! –le dije al final del acto donde nuestros cuerpos sudorosos se encontraban echados uno al lado del otro.



Samuel Salazar Blandón.

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Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni a la psicología ni la retorica. Jorge Luis Borges.
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