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Antiguo 28-09-2010 , 10:43:46   #2
Tyler Durden
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Predeterminado Respuesta: Entrevista a Ramiro Meneses

Hablemos de cómo se acercó al punk.
Cuando me dijeron que había salido apto para irme al Ejército, por pura rebeldía decidí cortarme el pelo antes de que me lo mocharan ellos. Cuando eso pasó, sentí también una liberación con respecto al rock, que ya me estaba aprisionando. No pasaba nada con mi vida. Todo eran hongos, marihuana y novias. Puros paz y amor. Me dije: ¡qué paz y amor, ni por el putas! Odio y negación total, y empecé a meterme en otras cosas, a pelear contra el sistema.
¿Cómo pelea uno contra el Sistema enlistado en el ejército?
Yo quería irme al ejército no por el ejército en sí, sino para sentirme extrañado por mi familia, para sentirme muerto un tiempo y que alguien llorara por mí. No soy para nada bélico. No me gustan las armas ni la violencia. Finalmente me salvé de ir, y fue ahí cuando me dediqué al punk y empezó otro momento en mi vida. Vino la época de los New York Dolls, los Sex pistols, los Ramones.
¿Cómo accedía uno en esa época, y en Medellín particularmente, a esa música?
Era prácticamente imposible conseguirla. Quien tuviera música, de alguna forma tenía el poder. Llegaba un solo LP a la ciudad, y después de muchos préstamos del amigo al amigo del amigo, se copiaba en casetes. Que a uno se le borrara un casete de esos era tenaz. El primer LP que yo tuve fue uno de los Ramones (End of the Century). En esa época, Héctor Buitrago (Aterciopelados) traía y vendía música. Pero esos hps discos eran carísimos, no los tenía sino la oligarquía. Y yo pertenecía a la masa.
¿Si no había mucho acceso a lo que estaba pasando con el punk en Inglaterra, qué lo atrajo tanto?
Esos primeros punketos que empezaron a parcharse en las calles de Medellín. Que de hecho, ni pinta de punks tenían y que por su indumentaria parecían más travestis que cualquier otra cosa. Usaban una cantidad de pañoletas, uno que otro tache y mucho color. Pero tenían una particularidad especial y era que no tenían escrúpulos frente a nada. Eso a mí me llamaba mucho la atención. De Manrique, mi barrio, y de Castilla, salieron los primeros punks de Medellín. Eso ‘voliaban’ cadenas, pero no para hacer daños físicos. La suya era una agresión verbal. Escupían y se tragaban los gargajos los unos de los otros.
¿Y en eso usted encontró un encanto?
Es que en realidad era algo muy diferente a lo que estaba pasando con la música en ese momento. Todos andaban con los hongos metidos en su bluejean, llevaban la correa de chapa ancha, la bota campana, promulgaban la paz y el amor, andaban con la camisa hindú y llenos de collares, oliendo a ese pachulí. Ir a escuchar tanto Black Sabbath, Deep Purple y Jimi Hendrix al Teatro Tropicana a las 12 de la noche se volvió algo insoportable para mí.
En esa época, la música le permitía desfogar rabias, frustraciones. ¿Hoy cómo hace catarsis?
Con las puestas en escena de mis personajes, con la pintura, con las ilustraciones y dibujos que hago, con la fotografía. Sigo siendo ese mismo Ramiro que no traga entero, al que le cuesta adaptarse a la sociedad y entender al mundo tal y como está constituido. Incluso mi núcleo familiar nunca ha funcionado como el de los demás.
¿Cómo entonces?
Con unas reglas claras. No me parece que deba mostrar ante mi familia y mis hijos algo que yo no soy. Cada uno es como es y tiene una personalidad que hay que defender. Hasta hace poco tenía una cresta y la niña me decía: “Ay, papi, ¿a ti no te crece pelo a los lados?”.
Después del boom mediático en que se convirtió Rodrigo D no futuro, incluso en una película de culto por la forma tan cruda y real en que abordó una problemática que hasta ese entonces nadie había sacado a la luz, empezaron a llegarle muchas propuestas para personificar al malandrín de la historia. ¿Eso nunca le molestó?
Yo siempre he sabido qué tengo y cuándo es momento para mostrarlo. Sé perfectamente cómo dosificarlo tal y como me convenga. Nunca me ha importado hacer de malo porque para mí, malos hay distintos. Yo podría hacer 1.000 malos y cada uno de ellos tendría una manera única de funcionar. De hecho, justo ahora, creo que me estoy perdiendo el mejor momento de la Tv colombiana (risas). Podría estar ganando muchísimo dinero.
Hace algunos días se estrenó en la cartelera nacional la película Sin tetas no hay paraíso, donde usted personifica a “El Titi”, y que se suma a la lista de historias como las de Rosario Tijeras, El Capo y El cartel de los sapos, entre muchas otras, que caen en el mismo lugar común del narcotráfico, la violencia y el sicariato. ¿No siente que se está abusando un poco ya de la temática?
Yo creo que tienen razón los que están mamados de la narconovela, así como también tienen razón los que producen estas historias. Es imposible no contar la realidad del país. Es lo mismo que ha pasado por décadas con momentos históricos como la Segunda Guerra Mundial. Más cajeta no se le puede haber dado a ese tema. ¿O sí? La historia de los narcos en Colombia se contará una y otra vez hasta que de repente alguna de esas encuentre el camino que es. ¿No apareció un Benigni con La vida es bella y todos dijimos Wow¡, qué historia tan bien contada? Una historia que hablaba de lo mismo, pero distinto. Lo que está pasando con la narconovela es que, así no nos guste, mientras esa vaina siga funcionando aquí y en el exterior, nos va a dar de comer a muchos.
Volviendo al tema de la música, ¿qué piensa de que hoy ésta pueda compartirse tan libre y fácilmente?
No es que apoye la piratería ni mucho menos, pero sí tengo que agradecer que abrió un mercado y puso a pensar al artista en cómo encontrar otra manera de llegar al oído de las personas. La piratería demostró que sí se podía vender más barato, y que sí se podía volver al principio de todo: la cultura es de la gente. Y hay otra cosa que gracias a la piratería volvió a ser del artista: su identidad, que antes le pertenecía a las disqueras. Por fin recuperó el control de lo que quería con su música. Habíamos llegado a un punto en el que nos llenaron de productos prefabricados y farsas musicales hechos a punta de efectos.
Hace poco se cumplieron 20 años de la publicación de la banda sonora de Rodrigo D no futuro. ¿Dónde encuentra usted el gran valor de esta compilación?
Esa banda sonora es la memoria histórica de una época, de una generación, de un momento muy significativo en Medellín y de las urbes de Latinoamérica en general. De hecho creo que es la única recopilación que hay de aquel entonces, de resto no queda nada de lo que estaba pasando con la música en Colombia en esos momentos. O por lo menos con el rock y con el punk. Y lo que más me sorprende es que muchos que hoy tienen 13 y 14 años se saben las canciones. Están entre la gente joven, 20 años después, cuando yo ya me siento un dinosaurio y hasta haciendo el ridículo tocándolas en vivo.
¿No ha pensado en volver a tener una banda?
He pensado en un par de proyectos. Tal vez no para la gente, pero sí para mí. Me gustaría romper dos o tres vidrios por ahí. Pero mi universo en este momento no me lo permite. Trabajo de 15 a 18 horas al día. Lo que sí busco es mucha música en Internet
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¿Cómo terminaría usted esta entrevista?
Dándole las gracias a mi mamá por haberme dejado ser como soy. Ella siempre fue una respetuosa de lo que yo quería ser. Incluso a costa de echarse al barrio entero encima, porque a mí no me bajaban de marica ni de marihuanero. Sin embargo, ella nunca me dijo nada, ni córtese el pelo ni renuncie a sus ideas. Nunca. Siempre estuvo ahí, y eso me gusta de mi mamá, campesina y sin mucha formación, pero clarísima en la educación de sus hijos.



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