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Antiguo 20-09-2010 , 18:53:06   #208
Santiago C.
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Nadia



Nadia corre sin descanso en la oscuridad del callejón.
Es medianoche y está lejos aún de su casa.
Alguien la llamó unas cuadras atrás por su anterior nombre e instintivamente echó a correr.
Hacía años que nadie la llamaba así.
Era imposible que alguien la hubiera reconocido después de tanto tiempo, tantos kilos de más. Lo que más le costó fue eso, el cambio físico. Para engordar tuvo que dejar de correr los 4 km al día como hacía desde que tenía uso de razón. Cortarse el pelo (al rape) que siempre había llevado hasta la cintura. Empezó a usar túnicas cortas en lugar de los jeans de toda la vida. Pero la persona que fue había muerto, por lo que el cambio debía ser rotundo.
Mientras corría recordaba los hechos que la habían llevado a abandonar todo. Recordó a su padre, su hermano, su madre… sobre todo a su padre…encima de ella, sofocándola, penetrándola una y otra vez… recordó a su madre (cobarde) llamándola mentirosa… recordó a su hermano violándola también…y recordó el día que dijo BASTA.

Planeó todo con el más absoluto de los cuidados, nada podía quedar librado al azar. Cada uno tenía que sentir la pavura que sintió ella cada vez que la forzaron.
– Mamá siempre está en casa, así que ella no es problema, se dijo.

Se encargaría de ella en primer lugar. La encontró como siempre mirando las novelitas que tanto le gustaban en el canal 26. No fue difícil abrirle la garganta con el cuchillo que ella misma afilaba cada día. El horror en su mirada y las lágrimas que ya corrían por sus mejillas la hicieron sentir mejor.

El segundo iba a ser su hermano, Esteban. Cuando entró al comedor vio a su madre en un charco de sangre y sintió un ruido que no pudo identificar. Nadia lo sorprendió cortándolo por la cintura con la motosierra del abuelo. Lenta, muy lentamente. La sangre la bañó y salpicó las cortinas de voile blanco que su madre tanto cuidaba.

Le quedaba la presa más difícil: su padre. Era a quien más miedo tenía. Temía fallar a la primera y que él tuviera alguna oportunidad. Debía ser cautelosa y segura en el zarpazo.
La espera le estaba quitando el aplomo. Pensó que tal vez, esa noche como tantas otras, habría salido de putas y no regresaría a casa.
Su padre la despertó al llegar tomándola por los hombros y sacudiéndola con violencia.
– ¿Hija de mil putas, qué hiciste?
– No papi, yo no fui…
– ¿Cómo que no? ¿Quién entonces? ¿Porqué no me llamaste? ¿Llamaste a la policía?
– No, no llamé a nadie aún porque faltás vos para completar mi obra…
– ¿Qué? ¿Cómo decís?

Con la última sílaba caía ruidosamente de espaldas sobre la alfombra. Nadia se apresuró a atar sus pies y, apuntándolo con el único arma que encontró (una ballesta con puntas de acero de Esteban) le dijo que se sentara que lo iba a atar.
– JA JA JA, y…¿pensás matarme con eso boluda?

La primer punta se le clavó en la rodilla, el dolor hizo que su padre se doblara. – Sentate papi por favor.
Esta vez obedeció sin objeciones.
Nadia lo ató lo más firmemente que pudo con unos cables que encontró en el desván. Se sentó frente a su padre y casi sintió lástima por él. Se conservaba joven a sus 50 años, alto, atlético, delgado, siempre bronceado…
– Si no lo hago ahora, no lo hago, pensó.
– Nadia, querida, porqué no me desatás y charlamos. Podemos decir que a mamá y Estebi los mató un loco. Que llegamos juntos y los encontramos así…

Nadia se debatía entre creerle a ese hombre que nunca le había dicho la verdad y obedecer la sed de venganza que se había apoderado de ella.
Confió en su instinto y disparó una segunda punta clavando la mano derecha de su padre a la silla. Disparó otra y entre quejidos como nunca le había oído, la izquierda también quedó fija a la silla.
Su padre vomitó por el dolor. Nadia se agachó y girando y tirando le quitó la punta de la rodilla. Su víctima se desvaneció. Lo reanimó con sales, quería que viera dónde iba a acertarle la próxima. Un pie primero, el otro después. El dolor era insoportable. Vomitaba, se desvanecía y volvía en sí todo al mismo tiempo.
Otra punta fue a parar a la entrepierna, al hígado otra más, una más a la cabeza, entrando por el ojo derecho.
Y no volvió en sí.
Por fin se sintió libre y felíz por primera vez en sus 15 años de vida.

- Nadia, Naaadiaaaa…- la llamaban nuevamente por su antiguo nombre.
Abre sus vacíos ojos, lejanos, y la luz de la sala de paredes acolchonadas le lastima las retinas.
Ve al hombre vestido de blanco que la ha acompañado durante este último tiempo, lo mira sin verlo realmente, desde las profundidades de su ser. – Nadiaa, mirá quienes vinieron a visitarte…
Nadia gira la cabeza sin ganas, la baba chorreando de su mandíbula laxa…
– Hola hijita, ¿cómo estás? – la saluda su madre.
– Hola reina – le dice su padre.
Y Nadia, desde las profundidades de su ser grita y grita sin descanso:
– ¡Noooooo, yo los maté! ¡No puede ser! ¡Los maté!


Última edición por Santiago C.; 20-09-2010 a las 19:00:40
Santiago C. no está en línea   Responder Citando
 
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