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Antiguo 17-09-2010 , 23:10:23   #2
gatillazo
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Predeterminado Respuesta: Libros con piel humana



Sabías que...

La biblioteca pública de Cleveland (EE.UU) posee un Corán encuadernado con la piel de un líder tribal árabe? Lo adquirió en 1941 y perteneció a Bushiri ibn Salim. El ejemplar fue encuadernado con su propia piel, pues así lo pidió durante su agonía.

Nobles pieles

Si hacemos caso a historiadores como Reynald Secher en Un genocidio francés (1986), la edad de oro de la bibliopegia antropodérmica se produjo durante el período del Terror de la Revolución Francesa (1793-94). Se decía que la piel de quienes visitaban a Madame Guillotine se convertía en cuero en una gigantesca curtiduría de Meudon, subvencionada por la Asamblea Nacional, que servía para abastecer de pertrechos a los jacobinos y encuadernar libros revolucionarios como una forma de desprecio hacia la aristocracia. V. Valta Parma, el carismático conservador de la biblioteca del Congreso de Washington (EE.UU.), llegó a decir que “los cuerpos eran llevados directamente desde la guillotina a la curtiduría” y que
una edición completa de un famoso autor (presumiblemente, Rousseau) había sido encuadernada de esta forma. En su Dr. Claudius (1883), Francis Marion Crawford hace decir a su personaje Thomas Carlyle que “los nobles franceses se reían de las teorías de Rousseau, pero sus pieles sirvieron para encuadernar la segunda edición de su libro”. Para otros, estas historias fueron difamaciones de los monárquicos, pero lo que es innegable es que se conocen ejemplares de la Constitución francesa de 1793 encuadernados con piel humana. Uno fue adquirido por el Museo Carnavalet en 1888 y exhibido en su Salón de La Bastilla. Otro ejemplar fue subastado en 1872 en el Hotel Drouot, también en París. En diciembre de 2007 la casa de subastas Wilkinson´s Auctioneers sacó a la venta un libro del siglo XVII llamado Una verídica y perfecta relación de los procedimientos completos contra los traidores más bárbaros, Garnet el jesuita y sus conjurados.



Libro de William Corden.

Su peculiaridad era que estaba encuadernado con la piel del padre Henry Garnet,
superior de la Compañía de Jesús en Inglaterra que fue ejecutado en 1605 por su poco esclarecida participación en el Motín de la Pólvora de Guy Fawkes, que fue un intento de hacer saltar por los aires el Parlamento británico detonando 36 barriles de este explosivo. Al parecer, la humedad y el paso del tiempo habían hecho aparecer en la portada del libro una extraña forma que algunos identificaban con el rostro del religioso. No es de extrañar, pues ya en su día se dijo que su cara había quedado marcada en la cesta donde había caído su cabeza después de ser ejecutado. El macabro ejemplar fue vendido a un coleccionista anónimo por 5.400 libras (algo más de 6.000 euros). Algunos de estos libros eran textos médicos. De hecho, el Colegio de Médicos de Filadelfia (EE.UU.) conserva tres de estos ejemplares escritos por el doctor John Stockton Hough, conocido por haber diagnosticado el primer caso de triquinosis de la ciudad a una viuda irlandesa de 28 años. Se cree que Hough utilizó la piel de su cadáver como un homenaje a quien, con su muerte, había contribuido a hacer avanzar la Medicina. En este mismo lugar se conserva un ejemplar del Tratado elemental de Anatomía humana, de Joseph Leidy, con la inscripción: “El cuero con el que este libro se encuadernó es piel humana de un soldado que murió durante la Guerra Civil”. La biblioteca John Hay, de la Universidad de Brown, en Providence (EE.UU.), posee un ejemplar de De humanis corporis fabrica, un tratado de Anatomía escrito en 1568 por el cirujano belga Andreas Vesalius y encuadernado en piel humana. La biblioteca Wellcome también cuenta entre sus fondos con uno de estos ejemplares. Es una colección de ensayos de ginecología de varios autores que empieza con un tratado de Séverin Pineau sobre la virginidad, el embarazo y el parto llamado De integritatis et corruptionis virginum notis (1663). Fue encuadernado en París por el maestro Marcellin Lortic (1822-1892) para el doctor Ludovic Bouland, que incluyó en el libro una nota indicando que lo había hecho encuadernar con la piel de una mujer que falleció en el hospital de Metz (Francia).



Camile Flammarion, quien encuadernó un ejemplar de la octava edición de “Las tierras del cielo” con la piel de una admiradora.

Desollado vivo

Lejos de ser algo anecdótico, podría haber centenares de estos libros repartidos por bibliotecas de todo el mundo. En la década de 1990 David Ferris, un trabajador de la biblioteca de la facultad de Derecho de Universidad de Harvard (EE.UU.), encontró
una curiosa nota escrita en la última página de un tratado de leyes españolas de 1605 llamado Practicarum quastionum circa leges regias Hispaniae. En ella se decía: “Las tapas de este libro son todo lo que queda de mi amigo Jonas Wright,
quien fue desollado vivo por los wavuma el día 4 de agosto de 1632. El libro pertenecía a Jonas y me fue entregado junto con su piel por el rey Btesa para que lo encuadernara. Descanse en paz”. Los wavuma eran una tribu africana localizada en Uganda. Ferris intentó hacer una prueba de ADN, pero no fue posible, porque el proceso de curtido había destruido todo el material genético. A pesar de ello, el libro fue introducido en una caja y almacenado en un estante especial.
“Pensamos que no era correcto dejarlo con el resto”, explicó Ferris. La ya citada biblioteca John Hay también cuenta con dos ediciones del siglo XIX de La danza de la muerte, de Hans Holbein el Joven, un tratado medieval moralizante. Uno de ellos fue encuadernado por el maestro Joseph Zaehnsdorf en Londres.
Contiene una nota dirigida a su cliente en la que le informa de que, al no contar con suficiente piel, había tenido que cortarla. La portada, encuadernada con la capa más externa, tiene una textura que recuerda al papel de lija, mientras que el lomo y la contraportada, elaborados con la capa más interna, parecen ante. Para coser la cabezada del libro se usó cabello humano en lugar de seda. El otro volumen data de 1898 y está ricamente decorado con apliques de cuero negro y una calavera dorada. Un examen de cerca revela la presencia de los poros de la piel de su propietario.


Extrañas aficiones

Durante el siglo XIX se desarrolló un gusto muy particular por lo único, lo extraño y lo inusual. Según varias fuentes, algunos fetichistas poseían libros eróticos encuadernados con piel tomada del pecho de mujeres. Los hermanos Goncourt cuentan en su Mémoires de la vie littéraire (188 que en 1866 varios médicos internos del hospital de Clamart (París) fueron despedidos tras descubrirse que habían vendido la piel de los pechos de mujeres fallecidas a un encuadernador de Faubourg Saint-Germain. Tal vez se tratara del editor de libros eróticos Isidoro
Liseux (1835-1894), que decía haber visto el primer volumen de la octava edición de
Justine, del Marqués de Sade, encuadernado de esta forma. Iwan Bloch (1872-1922), dermatólogo berlinés y padre de la sexología moderna, que poseía una biblioteca personal de más de 40.000 ejemplares, también dejó constancia del uso de esta piel para encuadernar libros con los pezones formando unas protuberancias características tanto en la tapa anterior como en la posterior.
René Kieffer (1876-1963) contó al Mercure de France que había encuadernado de esta forma un ejemplar del Elogio de los senos de las mujeres de Mercier de Compiègne por encargo del doctor Cornil, profesor de Anatomía patológica de la Facultad de Medicina de París que, lógicamente, tenía fácil acceso a este material. El doctor también hizo que Kieffer le encuadernara Los tres mosqueteros con un pedazo de piel tatuada con dos caballeros de Luis XII batiéndose en duelo, y un Buba de Montparnasse con otra pieza adornada con un corazón atravesado por una flecha.




Libros ¿de amor?

El encuadernador Dard Hunter cuenta en su obra My Life with Paper (195 que en una ocasión fue contratado por una viuda para que encuadernara con piel de su difunto esposo un volumen de cartas de amor que le había enviado antes de morir. Tiempo después, Hunter se enteró de que la joven se había vuelto a casar y se preguntaba si su nuevo marido se vería como un volumen dos. Concluía su historia con el deseo de que se tratara “estrictamente de una edición limitada”. Si no amor, puede decirse que fue admiración –rayando lo patológico– lo que impulsó en 1831 a André Leroy, un joven estudiante de Derecho, a profanar el cadáver de Jacques Delille, un profesor de poesía latina en Saint Severin, en la Auvernia francesa. En 1769 Delille publicó una traducción de las Geórgicas de Virgilio que alcanzó un gran éxito de ventas. Cuando murió fue llevado al tanatorio para ser embalsamado. Esa noche, un ferviente admirador forzó la puerta y arrancó del cadáver todos los trozos de piel que pudo. Los curtió y con ellos encuadernó su ejemplar. Sin duda, el joven dio otra vuelta de tuerca a la caza de autógrafos.

Y, para acabar, una historia de amor a primera vista, de “sentimientos a flor de piel”, podría decirse. El astrónomo y escritor francés Camille Flammarion (1842-1925) felicitó a una bella condesa durante una recepción en París por la suavidad de la piel de sus hermosos hombros. La joven estaba enferma de tuberculosis, una patología mortal en la época. Años después, en 1882, cuando Flammarion regresaba a su casa de la Rue Cassini después de haber pasado toda la jornada trabajando en el Observatorio de París, su conserje le entregó un paquete que le había traído un mensajero. Ya en su habitación, lo abrió y contempló con horror que contenía un pedazo de piel humana. Pensó que había sido objeto de una broma macabra hasta que leyó la carta que lo acompañaba. Era del prestigioso doctor Ravaud, que le explicaba que, en sus momentos finales, la bella condesa le había pedido que le hiciera llegar la piel de aquellos hombros que le habían cautivado años atrás para que con ella encuadernara uno de sus libros. El astrónomo, emocionado, llevó la piel a un curtidor de la Rue de la Reina Blanche, y luego a Engel, el encuadernador, que la usó para envolver una copia de su Les terres du ciel
(1877). El ejemplar se conserva en el Observatorio Juvisy de la localidad francesa de Juvisy-sur-Orge.

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mejor tres años de aventura que treinta años cavando mi sepultura

Última edición por gatillazo; 17-09-2010 a las 23:11:57
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