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+Wilfred
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Predeterminado Respuesta: ¿Cómo se fraguó la tragedia de los Montes de María?

En 1994 se salieron de la guerra los de la Corriente de Renovación Socialista (CRS) una facción del Eln, por una negociación de paz con el gobierno de Gaviria. “Eran unos 120 hombres y mujeres mal armados”, dijo un testigo del momento. Y las Farc, que ya venía copando los espacios que habían dejado en la zona las otras guerrillas desmovilizadas, se metió a Sucre con fuerza. Trajo hombres del Magdalena Medio y también los bajó del Urabá, presionada por la ofensiva de los hermanos Castaño y del ejército en Córdoba. En El Carmen de Bolívar, por ejemplo, alias ‘Milton’ de las Farc llegó en 1992. Un par de años después la fuerza pública se fue del lugar. “Ellos eran la autoridad, daban los permisos hasta para matar una res”, dijo Senén Arias, un comerciante de aguacate de esa ciudad.

La guerrilla, básicamente los frentes 35 y 37 de las Farc, el Eln y el Erp, se concentró en algunas zonas de los Montes de María, donde había mayor riqueza o donde pudieran controlar un corredor estratégico de salida al mar. En Bolívar, coparon la serranía de San Jacinto, en El Carmen y su zona rural hasta María la Baja; se extendieron al oriente hacía el río Magdalena, en Zambrano, El Guamo y Córdoba-Tetón, y en los municipios en la vía hacia Cartagena, como San Juan Nepomuceno y San Jacinto. También boletearon a todo el que pudieron en Ovejas, La Unión, Corozal, Colosó e incluso, hacia el sur en San Benito Abad, en Sucre. Los primeros secuestrados de las Farc datan de 1989 y después comenzaron a asesinar a los que no pagaban.

El 27 de junio de 1995 las Farc mataron al ex gobernador de Sucre, Nelson Martelo, un hombre muy querido por todos, ganaderos y dirigentes campesinos, por su mentalidad progresista y abierta. “Era un gran tipo”, dijo un líder agrario. Ese fue un punto de quiebre, dice el profesor Restrepo, allí arrancó otra etapa.

En esos años de mediados de los noventa el conflicto estalló en los Montes de María. Las Farc generalizó el secuestro. En 1996, Sucre, con 36 secuestros extorsivos, estuvo entre los diez departamento más golpeado por este delito en el país. Las quemas y bombas en las fincas eran cosa diaria. La Federación de Ganaderos calcula pérdidas multimillonarias. También quemaban tractomulas y peajes en la carretera troncal de occidente.

El ex jefe paramilitar ‘Diego Vecino’ recuerda que el 24 de agosto de 1995, dormía en la finca ‘Las Melenas’ que administraba, cuando fue asaltada por ‘Alfonso Arango’, comandante del frente 37 de las Farc.”Fui sacado de las casa, todo lo incineraron, lo bombardearon, un ganado que estaba en los corrales fue masacrado”, dijo ‘Vecino’ a VerdadAbierta.

La espiral de violencia de paras y guerrillas fue en ascenso. No fue, como han querido hacerlo ver algunos de los ex jefes paramilitares para justificar la barbarie que desataron, que la ofensiva paramilitar llegó como reacción la andanada guerrillera. Los primeros paramilitares fueron asesinando, al tiempo que los primeros guerrilleros fueron secuestrando y matando selectivamente a ganaderos e incendiando sus fincas. Era una guerra de baja intensidad, que desde el principio se peleó más contra los civiles que entre los armados. Y a medida que los paramilitares traían refuerzos y crecían, los guerrilleros hacían lo mismo.

En todos esos años la fuerza pública combatió como pudo, y sin demasiado éxito, a la guerrilla, pero no a los paramilitares, a los que más bien protegió. Algunos oficiales de Armada, Ejército y Policía y los ‘paras’ tenían la puntería distorsionada por la ideología de la guerra fría y en lugar de los jefes guerrilleros, sus “objetivos militares” eran líderes sociales y políticos.

Recuerda un empresario de El Carmen: “No se podía hablar de nada. Era un tuti-fruti entre guerrillas, paramilitares, policía, y cuando la Armada venía, lo maltrataban a uno. Había tres enemigos guerrilla, paras y fuerza pública”.

Los años del estallido: 1994-1997
El 21 de noviembre de 1994 asesinaron a Rodrigo Montes, un dirigente de la Anuc y por esos mismos días del 94, fue amenazado de muerte el alcalde de Chalán, Edinson Zamora, del Movimiento Cívico, el único que les disputó espacio político por las vías democráticas a los caciques tradicionales liberales y conservadores en la región. En el proceso judicial por el asesinato de Montes, en el que resultó condenada la banda de Los Meza, un testigo reconoció haber recibido 3 millones de pesos de uno de ellos para que matara al alcalde Edinson Zamora, pero no quiso hacerlo porque era su amigo.

A algunos políticos tradicionales también les resultó conveniente esa guerra sucia. Un grupo de jóvenes liderados por Luis Miguel Vergara, estudiante de medicina, los comenzaba a derrotar en las urnas con una promesa de hacer un gobierno cívico, menos corrupto, que le sirviera realmente a la gente con el Movimiento Cívico de Sucre. Con las amenazas y los asesinatos selectivos los ‘paras’ eliminaron está opción de renovación política.

“Vergara y Luis Cárdenas, que hizo trabajo social desde Ciénaga hasta Córdoba, eran los dirigentes, de clase media corozaleña”, dijo un sucreño que fue cercano a ellos. “Un día mataron al cura de Sincé y la gente se levantó y cogieron a los asesinos y eran del DAS. A Cárdenas que era director de la cárcel, le pidieron que dejara fugar a los asesinos y él se negó. Luego lo secuestraron y él se voló y lo mataron”.

En marzo de 1996 asesinaron a una pareja de dirigentes cívicos de Chalán. El 2 de abril siguiente le propinaron varios balazos, cuando caminaba con un niño en brazos, en frente a su casa en Sincelejo a Vergara, quien había llegado a ser alcalde de Corozal, y en ese momento era diputado. Tenía las maletas listas para irse de Sincelejo porque tenía amenazas de muerte. Mataron quince concejales del Movimiento Cívico de Sucre, según la cuentas de simpatizantes suyos.

Al tiempo, las Farc arreciaron su violencia. Acosados los ganaderos y dueños de fincas empezaron a desesperarse. Un sacerdote que participó en algunas reuniones en las que éstos le pedían a la fuerza pública mayor eficacia contra la guerrilla, recuerda que trataban con rudeza a los comandantes de la Armada y de la Policía por su ineficacia. Éstos se declaraban impotentes.

En Bogotá el gobierno Samper, en medio de los escándalos por la narco-financiación de su campaña, pendía de la cuerda floja. Los militares y sus aliados a la derecha del gobierno aprovecharon su debilidad para proponer no una política de Estado que le diera estrategia y legitimidad a la difícil batalla que libraban los soldados contra la guerrilla sino un atajo, que resultó ser desastroso. Les dijeron a los finqueros que se armaran y se defendieran por sí mismos. Y crearon las famosas Cooperativas de Seguridad Rural, Convivir, que como se ha visto, al menos en Sucre y Bolívar, fueron la patente de corso para que los ‘paras’ desataran su monstruosa guerra. Con las Convivir tuvieron armas de uso privativo de la fuerza pública bendecidas por el Estado y sus sicarios, como lo han confesado muchos de ellos en las versiones libres, salvoconductos para matar y huir, amparados por los carnets de las Convivir.

Para cuando se creó la primera Convivir en los Montes de María, en abril de 1995, ya la alianza de políticos-ganaderos sucreños (entre los que había narcotraficantes) y el paramilitarismo de los Castaño en Córdoba y Urabá se había fraguado por distintas puntas.

Continúa

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