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Predeterminado ¿Cómo se fraguó la tragedia de los Montes de María? Calificación: de 5,00

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Para nunca olvidar

La violencia que dejó 56 masacres, cientos de miles de desplazados, ruina económica y una gran tristeza entre los cultos y luchadores campesinos de esta región entre Sucre y Bolívar tiene raíces más hondas que la defensa contra la barbarie guerrillera.


¿Cómo fue que ocurrió este horror en los Montes de María? Medio centenar de masacres, casi cuatro mil asesinatos políticos, doscientos mil desplazados, campos desolados, tugurios en las ciudades. ¿Por qué tanta impunidad, si eso no era selva, y había fuerza pública y fiscales, jueces y gobierno, iglesias y organizaciones civiles? ¿Cómo podían matar a su gusto y luego salir por las carreteras sin que nadie los detuviera, estando a un par de horas de Cartagena, la capital del turismo colombiano? ¿Por qué nadie protegió a esos campesinos corajudos que llevaban más de dos décadas luchando por su tierra? ¿Cómo no fueron escuchados estos pobladores de cultura ancestral ricos de palabras y de música de gaitas y de tambores? ¿Cómo fue que quienes se proclamaron sus “salvadores” los arruinaron y solo les dejaron una tristeza honda en sus corazones?

El paramilitarismo nació en 1997 en una reunión en la finca Las Canarias de la zona rural de Sincelejo que pertenecía al ex gobernador Miguel Nule Amín. Esto dice la versión oficial, si es que se le puede llamar así al inicio formal de una guerra clandestina. Se hizo para sellar una alianza contra-guerrillera entre un centenar de finqueros y políticos con algunos jefes paramilitares que vinieron del vecino departamento de Córdoba. Eso atestiguaron ante la justicia varios asistentes.

Sin embargo, cuando se mira más de cerca desde dos décadas atrás, el conflicto en los Montes de María ya venía subiendo de tono una guerra sorda y sucia, mucho antes de que los jefes de las autodefensas de la vecina Córdoba, Mancuso y Castaño, hubieran siquiera pisado estas tierras.

“La primera finca con ‘paras’ fue en corregimiento de Carboneros, municipio de Chinú (Córdoba) por allá al comienzo de los ochenta”, recuerda Jesús Pérez, líder del movimiento agrario de Palmitos de 75 años y conocedor reputado de la historia local. Y luego explica que en la vereda Bajo de la Alegría en San Pedro y en La Mojana, al sur de Sucre, aparecieron también hombres armados.

Los organizaron hacendados y políticos, que eran los mismos, pues desde tiempos de la colonia, un puñado de familias eran las dueñas de esas tierras. Por siglos, los García, los Guerra, los De la Ossa, los Badel, los Martelo, entre otros, habían mandado en casi todo en estos montes verdes de ceibas milenarias. Al despuntar los setenta, sin embargo, la reforma agraria de Lleras Restrepo anunció que iba a titularles tierras a arrendatarios que por años habían labrado las fincas de sus patrones. Los hacendados reaccionaron asustados y sacaron a miles de campesinos arrendatarios de sus fincas. Viéndose atacados, los otrora fieles siervos se organizaron con apoyo oficial en la Asociación de Usuarios Campesinos, más conocida por su sigla Anuc. Y, al son del acordeón y con el canto de “la tierra es pa’l que la trabaja”, volvieron a las fincas donde habían vivido por generaciones y las ocuparon exigiendo pacíficamente que se las titularan. Invadieron más de 400 haciendas, según los cálculos que en 1976 hizo el investigador Alejandro Reyes.

“En esa larga lucha de ocupaciones de tierras no hubo diez muertos”, dice Alejo Suárez, otro dirigente histórico de la Anuc cercano a los 80 años, que vive una suerte de exilio en la fría Bogotá.

Así, entre los años 70 y hasta entrados los 80, los campesinos consiguieron que el Incora, les titulara 546 fincas en parcelaciones colectivas y empresas comunitarias, que sumaban unas 120 mil hectáreas, de acuerdo con las cuentas que lleva Jesús Pérez.

Alarmados por el cambio súbito de un orden que por siglos había permanecido inmóvil, algunos dueños de fincas comenzaron armar a sus peones para golpear a todo aquel que amenazara su feudal modo de vida. Esa fue una semilla de venganza, que quince años después cobró miles de vidas.

Los ‘paras’ originarios
Así, hacia fines de la década de los 80, brotaron simultáneamente como hongos, unos pequeños grupúsculos de matones armados en distintos puntos de la quebrada geografía montemariana y en las regiones aledañas de Sucre, en el Golfo, las Sabanas y la Mojana. En la zona urbana de El Carmen de Bolívar estaba La Mano Negra. En Sincelejo, había una banda llamada La Cascona, que incluso figuraba en la lista de paramilitares que reveló en octubre de 1987el entonces ministro de Gobierno César Gaviria ante el Congreso. En esa misma lista, aparecía la banda ‘Muerte a Secuestradores y Comunistas’ en el departamento de Bolívar. Y estaban Los RR en San Juan Nepomuceno, Los Benítez en San Pedro y los Encapuchados de Colosó.

En San Juan de Betulia estaban Los Macarenos. Un día, hartos de las persecuciones, unos 300 campesinos se juntaron y se los entregaron a la policía. No duraron presos por mucho tiempo.

“La lógica inicial era que la Policía y la Armada permitió que varios cuatreros comunes siguieran delinquiendo con la condición de que les colaboraran en los asesinatos contra dirigentes sociales”, dijo a VerdadAbierta un dirigente de la región. Era la mentalidad de la guerra fría que confundía guerrilla con dirigencia social, y cualquier intento de cambio se interpretaba como subversión.

Y un comerciante acomodado de El Carmen describió a VerdadAbierta el caso de su pueblo: “En el Carmen hacia el 87 u 88 se formó un paramilitarismo local. Gente que había estado presa, la fuerza pública los utilizaba, les decían donde había guerrillas y aparecían los muertos. En la calle 25 a cualquier hora del día había dos o tres muertos, le decían ‘la calle del crimen’”.

En Macayepo (zona rural de El Carmen de Bolívar) había una banda de ladrones y asaltantes de buses, conocida como Los Rodríguez. “El pueblo se armó con 28 escopetas para sacarlos, pero el comandante de la Armada insistía en los consejos de seguridad que Los Rodríguez eran gente decente”, cuenta un líder político de la región. Tiempo después, Los Rodríguez se metieron al pueblo y asesinaron al hombre que había liderado su expulsión de Macayepo.

Rodrigo Mercado Peluffo, alias ‘Cadena’, quién después se convirtió en el más sanguinario jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia, hizo parte de la banda de Los Rodríguez, luego de que la guerrilla le matara a un familiar cercano. En esto coinciden las diferentes versiones recogidas en la región. ‘Cadena’, quien hoy se presume muerto, se fue luego de Macayepo y una familia Sierra que tenía una fama lo contrató de carnicero en Sincelejo. A la vez, “por su conocimiento en el área, siguió siendo guía de operaciones militares de la Infantería de Marina”, según dijo en entrevista desde la cárcel a VerdadAbierta.com, el ex jefe del bloque paramilitar en los Montes de María, Eduard Cobo Téllez, alias ‘Diego Vecino’.

De ahí fue contratado como escolta de Javier Piedrahita, quien había comprado una hacienda llamada Simba, en la vía que de Sincelejo conduce a San Antonio de Palmito. Según las denuncias que hizo el entonces senador Gustavo Petro, Piedrahita, cuyo nombre también sale a relucir en investigaciones sobre el paramilitarismo originario de Antioquia, era un caballista cercano a los narcotraficantes Ochoa Vásquez. Víctimas y desmovilizados del paramilitarismo han dicho a la justicia que él tenía un grupo armado por Coveñas, el municipio costero vecino a San Antonio de Palmito y que fue él quien actuó de enlace entre las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá de los Castaño y los finqueros de Sucre para traer el paramilitarismo a los Montes de María. Fue este caballista quién le presentó a Carlos Castaño a ‘Diego Vecino’ en Urabá en 1996, según dijo éste en la citada entrevista.

Dijo ‘Vecino’ que ‘Cadena’ se fue a trabajar con Piedrahita desde 1994, a su Convivir. En realidad, según consta en los registros de la Superintendencia de Seguridad, este caballista antioqueño no registró oficialmente su Convivir sino hasta marzo de 1996, con el sugestivo nombre de “Nuevo Amanecer”. Pero quizás ‘Cadena’ ya venía siendo parte del grupito armado que venía operando desde antes de ponerle la fachada legal de Convivir. ‘Vecino’ cuenta que a Cadena lo mandaron a hacer “el curso de comandante de frente, en las escuelas de formación de comandantes que tenía Carlos Castaño en Urabá”. Apenas estuvo listo, el ex carnicero de Macayepo se volvió desde 1997, el señor del terror de los Montes de María.

La Convivir de Piedrahita no fue la única relacionada con violaciones a los derechos humanos. En marzo 11 de 1996, el gobierno nacional le autorizó a Álvaro Botero Maya, de una familia con haciendas en Magangué recibir armas de dotación militar. Creó la Convivir ‘Esperanza Futura’ en sociedad con Héctor Julio Alfonso Pastrana, el marido de Enilce López, conocida como ‘La Gata’, que también tenía grandes intereses en la región. Desde antes de la creación de esta Convivir, ya había denuncias de la población civil de abusos por partes de hombres que aparentemente trabajaban para los Botero Maya. Es de notar que Botero y su socio, que tenían sus propiedades muy lejos de Palmito y Coveñas, donde Piedrahita tenía las suyas, crearon la Convivir en la misma fecha exacta del Nuevo Amanecer. Este detalle hace pensar que la estrategia de arropar de legalidad a los grupos paramilitares que ya venían dejando víctimas fue tal vez, orquestada más arriba.

Piedrahita fue capturado en mayo de 1999 por orden de la Unidad Nacional de Derechos Humanos de la Fiscalía, investigado por homicidio y conformación de grupos de justicia privada.

A fines de los 80 surgió otro grupo paramilitar llamado Los Meza, que se movía de Chalán a Ovejas y hasta San Pedro en el centro de Sucre. La gente los asociaba con los políticos de la región, en particular con Álvaro García Romero, y se les atribuyeron varios desaparecidos. Varios miembros de Los Meza, hermanos y primos, fueron capturados años después como autores del asesinato del dirigente de la Anuc Rodrigo Montes.

Desde 1989 hasta 1994, grupos similares de ‘paras’, usados como brazo clandestino de para perseguir a incómodos líderes sociales, mataron por lo menos a doce dirigentes agrarios de la región, según los registros de la época. Otros muchos sobrevivieron porque se exiliaron en otras regiones o en el exterior. También mataron políticos cívicos y de izquierda (en especial de la UP) y maestros sindicalizados.

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