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Los hechos sucedieron recientemente en Coventry, UK.
Esta mujer, quien caminaba por la calle, se encontró repentinamente con un pequeño gato, el cual se subió a la barda y ella comenzó a acariciarlo, mientras miraba en una y otra dirección para saber si alguien la estaba vigilando. Luego de cerciorarse que no había nadie cerca y con toda la sangre fría del mundo, acarició un poco más el cuello y el lomo del gatito, abrió la tapa del basurero y lo arrojó al interior, cerrando de inmediato el recipiente para que la víctima no escapara.

Pero no tomó en cuenta la cámara de vigilancia.

El gato está a salvo,y La mujer ya ha sido localizada pues los dueños de la gatita, cuyo nombre es “Lola” abrieron una página de Facebook para tratar de localizar a la agresora de su mascota y esta leyó los comentarios llenos de odio hacia lo que había hecho, por lo que comenzó a temer por su vida y fue ella misma, una empleada bancaria de 50 años cuyo nombre Mary Bale quien contactó a las autoridades policiales para buscar protección. Desde entonces la policía resguarda su casa y, seguramente, será castigada por sus actos. Sin embargo, ya es una de las mujeres más odiadas de Gran Bretaña y dudo que pueda seguir viviendo tranquilamente ahí, con tantos millones de personas sabiendo lo que ha hecho.

Todo esto puede parecer algo insustancial y poco importante, pero no lo es. Los humanos matamos todos los días millones de animales para alimentarnos, pero esto tiene una justificación (discutible o no, pero válida según nuestros actuales estándares morales). Sin embargo, una mascota es un animal a quien sus dueños aman, a veces tanto como a una persona. Es el fundamento de la civilización el respeto a la vida de los otros, de sus propiedades y de los seres vivos a los que aman.

Mary Bale cometió un acto cruel, con la clara intención de matar al pequeño gato. No importa que no lo consiguiera. El simple hecho de intentar quitarle la vida a esta mascota intencionalmente y sin ningún beneficio para ella es lo que irrita tanto, lo que ha despertado las voces iracundas que piden justicia.

No creo que sea necesario explicar que cada uno de los que amamos a nuestras mascotas y las cuidamos con toda la devoción posible, rechinamos los dientes de rabia al ver algo así, al ponernos en el lugar de los dueños de Lola al ver cómo esta mujer la arrojaba a la basura con la intención de que muriera.

Sería fácil intentar quitarle importancia a algo así argumentando los millones de muertes humanas por las que otros no se preocupan, o el hambre, la guerra, la crueldad hacia otros hombres y mujeres, pero el caso es que la muerte de millones de personas no le quita importancia a la muerte de una sola. Ni la muerte injustificada de millones de animales le quita importancia a la de uno. No se trata de números, sino del significado del acto y, obviamente, de que cosas así nos hacen sentir vulnerables, incapaces de proteger a quienes amamos.