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CUDA
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Predeterminado Respuesta: Corridas de toros cumplen su último examen en la Corte Constitucional

La cruda realidad del toro de lidia



Las características fisiológicas del toro de lidia lo han llevado a la gloria, por considerarse el símbolo de un país, y a la perdición, por morir de forma cruel debido a intereses que van más allá de la cultura y la historia. En el Año Internacional de la Biodiversidad, su condición de mártir compromete el bienestar animal y la bondad humana.


SINC // ADELINE MARCOS
España
31.03.2010 14:17



El toro de lidia en el ruedo. Foto: Antonio Martínez.




En 2010, el Parlamento catalán -a propuesta de la Iniciativa Legislativa Popular antitaurina en Cataluña- podría dar un paso más en la prohibición de una práctica que desconcierta, y también en la protección de este animal. El toro de lidia, como cualquier ser vivo, tiene un lugar en este planeta, pero ¿cuál?

Para José Enrique Zaldívar, veterinario por la Universidad Complutense de Madrid y vicepresidente de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia (AVAT), es un animal doméstico “porque su existencia y supervivencia depende exclusivamente de la especie humana, la que se ha ocupado de su selección y de su alimentación. No sobreviviría a su libre albedrío, no es un bovino salvaje”.

Su crianza parece estar ligada de manera inexorable a la lidia, o a ciertos espectáculos taurinos. “El hombre crea al toro de lidia; no nace por generación espontánea”, asegura Zaldívar. Pero no todos los toros son iguales. Cambian su pelaje, su cornamenta y su estructura corporal en función de la ganadería.


Un mito de carne y leche

La creencia es que el toro de lidia es descendiente directo del bóvido salvaje, conocido por Uro primigenio o Bos taurus primigenius, y que desapareció de los bosques de Lituania en 1627. Pero este bovino de grandes dimensiones (entre uno y dos metros de altura, con cuernos que daban varias vueltas y acababan en puntas) también llamado Auroch, es, en realidad, el ancestro común de todas las especies de bóvidos de carne y de leche.

En la actualidad, un equipo de científicos pretende “resucitar” a Auroch en Holanda, dentro del Proyecto Taurus, y repoblar algunos ecosistemas de Europa a partir de cruces de bóvidos. Resulta ilustrativo que entre las subespecies de la Península Ibérica elegidas para el proyecto no figure el toro de lidia. “Se han elegido la Pajuna, la Sayaguesa, y la Tudanca”, informa Zaldívar.

El toro de lidia tiene la riqueza genética de cualquier otra subespecie y el factor cultural que la sociedad quiera darle. Pero ¿es más importante que la avileña (bovino ibérico) o que el guará català (burro catalán)? “Posiblemente no”, matiza Antoni Dalmau, investigador en el Subprograma de Bienestar Animal del Instituto catalán de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (IRTA).


Del campo al ruedo

Antes de tener una “utilidad” exclusivamente lúdica, la domesticación de los bóvidos se inició con un fin alimenticio, como ha pasado con otras especies animales. De estos bóvidos se seleccionaron los bovinos con mayor “fiereza”, que en realidad eran los más complicados de manejar para la crianza, para los espectáculos que dieron lugar a la tauromaquia, pero al final, “es tan vaca la de Milka de los anuncios como la madre de cualquier toro de lidia”, indica Dalmau.

Pero no está sólo el toro, también lo están las dehesas en las que habita. “Las dehesas estaban antes que este animal”, comenta Zaldívar que cuestiona la idea de que el toro de lidia sea beneficioso para estos espacios protegidos. “Si desaparece el toro, las dehesas van a permanecer ya que son utilizadas por los mismos ganaderos de lidia, para la crianza del cerdo ibérico, explotación de ganado ovino, de otras razas de vacuno, e incluso como cotos de caza”, apunta el veterinario.

En el caso de abolirse la tauromaquia, “el toro de lidia y su crianza dejarán de tener sentido”, afirma el vicepresidente de AVAT. Pero el animal no desaparecería. Al igual que el burro, que ha dejado de tener “utilidad” como animal doméstico, se conservarían algunos ejemplares del toro para mantener esta subespecie.
Para el investigador del IRTA, “resulta complicado saber cómo se gestionarían algunas fincas dedicadas a la cría de este ganado si éstos no existieran”. Podrían abandonarse o criar otros toros más dóciles.
Muchos équidos, porcino y ovino han desaparecido a lo largo de los años y nadie ha clamado por ello”, señala Zaldívar que está en contra de “la crianza de un animal cuyo fin es ser torturado y muerto en un espectáculo que agrada a una parte de la ciudadanía”. Los toros que no acaban en el ruedo, son seleccionados y enviados al matadero o a algún otro tipo de “espectáculo”.


Bienestar animal, leyes que protegen a medias

El sufrimiento, dolor y muerte del toro ante miles de espectadores en una corrida cuestionan también las leyes sobre bienestar animal, normas que hasta 2005 eran una prioridad en el Plan Estratégico de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE, por sus siglas en inglés).

Sin embargo, las seis directrices adoptadas por los 174 países de la OIE desde mayo de 2005 no incluyen el manejo del toro de lidia, aunque aborden el bienestar animal en el transporte por vía marítima, por vía terrestre, por vía aérea, el sacrificio de animales para consumo humano, la matanza de animales con fines profilácticos (protección de una enfermedad), y el control de la población de perros vagabundos.
Ya lo anunciaba el artículo III-121 de la Constitución europea: “los animales son seres con capacidad de sentir emociones y los países de la UE deben poner el máximo empeño en proporcionarles unas buenas condiciones en relación al bienestar, pero respetando ritos religiosos y tradiciones culturales”.

“El caso del toro de lidia se encuadra dentro de este último punto. Siempre y cuando no haya choque entre tradiciones culturales y leyes de bienestar animal, éstas últimas deben cumplirse como en cualquier otro tipo de animal. En caso de choque entre ambos aspectos, prevalece la tradición cultural. Lo cual permite que se realicen las corridas”, asegura Dalmau.

En España, las comunidades autónomas establecen las leyes al respecto. “No existe una ley estatal unitaria sobre protección animal; cada autonomía ha desarrollado las suyas propias. La más moderna es la catalana, lo que da pie a que, merced a la modificación de su artículo sexto de la Ley de Protección Animal, se pueda prohibir matar toros en espectáculos públicos”, menciona Zaldívar.


El negocio está detrás

A pesar de que en 2009 el número de festejos taurinos descendió un 23% respecto a 2008, y unas 3.000 reses se quedaron sin lidiar, el trasfondo económico de las corridas supera al bienestar animal.
“Es imposible que alguien quiera criar toros de lidia por amor a la tradición, a la cultura, o a los símbolos de identidad nacional. Los ganaderos del toro de lidia ganan dinero”, arremete el veterinario, que afirma que sin las subvenciones directas o indirectas que reciben los criadores de toros de lidia como productores de carne ganado bravo (denominación de origen) por parte del Estado, comunidades autónomas, ayuntamientos y UE, “la tauromaquia no lograría subsistir”.

Según el Boletín Oficial del Estado publicado el pasado 23 de marzo de 2010, las subvenciones a criadores del toro de lidia ascienden a 803.757 euros que se reparten entre cinco asociaciones. A esto se añaden las ayudas indirectas como las que se otorgan a las escuelas de tauromaquia, las que se emplean en la construcción y rehabilitación de plazas, o las que dan los ayuntamientos para las fiestas populares.

Una parte de la población española defiende la tauromaquia como forma de expresión y arte de la cultura y tradición españolas, pero el sufrimiento y dolor inflingido a estos animales por el bien de la feria cuestiona su ética. ¿Qué tipo de cultura es la que mata a un animal en público y observa su agonía con placer? La española podría tomar ejemplo de la desaparición de viejas tradiciones, como la caza del zorro con perros en Inglaterra y Gales, prohibida por ley en 2005 (en Escocia se ilegalizó en 2002). Las nuevas generaciones decidirán.

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