Si algo debo de reconocerle al ahora ex-presidente Álvaro Uribe fue su lucha vehemente contra los grupos al margen de la ley. Su política de seguridad democrática, aunque haya tenido sus controversias, ha permitido al Estado retomar el control de muchas zonas del territorio nacional que antes controlaban los grupos ilegales, del mismo modo que, al aumentar el pie de fuerza en las zonas rurales y las carreteras, se redujeron considerablemente los secuestros, pescas milagrosas, falsos retenes y demás actos de estos grupos que solían ser en otros tiempos el pan de cada día.
Los resultados en materia de seguridad son prácticamente incuestionables, eso es algo innegable y que se puede agradecer a Uribe. Pero los resultados más contundentes han sido sin duda los golpes a la guerrilla narocterrorista de las FARC, como las recordadas Operaciones Fénix, Camaleón y Jaque, que han logrado la liberación de secuestrados valiosos para esta organización, así como se ha logrado la baja de los más importantes 'cabecillas' de esta organización criminal. Aún cuando los métodos han sido reprobables y en reiteradas ocasiones han violado la ley, los resultados son prácticamente indiscutibles.
Pero más allá de los reusltados, es importante recordar que, a pesar de tantas bajas, el principal objetivo de estas acciones contra este grupo no es precisamente un exterminio militar de la organización. Sabemos bien que eso es relativamente imposible y que tomaría muchos años, además que el costo en dinero y hombres sería insostenible. El principal objetivo de la presión militar contra estos grupos ha sido la de presionar a estos grupos a que abandonen prácticas tan nefastas como la violencia contra civiles, el narcotráfico y el secuestro, para así poder conseguir una salida política al conflicto sobre bases honestas y sin contemplaciones con exigencias inviables como despejes o reconocimientos.
La presión militar es importante, pero considero que ésta debe ir encaminada a buscar una salida política honesta y que ponga fin al conflicto armado colombiano. Algo que a muchos compatriotas les va a ser difícil de entender, ya que anhelan una extinción militar inclusive sin medir consecuencias. La pregunta que les tengo es: ¿tanta sangre hará posible una eventual paz? No quisiera que este país terminara como dijo alguna vez Tácito: "hicieron un desierto y lo llamaron paz".