Difícil hacer un balance negativo de esta cinta, y es que Yo amo a Phillip Morris (I Love You Phillip Morris, EU, 2009) —de Glenn Ficarra y John Regua, con Jim Carrey y Ewan McGregor— posee varios momentos maravillosos que degraciadamente son opacados por soluciones dramáticas desafortunadas.
La historia, basada en hechos reals, se centra en Steven Russell (Carrey) un sujeto que lleva una vida normal, hasta que un accidente automovilísitico le invita a realizar un cambio sustancial: Steven le confiesa a su esposa (con quien tiene hijos) que es gay.

¿Eso podría ser el principio de una vida más plena? Puede ser, pero Russell comienza a transitar un camino espinoso, y es que para mantener un alto nivel de vida, Russell se vuelve un estafador fuera de serie. Por su puesto, un día es atrapado por la policía, y no le queda más remedio que hacer tiempo de cárcel.
En su encierro conoce a Phillip Morris (McGregor) de quien se enamora profundamente, amor que le llevará a realizar acciones cada vez más descabelladas. La vida de Russel está lejos de haber encontrado la calma.
Una idea genial es el motor de la cinta, misma que contradice la famosa frase de San Ignacio de Loyola: La verdad nos hará libres. En el caso de Russell, la verdad sólo es el catalizador para realizar estafas cada vez más sofisticadas que pueden recordarnos a la cinta Atrápame si puedes, que estelarizara Leonardo Di Caprio.
El problema principal de Yo amo a Phillip Morris es que el protagonista parece no tener conciencia alguna del daño que está infringiendo a los demás, nada parece detenerlo y es aquí cuando la complejidad del personaje se va volviendo unidimensional y la cinta pierde fuerza.
Steven termina siendo un completo estúpido, abusado, pero estúpido al fin y al cabo, y pedante, en vez del ser complejo e interesante que se nos presenta al principio.
Yo amo a Phillip Morris termina volviéndose sosa, a pesar de grandes ocurrencias y grandes actuaciones.

http://www.youtube.com/watch?v=XoFANivV44g