Sacando tiempo de su apretada agenda oficial, el presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, y la primera dama de la Nación, Lina Moreno, no sin ayuda, empezaron su mudanza de la Casa de Nariño, donde vivieron, y trabajaron, trabajaron y trabajaron, durante ocho años.
El pasado jueves, el primer mandatario se aseguró de dejarle listo a su sucesor el Despacho Presidencial.
Uribe recogió sus últimos documentos personales, botó los que ya no necesita y desocupó los cajones del escritorio, para que el presidente electo, Juan Manuel Santos, deposite ahí los que él sí necesitará. Como quien dice, borrón y cuenta nueva, ¿borrón de la Seguridad Democrática y cuenta nueva con la Prosperidad Democrática, o sólo borrón en el nombre pero a fin de cuentas no tan cuenta nueva? Amanecerá y se verá.
Una fuente de palacio le contó a EL HERALDO que el jefe de Estado recogió y guardó con especial cuidado su colección de caballitos a escala que se exhibían en su oficina, unos que le han regalado y otros que él ha ido adquiriendo, y que ya suman unos 15, en diversos materiales y colores.
el fiel escudero. Además, en esta nostálgica labor lo acompañó César Mauricio Velásquez, su secretario de Prensa y designado embajador de Colombia ante el Vaticano. La página virtual de la Presidencia publicó un par de imágenes de la empacada, y en uno de sus pies de fotos la oficina de Prensa de Palacio escribe: “¿qué se me puede quedar?, parece preguntarse el presidente Álvaro Uribe Vélez”.
Y quizá más de un colombiano podría contestar que una peleíta maleducada con las Altas Cortes, que unos episodios malucos y aún irresueltos con la ‘Yidispolítica’, una rabia paternal que se le Notaría con la ‘Cuellopolítica’, una des-bancada vergonzosa con la ‘Parapolítica’, un ‘le voy a dar en la cara...’ y un ‘sea varón’ a Chávez, unos dolorosos e imperdonables ‘falsos positivos’ de la Fuerza Pública, unas pasaDas ‘chuzaDas’ investigaDas y la añoranza de un intercambio humanitario sin humanidad o de un silencioso diálogo de paz.