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"No varío mi posición de juez por una amenaza"

Cecilia Orozco Tascón.- La semana pasada usted se quejó, públicamente, de la falta de investigación por un intento de atentado que sufrió hace un año. ¿Por qué sólo ahora lo revela?


Magistrado Sigifredo Espinosa Pérez.- Quise mantener en reserva hechos como éste y otros muy preocupantes que me han sucedido, esperando los resultados de las investigaciones internas de las propias instituciones, porque mi posición y mi ánimo no son mediáticos ni publicitarios.
Por eso, inicialmente sólo hablé con las directivas de la Policía Nacional, a quienes enteré en detalle de esa situación que para mí fue y sigue siendo muy grave, pues sus objetivos eran nefastos para mí y mi familia.

C.O.T.- ¿A cuáles objetivos se refiere y qué fue lo que sucedió?


S.E.P.- A mi juicio, esos objetivos eran el homicidio, el desaparecimiento o la intención de provocar un accidente. En todo caso, nada bueno podían buscar personas que se transportaban en vehículos potentes con modernos equipos de comunicación cuando, en medio de la carretera intentaban interceptar, cerrar, someter a oprobios y exasperar a los ocupantes del vehículo de la Corte Suprema de Justicia en el que nos desplazábamos mis acompañantes y yo.


C.O.T.- ¿No sería un incidente de los que ocurren en las carreteras?


S.E.P.- Era un hostigamiento tan agresivo que no podía ser un mero incidente, entre otras razones porque el trayecto de la persecución fue muy largo: desde la población de Guaduas (Cundinamarca) hasta llegar casi a Honda (Tolima). Pero hay más: cuando paramos en el peaje anterior a la entrada de Honda, una de las camionetas que seguían mi carro llegó al peaje al tiempo conmigo. Estábamos ubicados en carriles paralelos. El conductor del otro vehículo canceló el peaje y pasó más rápido que yo. Pero en vez de continuar su camino, se estacionó y esperó. En cuanto arranqué, inició de nuevo la persecución. Eso no es normal.


C.O.T.- ¿Cuántos vehículos lo seguían?


S.E.P.- Dos camionetas Chevrolet D-Max de modelos muy recientes.


C.O.T.- ¿Exactamente qué hicieron ellos contra ustedes?


S.E.P.- Se comportaron de tal manera, que fue evidente que querían que no nos quedara ninguna duda de que iban persiguiéndonos. Primero, nos sobrepasaban; después, nos esperaban, y cuando llegábamos a donde ellos estaban, nos cerraban. Una vez que estuvimos cerca, intentaron que el carro en que íbamos se estrellara con una tractomula que venía en sentido contrario, bloqueando el paso para que yo no pudiera maniobrar. Temer es humano y tengo que confesar que sentí pánico, sobre todo por mi esposa, que viajaba conmigo.


C.O.T.- ¿Cómo se deshizo de ellos?


S.E.P.- Luego de superado el peaje, continuaron siguiéndome y después de pasarme, se estacionaron en la berma derecha. Los seis o siete ocupantes de las dos camionetas descendieron y se pararon en la orilla. Me atemoricé porque supuse que iban a actuar contra nosotros en ese momento. Continué conduciendo y a quinientos metros encontré una moto de la Policía de Carreteras con dos agentes. Me detuve y les pedí auxilio. Ellos intentaron comunicarse con una central, pero mientras tanto los individuos se fueron. Creo que ese encuentro con la patrulla hizo disuadir a quienes nos seguían.


C.O.T.- ¿Cuánto hace que ocurrió ese incidente?


S.E.P.- Hace más de un año, el 18 de junio del 2009. En cuanto pude, me comuniqué con el jefe de mi esquema de seguridad y le conté lo que había pasado, porque él era mi puente con la Policía. Mi intención era que se activara algún mecanismo de apoyo para mí, pero no pasó nada.


C.O.T.- ¿Cómo así? ¿Su jefe de seguridad no estaba con usted?


S.E.P.- En ese momento no llevaba ninguna seguridad. Era mi costumbre viajar escoltado por la Policía de Carreteras. Pero se me había informado que se había impartido una orden en el sentido de que se había suspendido ese servicio.


C.O.T.- ¿Y por qué no iba con sus escoltas?


S.E.P.- Por aspectos humanos:
a ellos no se les dota de viáticos y no disponen de dinero para pagar sus gastos. Y yo no tengo capacidad económica para asumir el costo del traslado de cinco o diez personas.

C.O.T.- ¿Cuándo se iniciaron, entonces, las averiguaciones para saber quiénes eran sus perseguidores?


S.E.P.- En los días siguientes al hostigamiento le pregunté al jefe del esquema de seguridad qué había podido averiguar y como no se había adelantado nada, le exigí que al menos investigara a quiénes pertenecían las camionetas que nos habían seguido, con el número de placas que pudimos anotar.
Poco después me dijo, sorprendido, que había descubierto que ambos vehículos pertenecían al Gaula de la Policía Nacional.

C.O.T.- ¿Ese dato tan delicado se verificó?


S.E.P.-
Claro que sí. Cuando él investigó en el registro nacional de automotores, no apareció el número de las placas. Eran vehículos fantasma. Averiguó en el Distrito y tampoco figuraban. Otras fuentes no dieron ninguna razón. Finalmente, con mecanismos propios de investigación, se logró identificar una de las camionetas. Estaba asignada al Gaula. En las instalaciones de esa dependencia se constató que el vehículo era usado por agentes de este grupo. Después se encontró que la segunda camioneta también pertenecía al Gaula.

C.O.T.- ¿Hizo cambiar a sus escoltas por pertenecer a la Policía o continuó con ellos?

S.E.P.- Continúe con el mismo esquema durante unos meses. Pero luego se presentaron otros hechos que deseo mantener en reserva, por prudencia. Como consecuencia de esto último, me vi en la necesidad de devolver a todos los agentes de seguridad que tenía asignados. Se los entregué directamente al general Naranjo.


C.O.T.- ¿Prefirió quedarse sin protección?


S.E.P.- En ese momento me quedé absolutamente solo. Después, la institución volvió a recomponer el grupo y con éste me movilizo en la actualidad.


C.O.T.- He leído algunos documentos sobre el espionaje a la Corte Suprema. De alguna de esas lecturas se deduce que una persona de su grupo de seguridad era un infiltrado que reportaba todo sobre usted. Se dice que él también era de la Policía. ¿Eso es cierto?


S.E.P.- Quisiera ser prudente para dar tiempo a que las investigaciones se desarrollen. Seguramente después de que se establezcan todas las circunstancias, se puedan hacer o descartar afirmaciones como las que usted me hace.


C.O.T.- Su posición es respetable, pero no se puede ignorar que al tiempo con el extraño caso de persecución que usted sufrió en una carretera, se estaba desarrollando un operativo contra la Corte Suprema. Su nombre aparece con frecuencia entre los “blancos”. ¿Por qué cree que sus actividades llamaban tanto la atención?


S.E.P.- En este momento no puedo hacer afirmaciones categóricas sobre ese aspecto. Pero sí he notado que he sido objeto de monitoreo de mis movimientos; de seguimientos, de interceptación de mis comunicaciones telefónicas; bueno, de espionajes. Incluso de agravios que hacen en mi contra.


C.O.T.- ¿Habló con las directivas de la Policía sobre el hostigamiento de miembros del Gaula?


S.E.P.- Por supuesto
. Hablé con varios oficiales, entre ellos el director nacional del Gaula y el director del Programa de protección de personajes. Ellos le informaron al general Naranjo, que se encontraba en el exterior. Cuando regresó, conversamos y se comprometió a iniciar una investigación interna. Yo esperé pacientemente, pero nunca tuve nueva información sobre el caso.

C.O.T.- ¿Cuánto tiempo pasó antes de volver a saber algo?


S.E.P.- Cerca de ocho meses.
Decidí enviarle un oficio al inspector general de la Policía para preguntarle por el curso de la investigación. Me respondió, para mi asombro, que esa investigación “en relación con unidades de la Policía por establecer” se había archivado definitivamente. En la investigación ni siquiera se había establecido la identidad de los ocupantes de las camionetas. Y la habían archivado en octubre de 2009, pero sólo me enteraron de eso cuando pregunté, en febrero de este año.

C.O.T.- Pero entiendo que usted también formuló denuncia en la Fiscalía por los mismos hechos.


S.E.P.-
Es cierto. Como presumí —y esa sí es una deducción muy personal— que no había ánimo de investigación dentro de la Policía y creo que ésa es una conducta delictiva, acudí a la Fiscalía para denunciar penalmente el hecho, en marzo pasado.

C.O.T.- ¿Se siente intimidado y en consecuencia ha tenido que modificar, moderar o silenciar sus criterios jurídicos?


S.E.P.- Cuando uno tiene alma de juez en Colombia, debe tener espíritu de mártir. Siempre seré un juez ortodoxo: no varío mi posición por una amenaza o una coacción. Y quien lo haga, se pone al margen de la ley.



Enlace entrevista completa: http://www.elespectador.com/impreso/...osicion-de-jue

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