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ʃʈɑɲ ϻɑɽʂɧ · 29-07-2010 , 15:25:09

El fascismo es sinónimo de totalitarismo estatal. Asumen, como práctica casi habitual, veladas formas de restringir los derechos de las personas al punto de dejarlas como simple referencia en el contenido de un texto o norma.

Otro estilo fascista adopta que la mejor manera de mantenerse en el poder, anulando el ejercicio libre de los derechos constitucionales y conculcando los derechos humanos reconocidos por leyes y tratados, es a través de la amenaza, intimidación y provocación.

Al hacerlo, se busca acallar a quienes piensan diferente, a hombres y mujeres que rechazan formas y estilos de gobernar, actitudes y conductas que constituyen una afrenta al ejercicio democrático como forma de gobierno y se pretende, muchas veces y sin disimulo, la perpetuidad en el poder vía el fraude electoral. Por supuesto que para logar aquello, la tarea más importante atraviesa una estrategia dirigida a destruir la institucionalidad democrática buscando descabezar todo ente capaz de salir por los fueros de la legalidad.

Controlar la información, distorsionando la noticia a través de propaganda casi diaria, es parte de libreto fascista. Por supuesto que bajo esa dinámica compulsiva de ejercicio de poder ilimitado, aspectos centrales como controlar la justicia descabezando lo que pudiera ser un incordio o ir más allá, ejerciendo influencia y dirección en los entes electorales, muestran una mecánica de poder dirigida a enarbolar claros postulados fascistas.

Y es que sólo los fascistas piensan en reelecciones indefinidas; sólo los fascistas hacen trampa y cometen fraude en una elección ante el terror de someterse al soberano con armas limpias; sólo los fascistas toman preso a opositores, los atemorizan y les construyen tramoyas públicas para desacreditarlos; sólo los fascistas tienen pavor a la democracia, a sus reglas y principios; sólo los fascistas asumen que enemigo es aquel que piensa diferente y sólo los fascistas creen pertenecer a una raza superior.
Y ya lo anoté, de esta clase de individuos hay muchos. Miren por ejemplo Irán, con un Presidente electo al amparo de la violencia, el fraude y la manipulación. Incapaz de asumir un proceso electoral transparente, Ahmadinejad —recordemos que es uno de los principales socios políticos de Chávez—, no ha encontrado mejor expediente para aplacar las voces de protesta que apresar a dirigentes opositores, mandar a golpear a manifestantes mandando una señal déspota y tiránica, tan propia de los muy de moda gobiernos de la izquierda fascista de hoy.

Por supuesto que lo de Irán no es casualidad. Allá donde quiere implantarse un gobierno que se autocalifica de “izquierda”, con un discurso popular, casi siempre demagógico, con frases estrambóticas y carentes de sentido, pero muy fuertes emocionalmente, generalmente el apresamiento de personas, la eliminación paulatina del ejercicio de garantías y prerrogativas constitucionales y en muchos casos, la muerte y desaparición de opositores, son líneas de un texto común donde el enemigo es uno solo: la democracia.

Por supuesto que ante eso, la estrategia de culpar al imperio, a EEUU, al capitalismo, al neoliberalismo, a la Iglesia, a la empresa privada y a los medios de comunicación no oficial ni estatal, es casi una constante. Riman al hacerlo vociferando a los cuatro vientos. Lo hacen en Irán o en Venezuela.

Lo han hecho en Cuba. Esos rostros, los que aparentan la defensa de los más desprotegidos, los que están acostumbrados a aletargar a la gente con discursos que prometen y sólo prometen, son los que bajo el rótulo del fascismo de izquierda pretenden montar una ingeniería de poder donde o estás con el caudillo o estás contra él. Principios de democracia representativa o criterios de orden legal, donde el individuo sea más importante que el “movimiento social”, son desechados sin pena ni gloria ante el embate de gobiernos de fuerza, ayudados por coyunturas cíclicas especiales y por el ejercicio abusivo y sin medida del poder.

La tónica, siendo la misma, pinta rostros similares. Kim Jong Il, presidente de Corea del Norte, desafiante ante la comunidad internacional y amenazante en la construcción de armas de destrucción masiva o el mismo Mahmud Ahmadinejad, petulante, asumiendo el rol de dictador bajo el paraguas de una democracia inexistente.

Esos rostros tienden a reproducirse y con preocupante facilidad. Por este lado del mundo, Chávez es el mejor referente del rostro latino de la izquierda fascista. Por ello, las características son casi similares en todos los países donde comienzan a erigirse rostros de esta especialidad: mala gestión económica, falta de empleos, incremento de la violencia política, mayor corrupción, inseguridad, discurso que vende mucho y produce poco, represión a fuerzas opositoras, montaje y chantaje político, intimidación a la prensa, negación del pensamiento como fuente del conocimiento, falta de inversión, inseguridad para hacerlo, son parte de una arenga donde el rostro es uno solo y tiene nombre.