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Antiguo 24-07-2010 , 11:28:10   #2
porcelain
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Predeterminado Respuesta: Juana Barraza Samperio "La Mata Viejita"

La comadre de Barraza dejó de acompañarla poco tiempo después. Ella sola siguió con los robos a ancianos. Un Comandante de la Policía, Moisés Flores Domínguez, se dio cuenta de aquello y comenzó a extorsionarla. La visitaba en su departamento y ella tenía que pagarle sumas variables a cambio de que él no la denunciara. Eso duró varios años. Juana Barraza estaba cada vez más desesperada.La temporada de caza de ancianas en la Ciudad de México inició mucho antes de que Juana Barraza cometiera su primer asesinato. Aunque los asesinatos de ancianas comenzaron desde 1998, no fue sino hasta 2004, seis años después, cuando la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) comenzó en serio la búsqueda de los responsables. La primera anciana asesinada fue María Amparo González, quien fue estrangulada con un cable eléctrico en su departamento de la Unidad Modelo. Ese caso nunca se resolvió.
El nuevo ataque de la serie ocurrió en la Colonia Álamos, un domingo de 2002. Una anciana fue atacada en su domicilio por un hombre que acababa de salir del Reclusorio Oriente tras cumplir una condena por robo: Alejandro Ovando Salvatierra, de veintiséis años. Ovando llevaba un trapo en la mano, con el cual intentó taparle la boca. Ella se defendió. Como resultado, el hombre comenzó a golpearla. Ovando tomó unas tijeras y trató de clavárselas en el cuello, pero ella seguía defendiéndose. Él le arrancó la bata que llevaba puesta y luego la despojó de la ropa interior. Ella gritó que estaba enferma de SIDA, pero a él no le importó: la violó vaginal y analmente. Luego trató de estrangularla con su brassier y con unas medias. Robó una grabadora y $100.00 pesos. La mujer sobrevivió y pudo pedir auxilio, así como describir a su agresor. El 23 de julio, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) presentó ante los medios de comunicación a Alejandro Ovando Salvatierra como el supuesto asesino de ancianas a quien ya se conocía en los medios como “El Mataviejitas”. El segundo homicida fue Roberto Gustavo Gómez Sánchez, quien se hacía pasar por enfermero para entrar a las casas de las ancianas y les robaba dinero, joyas e inclusive chequeras y tarjetas de crédito o débito. Su novia, Alejandra Aquino Sánchez, se ocupaba de colocar la mercancía robada en el mercado negro. Muchas de las ancianas fueron maltratadas y algunas murieron. Su última víctima se salvó porque se encontraba enferma y su familia la trasladó a un hospital. Aún así, allanaron su casa y robaron sus cosas; los atraparon cuando trataron de cobrar un cheque después de que el robo había sido descubierto.
El 28 de septiembre de 2002, Guillermo Ibarra García Buenrostro llegó a cuidar a su madre enferma, Rafaela Buenrostro, de ochenta y cuatro años de edad. Por alguna razón, comenzaron a discutir. Guillermo Ibarra perdió la razón: tomó a su madre, la alzó en vilo y la dejó caer, de espaldas, sobre su rodilla: era una técnica conocida en la lucha libre como “La Quebradora”. Le partió la columna vertebral, le fracturó la pelvis y el fémur. La mujer murió cuatro días después. Pero su sobrina, una niña que se había quedado a dormir, presenció el crimen: los gritos de su abuela la despertaron y pudo decirle a la policía quién había sido el asesino. Huyó y fue capturado tres años después, en Guanajuato. Poco después, en la calle de Jesús María, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, otra mujer fue atacada pese a sus setenta y nueve años de edad. Llamaron a su puerta muy temprano; ella supuso que se trataba del lechero y abrió sin preguntar quién era. Un hombre de cuarenta y dos años, José Cuauhtémoc Sánchez, la empujó y entró por la fuerza. Le exigió el dinero y las joyas, y la mujer comenzó a gritar. El ladrón intentó estrangularla. Luego le arrancó de las orejas los aretes de oro que portaba; la anciana gritó de dolor y los vecinos la escucharon. Llamaron a la policía. Los agentes llegaron y José Cuauhtémoc Sánchez trató de escapar por las azoteas. Lo persiguieron y capturaron: llevaba un cable de un metro, para estrangular a sus víctimas. No era el primer ataque; los periódicos ya hablaban de “El Mataviejitas”, un oscuro asesino serial que se ensañaba con las ancianas. El lunes 25 de noviembre de 2002, Juana Barraza Samperio cruzó la línea. Vestida como enfermera y haciéndose pasar por una trabajadora social, llegó a la casa de María de la Luz González Anaya, una mujer de sesenta y cuatro años de edad, quien vivía en la Calle G, Edificio 18, Departamento nº 44, en la Colonia Alianza Popular Revolucionaria de la Delegación Coyoacán. Tras convencerla para que la dejara entrar, la anciana empezó a quejarse de sus problemas. Luego, por un motivo nunca descubierto, maltrató verbalmente a Juana Barraza; ella se enfureció. Todas las presiones, las frustraciones, los recuerdos, explotaron en aquel instante. Golpeó a la mujer con furia, aplicándole algunas de las llaves de lucha libre que conocía tan bien. Tras arrojarla sobre un sillón, la estranguló con sus propias manos. Dejó allí el cadáver y se dedicó a desvalijar el departamento. Luego se marchó. El cadáver fue hallado por Esteban Sánchez Reséndiz, yerno de la mujer. La policía lo tomó como un asalto a casa habitación con uso de violencia. Atribuyeron el crimen a un hombre. Nadie lo sabía, pero el largo reinado de terror de Juana Barraza Samperio en la Ciudad de México había comenzado; había nacido el personaje principal, aunque no el único, a quien los medios de comunicación bautizarían tiempo después como “La Mataviejitas”.

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