Hola soy nuevo me gustaria compartir con vosotr@s este relato
Estaba sobre la cama, con las muñecas atadas al exterior de sus tobillos, lo cual le obligaba a mantenerse apoyada con la cara en el colchón, mientras su culo quedaba en pompa. Puse una almohada entre sus piernas con el doble objetivo de dejarla descansar sobre ella y evitar que pudiera juntar las rodillas.
Salí de la habitación para buscar objetos que sirvieran para el fin calculado. Tras varios paseos por casa y después de algunas dudas regresé con ellos, los deposité en fila, frente a sus ojos y sobre el colchón. Un rotulador de punta gruesa, de aluminio, redondo y del grosor aproximado de un dedo; una vela de unos 20 centímetros de longitud y dos de diámetro; un bote de espuma para el pelo, con este tuve mis dudas, quizá fuera excesivo, 20 centímetros de longitud y cuatro de diámetro.
¿Adonde vas con eso?
Tranquila, fíate de mí.
Nosotros no éramos muy dados a estas situaciones, quizá al principio de la relación había ocurrido alguna cosa parecida, pero con el tiempo nuestros hábitos se habían vuelto de lo más normal. Había conseguido convencerla para que se dejara hacer, durante una conversación que fue subiendo de tono le comente que tenía muchas fantasías pero que no me atrevía a realizarlas por que dudaba que ella le gustara esas cosas.
Muy bien, entonces iré dando pasos hasta donde tú me dejes llegar.
Lo primero que hice fue atarla, notaba en ella las primeras dudas pero no pronuncio palabra.
Fui al baño, busqué el aceite corporal y una toalla. Puse la toalla bajo su culo, mi chica tiene un gran culo duro y carnoso, que apetece agarrar y manosear. Deje caer un buen chorro de aceite sobre el y con las manos lo frote por su ano y sexo, con un masaje continuo y obsesivo, que consiguió su excitación.
Cogí el primero de los objetos por tamaño, con mis manos ungí aceite sobre el rotulador, sujetándolo de forma que mis dedos lo rodeaban y dejaban la punta del mismo apoyada en la yema de mi dedo anular, pose la base del mismo en la entrada de su ano. (Silvia era contraria al sexo anal, desde el principio me costó meses el conseguir introducir un solo dedo en su recto, aunque cuando se relajaba disfrutaba nunca permitió el sexo anal en todos los años de nuestra relación, eso había incitado en mi la fantasía y el deseo más aún, si hubiera tenido la opción de disfrutar de su ano seguramente no desearía tanto el hacerlo. Esa mañana lo había decidido, de hoy no pasaría, disfrutaría sin pensar en las consecuencias).