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Antiguo 20-07-2010 , 11:43:17   #7
_MALCON_
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Predeterminado Respuesta: Jugando con mi prima

- ¿Se fue el dolor?, -me preguntó-. ¿Te gustan mis pechos?

- Sí, pero por favor no me vuelvas a apretar mis huevos, y sí me gustan tus pechos mucho, son bellísimos, -contesté con la boca escurriendo saliva.

- Tócamelos, -me ordenó-. Vas a hacer todo lo que yo diga.

Yo obediente los toqué, los apreté, pellizqué sus pezones rosados y suaves. Qué maravillosa sensación que junto con el roce de su pubis con el mío me tenía excitadísimo.

Ella seguía frotándose sobre mi pene, sus manos echaron su cabello hacia atrás, yo apreté más fuerte sus hermosas tetas y me empujaba hacia arriba para aumentar el roce de mi pene con su cuerpo. Ella movía sus pechos de lado a lado y yo le correspondía apretándolos con más fuerza, recorriéndolos en toda su extensión.

- Ahora bésamelos y muérdemelos como me amenazaste, -me exigió.

Yo me erguí y la obedecí, mis labios tocaron su fina piel, abrí mis labios y me engullé todo lo que pude de su pecho, mi lengua frenética y desesperada quería más y más, cambie de teta, mi mano se posó en la otra. Acomodé mi pene para que sintiera más las caricias de su pubis pero el instinto hizo que mi mano frotase sus bragas en las que sentí la forma de sus labios vaginales. La hermosa, admirada y deseada "Y".

Fue como un disparador, Magda trató de bajarme mis calzoncillos y quitarse sus bragas al mismo tiempo. Yo claro, ayudé poniéndola de espaldas en la cama y bajando sus bragas hasta quitárselas, me quité los calzoncillos y me arrojé sobre ella, quien con sus piernas abiertas me dejó colocarme entre ellas. Qué delicia frotarme contra ella, sentía su vello púbico como plumas que me acariciaban, mi boca en su pecho escurría saliva, mis manos recorrían su cuerpo desesperadamente sin saber donde detenerse, ella me acariciaba la espalda, mi nuca y movía deliciosamente su cuerpo, estuvimos así varios minutos hasta que bajó su mano y metiéndola entre nuestros cuerpos agarró mi pene con fuerza y suavidad. El pájaro hay que tomarlo así; ni tan fuerte que lo ahogue, ni tan suave que se escape.

- Déjame verlo, -me pidió.

Me separé obedientemente para poder yo también admirarla a ella, me coloqué a su lado sin soltarla.

- Que bonito, -me dijo mientras lo estrujaba con suavidad-. No sabía que me fuese a gustar tanto tocarte tu verga, está muy bonita.

- Bonita tú, -le conteste-. Eres lo más bello del mundo.

Con una de mis manos sobre su pecho y la otra aprendiendo a acariciar sus labios vaginales, mi mirada se perdía en su cuerpo sin saber donde detenerse, su rubio vello púbico brillaba con la luz en un dorado que solo tiene el amanecer, sus nalgas redondas como melones, musculosas y suaves, su ombligo en su vientre duro, sus pechos duros y amorosos, su cara angelical, sus labios húmedos que me incitaban a besarla, sus piernas bien torneaditas y su talle en armonía. Todo me llamaba, como en un sueño me encontraba yo, viéndola desnuda. Qué ansia no tener más manos, no tener más bocas, no tener más ojos.

Tomó mi mano y la acomodó un poco más arriba, en su clítoris, con su mano me enseñó el movimiento y ritmo que quería.

- Así, en la parte superior del clítoris, -me enseñó-. Qué rico me lo haces Miguel. ¿Te lo hago yo rico?

- Riquísimo Magda.

Estuvimos así por un tiempo, ella acariciándome mi pene, yo acariciando su clítoris y sus labios vaginales, besándonos. Yo tocaba, estrujaba, besaba sus hermosísimos pechos. Mi mano no pudo resistir y bajándola un poquito introduje un dedo en su vaginita, qué hermosa sensación yo sentía al hacerlo, la entrada al lugar más deseado.

Ella respondía con suspiros y pequeños jadeos. Yo movía mis dedos cada vez más rápido, regresaba al clítoris, volvía a su vagina. Besaba sus pezones rosaditos y duros. Ella me apretaba con más fuerza mi verga y aceleraba sus movimientos cada vez más.

Su orgasmo llegó anunciándose con su respiración, con sus jadeos, ella se estremeció y se iluminó como un ángel. Mi dicha de verla y el saber que yo había provocado esa iluminación no se puede describir, me sentía en el cielo. Yo no podía retenerme más, el placer me ganaba. Me zafé de sus manos y me coloqué sobre ella dispuesto a tener todo lo que había deseado tanto tiempo, introducirme en ella, quería que los dos fuésemos uno.

Magdalena aún sin recuperarse completamente me detuvo, puso sus manos sobre mi pecho deteniéndome con suavidad, y con cara de tristeza pero con dulzura me dijo:

- No podemos hacerlo hoy Miguel, yo me quiero entregar a ti, quiero darte mi virginidad, quiero que seas el primero, lo deseo mucho. Pero hoy no puedo, podría quedar embarazada. Ven, vamos a seguir acariciándonos, vamos a terminar así hoy.

Me volví a recostar junto a ella y reanudamos nuestras caricias. Yo feliz por lo que ella me había dicho, que yo iba a ser el primero, que ella iba a ser mía.

Continuamos acariciándonos por largo tiempo, pero no lo suficiente para la pasión y el placer.

Otro orgasmo le llegó suavemente, su respiración, su rubor, sus movimientos, sus jadeos, todo cambió, se transformaron en un cuadro de vida. Yo no lo sabía entonces pero ella me tenía más regalos por su sensibilidad y erotismo, regalos que disfrutaría cada día más. Lo sentí en mi mano, en mi mente, en mi pene que apretaba con más fuerza, en todo mi cuerpo.

Cuando se recuperó de su orgasmo, me dijo:

- Quiero que tú también sientas lo que yo sentí, deja llegar tu orgasmo, no te contengas. Yo también quiero ver como te corres.

- Toma mi pene con tu boca, -le pedí suplicante-. Déjame sentir algo que nunca he sentido.

Nos acomodamos de tal forma que pudiese hacerlo y al mismo tiempo yo pudiese seguir acariciando su vagina y sus tetas.

Yo estaba en el cielo, mi verga en su boca, mi mano en su vagina introduciéndole un dedo, tocando sus pechos, mi cuerpo muy sensible a cualquier roce temblaba de placer que era casi doloroso.

- Que verga tan bonita tienes, -me dijo en un momento que se la sacó de su boca-. Tan grande, tan dura, tan suavecita, muy bonita. No sabía que fuese a gustarme tanto esta parte de tu cuerpo Miguel, mi amor. Eres hermoso.

- Yo sabía que eres hermosa, Magdita de mi vida, pero no sabía que me pudieses hacer tan feliz, realmente estás arrasando conmigo amor.

Ella se rió de mis palabras.

- Déjame también disfrutar de tu vagina, -le dije acomodando mi boca entre sus piernas y girando para quedar en un 69, coloqué mis manos en sus nalgas, mis labios en los vaginales suyos y aspiré con todos mis sentidos el lugar más deseado, su clítoris, su vagina, sus perfumes, todo me llegó como una tempestad, nunca había visto esta parte del cuerpo de una mujer y ahora se la estaba lamiendo y besando a la mujer de mis deseos. Estaba aprendiendo a darle placer en el aprendizaje más recompensado, mi placer. Sus suspiros y gemidos me parecían música que fue creciendo en frecuencia y en intensidad.

Nos decíamos entre suspiros lo que sentíamos, lo que experimentábamos, nos animábamos mutuamente al agradecer nuestras caricias. Por fin entendí lo que significa éxtasis.

- Qué rico me lo haces Miguel, qué delicia, -me dijo-. Seguro tienes mucha experiencia con otras mujeres.

- Eres la primera mujer que veo desnuda, eres la primera que toco en sus partes sexuales, eres la primera que me toca la verga, -contesté-. Y tú Magda, ¿es la primera vez que te tocan como yo te toco? ¿Es la primera vez que tocas y mamas una verga?, -le pregunté reanudando inmediatamente mis besos en su clítoris.

- Así como estamos nunca lo había hecho, -me respondió-. Nunca había mamado verga ni tampoco me habían besado ahí donde me estás besando, ya me habían tocado antes y yo ya había acariciado penes, pero nunca había sentido lo que siento ahora, es riquísimo, por eso quería jugar a las luchitas contigo, para saber qué se sentía, por eso quiero follar contigo, para saber qué se siente.

Yo no sabía qué pensar de lo que me había contestado, ¿quizá sentía celos? No lo sé, pero yo seguí en lo que estaba haciendo con más ahínco. Su clítoris rosadito, como botón de la más bella de las flores me atraía como la flor a la abeja, sus vellos dorados, suavecitos, acariciaban mi barbilla. Mi dedo dentro de su vagina disfrutaba de la inmensa suavidad de esa piel, investigando qué tesoros guardaba. Mi pene aprisionado en su boca lanzaba oleadas de placer a todo mi cuerpo, su mano sujetaba mi miembro, lo apretaba y acariciaba con movimientos casi mágicos, su otra mano acariciaba mis testículos suavemente. Dejé de pensar, dejé que todo sucediera. Solo sentir, solo placer y más placer.

Yo seguía reprimiendo mi orgasmo hasta que sentí y oí que ella volvía a tener otro. Y entonces gozoso me solté, y todo explotó, el mundo desapareció y llegó la felicidad plena. Oleadas de placer llenaron todo mi cuerpo que se estremecía con cada nueva pulsación que llegaba a mi pene, más y más placer. Y luego paz.

Cuando pude de nuevo abrir mis ojos, y la sangre disminuyó su flujo por mi cabeza, el mundo seguía siendo bello, más bello que antes. Magdalena estaba en trance, ojos cerrados, jadeos en su respiración normalizándose, sus senos subían y bajaban con su respiración, su boca y labios llenos de semen, su mano sujetando mi pene que escurría más semen, que pulsaba y seguía palpitando esporádicamente. Parecía una guerrera victoriosa, satisfecha de la victoria conseguida sobre su oponente. Mi dedo en su vagina sentía también sus pulsaciones, sus contracciones. Mi mano en su seno quería agarrar su corazón. La abracé y la besé. Me abrazó y me beso. Palabras no faltaron, le pedí que fuese mi novia, ella me dijo que siempre sería mi novia pero que lo guardáramos en secreto, que no quería que su novio se enterase de nuestros juegos.

Nos vestimos mutuamente sin dejar de besarnos y acariciarnos. Arreglamos la cama y la acompañé a su casa. Nos despedimos con besos y caricias. Se rió mucho al recordar mi pena por mi erección en el juego con mi hermana y de mi sorpresa cuando me agarró por los huevos. Planeamos vernos al día siguiente para volver a jugar y que cuando pudiese, nos íbamos a entregar por primera vez, el uno al otro.


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HARLEY KING
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