Es un escrito de hace un poco más de un año pero espero que les guste.
En las calles de nuestra ciudad es mucho lo que podemos ver; desde el personaje que vende tintos, hasta el abogado que maneja taxi, pasando por el ventero ambulante que está en cualquier esquina.
Nuestra ciudad es una gran caja de sorpresas, en la que a cada momento podemos verle algo nuevo; se mantiene en constante renovación.
El centro es el sitio en el que más podemos acercarnos a éste fenómeno. Podríamos sentarnos todo un día en algún parque o estar simplemente en cualquier calle, tal como lo hacen algunos señores de edad, y nada más observar lo que ocurre, al final veremos que se ha dado una gran metamorfosis del lugar.
Lastimosamente el centro es un lugar que podríamos denominar como mitológico, donde las mismas personas se han encargado de mitificar lugares o personajes, y en algunos de los casos no son muy buenos estos mitos; el caso es que si lográramos compilar todas esas historias que sabe la gente, se publicaría un libro folklórico más potente y trascendental que cualquiera de Agustín Jaramillo Londoño.
Es bueno ir caminando por las calles del centro de nuestra ciudad mientras a coro escuchamos el “adelante mono”, “qué se le ofrece, yo se lo vendo”, el “pilas por mil pesos, 4 pilas por mil”o simplemente un “cuantos que me voy”; y luego de manera jocosa rememorar este tipo de situaciones que, aunque cotidianas, hacen que nuestra vida sea más alegre, más distinta, dentro del marco general de saber que aquello es un trabajo serio. Que bueno sería acabar con todos los fantasmas sobre el centro, que hacen que personas modernas ni siquiera se acerquen a conocerlo por un temor que ni siquiera saben explicar; pero mientras logro pensar la manera de hacerlo debo dejarlos pues hay un bus que me va a dejar. Ya llegué.
Melkor ---> 2005