Santos tiene una pelea casada con Chávez y una orden de captura en Ecuador, pero quiere mejorar las relaciones con los vecinos. ¿Lo logrará?
Nunca antes un presidente de Colombia había llegado al poder con una situación tan compleja para sus relaciones externas. En los problemas que ha tenido Colombia con sus principales vecinos –Venezuela y Ecuador– el presidente electo Juan Manuel Santos ha sido un protagonista principal: Hugo Chávez lo considera su enemigo y en Ecuador existe una orden de captura en su contra.
La mala imagen de Santos en los palacios presidenciales de Caracas y Quito tiene como común denominador la confrontación ideológica entre los países del Alba, liderados por Chávez, y otro bloque de naciones más cercanas a Estados Unidos. Santos hereda del gobierno Uribe la percepción de que milita en el bloque antiAlba. Con Chávez, sin embargo, la riña viene de atrás: desde sus tiempos de columnista en El Tiempo, Santos fue crítico persistente de la revolución bolivariana, y denunció su inclinación armamentista. El propio presidente Uribe reconoció que, antes de nombrar a Santos como ministro de Defensa, llamó a Chávez para informarlo. Ya en el ejercicio de esa cartera Santos cuestionó en varias ocasiones la tolerancia del régimen chavista con las Farc y la presencia de guerilleros en territorio venezolano. Antes de la primera vuelta electoral, el 30 de mayo pasado, Chávez dijo que con Santos habría malas relaciones y calificó al entonces candidato de la U como “mafioso”.
El lío con Ecuador tiene su origen en el bombardeo al campamento del jefe guerrillero ‘Raúl Reyes’ en territorio ecuatoriano el primero de marzo de 2008, que indignó a Rafael Correa y condujo a un rompimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países. Santos, como ministro de Defensa, fue protagonista y vocero del operativo, y un juez ecuatoriano le abrió una investigación penal que terminó en una orden de captura dictada en abril de 2008, que posteriormente fue archivada por falta de pruebas. Sin embargo, un año después, a raíz de una afirmación de Santos en la cual dijo que se sentía “orgulloso por el operativo contra ‘Reyes’”, el juez revivió la orden con el argumento de que el inculpado había reconocido su responsabilidad directa.
Durante la campaña Santos fue, sin embargo, prudente en sus discursos sobre los vecinos y les envió a Chávez y a Correa señales muy claras sobre su intención de mejorar las relaciones. “No reconozco enemigos externos”, dijo la noche de su triunfo en la primera vuelta. El mandatario venezolano bajó el tono en la etapa final del debate, y afirmó que estaría pendiente de los pronunciamientos del nuevo gobierno.
En el caso de Ecuador, Santos incluso llegó a decir que le entregaría al gobierno de Correa la información contenida en los famosos computadores de ‘Reyes’, lo cual, si se concreta, sería muy bien recibido en Quito, aunque quedaría pendiente la nada fácil solución del lío jurídico-penal. Mientras el caso es débil y un jefe de Estado goza de inmunidades que lo blindan de decisiones de jueces nacionales de otros países, Correa se ha amarrado al discurso de que el poder judicial de su país es autónomo del Ejecutivo.
Más que las relaciones bilaterales con los dos vecinos, está en juego la política exterior del nuevo gobierno hacia la región. Un escenario sería el de la profundización de las peleas con Chávez y Correa, a la que se uniría con mucho gusto Daniel Ortega, por su afinidad ideológica con el Alba y por el diferendo que tiene Nicaragua con Colombia en la Corte Internacional de La Haya. Santos encontraría una fácil convergencia con otros mandatarios de talante semejante al suyo, como Sebastián Piñera de Chile, Felipe Calderón de México y Ricardo Martinelli de Panamá. La otra opción es romper el dilema ideológico y buscar una aproximación más tranquila con los vecinos y más cercana con el resto de países. Santos, según ha dicho, le jugará a la segunda alternativa, pero su viabilidad dependerá de las respuestas de Chávez y Correa. Por ahora está abierto un compás de espera.