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Antiguo 24-05-2010 , 15:16:46   #59
himmelstern
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himmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestro
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Predeterminado Respuesta: Clubes nudistas en Bogotá, Striptease.

4. Pasada la afugia, el eficiente reportero pide una cerveza, prende un cigarrillo, y por fin se escucha otra vez la sabia voz del animador. Rrrrecuerden, señores, ya viene el show central, todo el que quiera acompañar a nuestras niñas, puede subirse a la tarima. ¡¡Vamos a pegarle al peluche. Vaaamos a pegarle al peluche!! Sigue una ovación de oficinistas, hay corbatas haciendo círculos en el aire. Dudo que alguno tenga el valor de subirse.

Para cuando se acaba la ovación está sonando un vallenato en el altoparlante y un mesero pasa entre las tarimas recogiendo una adición de dinero por el show que sigue. Una vibración rítmica en mi rodilla me recuerda a mi vecino. Me volteo. Su hermano está bailando como puede con una joven negra entre la banca y la tarima, porque no hay más espacio. Él, mi vecino, con su carota redonda y morena y su pelo engominado, sigue durmiendo, adorable, como un bebé, babeando y recostado en las caderas bamboleantes de la negra.

La idílica escena se ve interrumpida por el tipo del micrófono. Carraspea muy serio, en tono apagado. Disculpen la molestia, señores, espero que hayan traído los papeles porque llegó la Policía. Se prenden las luces. Revuelo general. Todos echan mano al blazer, se esculcan los bolsillos. El reportero de SoHo hace lo mismo, tiembla, busca su carné de periodista, se acuerda de que no es periodista.

Después hay un minuto de oscuridad en la sala, zozobra, y de repente, se prende la luz y se oye otra vez la voz atronadora del locutor: Aaaaaaquí eeeestá. Laaa Policía, señores. ¡¡Son las bellas Diana y Ninaaaa, con su choooooou lésbico!! Carcajadas y alivio. Ahora sí, a pegarle al peluche. O eso parece.

5. Entre los aplausos entran a la tarima dos amazonas altas y caderonas con camisas de policía gringa, shorts, sombrero, gorra de estrella y gafas negras. Las señoritas agentes vienen con intenciones de hacer un show rudo desde el principio. Caminan con paso decidido, miran a los clientes con agresividad, se van quitando, poco a poco, pero con la violencia necesaria, el uniforme negro. Con los tacones anuncian lo que vendrá y de paso producen un pequeño milagro. Mi querido vecino sale de su estado catatónico, como un resorte se pone de pie y con el brazo en alto grita hurras a algo que él solo entiende.

Las chicas tampoco entienden, pero no defraudan a nadie, tampoco al del micrófono, quien con voz que parece verdaderamente conmovida recita: Recuerden, señoreeees. A Diana y a Nina les encanta el sexo más que la vida, sí, señorrr. Nina y Diana lo ignoran todo, se acaban de desvestir, se besan (con pasión real o fingida), se masturban mutuamente (ídem), se enredan en una caricatura de amor lésbico. Es entonces cuando el narrador repite su oferta, ahora en lenguaje más pulido y con un dejo de angustia. Reeeecuerden, Nina y Diana están dispuestas a recibir la participación de cualquier caballeroo dispuesto a ayudarlas. El reportero de SoHo anota en su libreta y aguza vista y oído para captar la noticia.

Para las chicas, es hora de duplicar la intensidad, cada una en un extremo de la tarima y al ritmo de la música tecno. Nina muestra su culo abierto a los señores de la primera fila, atenaza a alguno con las piernas, se menea con su cabeza como botín. Diana, en el otro extremo, está jugando con una botella, se masturba con ella, se la introduce, la agita hasta que sale espuma. Mi vecino, vigorizado por la siesta, mira la escena un poco despelucado y con la boca abierta. Todo está listo. Solo falta el becerro para el sacrificio.

Nina cree encontrarlo y atraviesa la pista dando pasos firmes con sus tacones puntilla, intenta con todas sus fuerzas poner en pie a un oficinista muy corpulento y tímido que se niega rotundamente porque sabe que va al matadero. El verdadero becerro está del otro lado. Diana lo ha encontrado. Es un muchacho de menos de treinta años con camisa blanca y sonrisa segura. Como si estuviera llevando a cabo cualquier trámite, sin pensárselo dos veces, se levanta, se deja llevar al centro de la tarima y él mismo ayuda en el proceso de quitarse la ropa.

Una vez desnudo, las damas se encargan de excitarlo del todo. Nina se arrodilla y finge que le hace sexo oral con movimientos de caricatura, le acaricia la entrepierna. Mientras tanto, Diana se pone frente a su campo visual en cuatro y levanta mucho las nalgas para que él pueda verlo todo. En menos de un minuto, el becerro está listo para que le sea puesto un condón. Sus amigos vitorean sacándose las corbatas, los demás miran con ojos redondos. El becerro cumple con su deber.

Ya convertido del todo en becerro monta a la mujer policía mientras ella espera quieta y gime con placer de caricatura, convertida en gran hembra animal. El becerro muge cada vez más duro, empuja y retrocede, y las caras de los oficinistas son de cera, pero sudan. Todos se quieren acercar al máximo, ver las partes, las pieles, los gestos. El movimiento se hace más rápido, la mujer policía está a punto de ser expulsada de la tarima. Cuando por fin siente que con un mugido notable el becerro ha terminado dentro de su envase de caucho, ella también grita y gime notablemente.

6. Después del falso orgasmo todo es oscuridad y silencio. Busco las escaleras sin despedirme de mi vecino, que ahora intenta pedirle el número de celular a una de las señoritas desnudas. En el primer piso hay otra que se contonea. Esta es morena y gatea sobre una mesa rodeada de hombres. Sin quererlo, su mirada y la del reportero se cruzan un segundo. En ese segundo, el reportero entiende. Ella no está ahí, en donde está su cuerpo. Los hombres no la poseen, aunque eso crean. Ella está afuera, en un lugar más silencioso, en otra parte.

Sin perder tiempo el representante de la prensa camina hasta la puerta, se cierra la chaqueta y sale a buscar un taxi.

http://www.soho.com.co/wf_InfoArticulo.aspx?idArt=4903

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