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Antiguo 24-05-2010 , 15:16:16   #58
himmelstern
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himmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestrohimmelstern Es un explendido maestro
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Shocked Sexo en vivo

Sexo en vivo





Tras una ronda de striptease en Oz 74, un night club de la Caracas con 74 en Bogotá, hacen una colecta de $3.000 por persona y empieza el show lesbian previo al plato fuerte de la noche: el sexo en vivo.




No se sabe si el placer de las jóvenes es real o fingido, pero el público masculino se vuelve loco, gracias también a los continuos anuncios hechos por el animador con el micrófono.




Algunos voluntarios, protegidos con condón, terminan rápido su misión; otros no alcanzan a empezarla por el pánico escénico. Ellas hacen de todo con tal de complacer al respetable público...




Por: ANTONIO UNGAR


FOTOGRAFÍA: JORGE VELÁSQUEZ © 2006




1. El letrero de la casa anuncia sexo en vivo, pero mi vecino de gradería ya se quedó dormido y todavía nadie muestra sus habilidades en la tarima.

Hace ya tres horas que subí por las escaleras estrechas mientras subían también la temperatura y los decibeles de la música. Atravesé una masa de cuerpos femeninos con poca ropa y de hombros masculinos empacados en trajes de oficinista y en medio de la oscuridad brilló la tarima del espectáculo, perfecta como una grandísima mesa de billar, pero cubierta de fórmica blanca, flanqueada por los tres costados de graderías con público.

En las graderías vi a hombres encorbatados de todos los colores y tamaños, cajeros de banco, contadores, funcionarios, escoltas. Con las caras brillantes muy iluminadas, tensas, los ojos abiertos como los de animales al acecho y las manos en la primera fila agarrando vasos de trago sobre la fórmica blanca. Pocos segundos después de mi entrada apareció un nuevo motivo para esas caras brillantes y tensas. Los hombres estiraron mucho el cuello, dejaron a un lado sus vasos e hicieron silencio. Yo, todavía de pie, levanté la cabeza sobre una calva más baja y la música fue subiendo de volumen.

¡Laaaaa bella Cindy!, anunció un comentarista con parlante. El nombre del motivo. Blanca y menuda, Cindy hizo lo que tenía que hacer. Recorrió la tarima de lado a lado imitando a una gata, meneó las caderas, levantó mucho el culo, se pasó la lengua por los labios con cara de inocencia mientras bailaba. Se quitó el brasier. Se quedó mirando fijamente los ojos de algún cliente, abriendo mucho las piernas, se puso de pie, subió una pierna al poste metálico, se meneó al ritmo de un tecno tropical a todo volumen. Fingiendo pose infantil se quitó la tanga.

El público enardecido vitoreó a la señorita. Los encorbatados relajaron un poco los ojos cuando acabó, giraron de nuevo el cuello para verla salir y aplaudieron como focas viendo su culo desnudo. Sin chica en la pasarela los encorbatados se sirvieron más trago y sonrieron plácidamente. Los meseros se apresuraron a despachar. El avezado reportero de SoHo aprovechó la desconcentración general y la repentina partida de cinco burócratas cincuentones para correr a sentarse en el lugar de la noticia.

2. Desde el lugar de la noticia, con las manos sobre el borde de la mesa blanca, pedí una cerveza y un paquete de cigarrillos. El espacio libre que había quedado a mi lado fue ocupado dos minutos después por dos hombres morenos, macizos, envueltos en trajes oscuros y corbatas de colores, con redondas caras de niños engominados. Escoltas y hermanos. El que se sentó venía borracho. Depositó con dificultad su humanidad que casi no cabía entre la tarima y la banca y pasados diez segundos, con gran sonrisa de niño sobrealimentado, recibió una botella gigante de ron, una Coca-Cola y dos vasos.

A la tarima se subió Samantha. Morena, alta, se contoneó un rato como Cindy, pero con cara muy seria y usando dos trucos distintos: agitó el culo como bailarina de hip-hop, pero en posición cuadrúpeda y se dejó descolgar de la barra mientras se quitaba el brasier. Cuando acabó el show caminó cansada y todavía seria, como después de una rutina deportiva. Después se subió Linda, haciendo lo mismo, pero cambiando el hip-hop por abrir las piernas en compás y tocar el suelo con la frente. Y después de Linda vino Andrea, que hizo lo mismo, pero distinto. Y después Clea. Y después Paty. Y Carolina y Lena y Lorna. Y Samantha y Jolie y Mimi y Lena. Y otra y otra y otra más.

Negras, blancas, morenas, trigueñas, bajitas, altas, caderonas, planas, tetonas, rubias, trigueñas, pelinegras, pelilargas, pelicortas, delgadas, muy delgadas, no tan delgadas. Todas muy jóvenes y presentadas por un narrador gordo y simpático. Todas haciendo lo posible por mantener creíble la ilusión teatral por la que habían pagado los oficinistas. La fantasía de la pornografía: un mundo perfectamente iluminado en el que todas las mujeres son lindas, todas están deseosas de tener sexo y todas se contorsionan por ser folladas (y en el que finalmente todas son folladas).

3. Al tiempo, con el último striptease normal, mi vecino, el niño gigante de la corbata, concluye feliz su propia temporada de actos. Con la salida de la sexta bailarina recibió su cuarta botella de ron y para celebrarlo se puso de pie y habló solo en voz muy alta. Con la décima bailarina intentó hablar en pleno show, pero quedó atrapado entre la banca y la tarima, sobre los vasos llenos de trago. Ahora, para llevar a cabo su último acto, despacha un sorbo de ron, abre mucho los ojos, los cierra y apoya la mandíbula en el pecho. Su cuerpo se bambolea de un lado al otro, indeciso, y, al final, para alivio del representante de la prensa, escoge el hombro de su hermano (el de él) para quedarse profundamente dormido.

Con el niño sobrealimentado neutralizado, el reportero de SoHo tiene un momento de calma que conduce a un rato de

inspiración y a la transcripción de un pequeño hai-ku filosófico: El cuerpo humano es limitado. Los movimientos destinados a excitar a un hombre borracho también. Casi inmediatamente, la voz a todo volumen del tipo del micrófono interrumpe el sublime momento con otro hai-ku filosófico: ¡¡Míreeeeeme esa delicia de chocolate. Es la magnífica Kaaandy. Diecinueve añitos, recién llegada de San Andrés y le encanta y le fascina hacer el amorrrr!!

Mi vecino ni se inmuta en su sueño. Los demás parecen cada vez más despiertos. Desabrochan las corbatas, ríen a carcajadas, comentan. La sala está atiborrada. Los meseros no dan abasto. En la tarima las mujeres ya no solo se desnudan, ahora se tocan, fingen masturbarse, usan juguetes sexuales. El objetivo final es que haya sexo en vivo y hay que calentar a la audiencia, que al parecer no lo está lo suficiente. El representante de la prensa guarda la compostura.

Las señoritas, impacientes, deciden que es hora de calentar al público de una buena vez. Una más bien fornida marca la parada haciendo con las piernas una llave como de lucha libre a un oficinista sentado en la primera fila con una gran sonrisa cándida. Le pasa una pierna por el hombro, la otra por frente al cuello, y cuando se da la vuelta, el tipo está atenazado entre los muslos que se bambolean a un ritmo que imita el sexo. El del micrófono colabora en el proceso de calentamiento con frases como Samantha. Praaaaácticamente virgen. Veintitrés añitos. Y oiga, sí: le gusta el sexo maaaás que la comida!!

Una amazona forrada en cuero y con las tetas al aire se arrodilla, pone la cabeza en el suelo, pone frente a la cara de un oficinista obeso su trasero desnudo y lo agita para deleite de la audiencia. Otra más juega con un consolador y es ahí cuando el reportero de SoHo huele el peligro y reza (en silencio), para que no se metan con su periodística humanidad. Tan pronto termina su rezo, se meten. La dama, que está subida en la tarima, vestida solo con una tanga, se sujeta bien de la barra que recorre todo el techo, se suspende en el aire y pone los tacones en los hombros del informador. El informador deja de rezar. La amazona dobla las rodillas. El informador deja de tomar apuntes.

Continua....

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