- ¿De verdad? No hace falta que te hagas el bueno. A estas alturas ya estoy dispuesta a todo.
- No no, en serio. No quiero nada más. El sexo contigo es mejor de lo que me había imaginado. Y tampoco creo que nos quede nada por hacer, ¿no?
- Bueno, hay algo que todavía no has probado y, si te soy sincera, yo tampoco –hizo una pausa- el sexo anal.
- Pensaba que eso solo lo hacían los homosexuales.
- Ellos lo hacen pero no es exclusivo suyo. Muchas parejas de hombres y mujeres lo practican.
-Ah… ¿Y por qué nunca lo has hecho con tu marido? ¿Él no quiere?
- ¡Qué va! Todo lo contrario, hace años me lo pedía a menudo pero yo nunca he querido. Me daba miedo que me hiciera daño. Si no se hace con cuidado puede ser muy doloroso.
- ¿Y por qué quieres probarlo conmigo?
- Porque contigo me siento muy segura. Siempre haces lo que te pido como te lo pido, sin prisas y con cariño. De mi marido no sé si puedo esperar lo mismo. Además, ya que he sido tu primera vez, también quiero que tú seas la mía.
- Vale, si tú crees que nos va a gustar. Dime una nota y mañana la saco.
- Estoy segura que nos va a gustar y por la nota no te preocupes, sé que lo vas a hacer lo mejor posible. Con eso me basta.
Y así fue. Al día siguiente me esforcé al máximo como había hecho en los exámenes anteriores pero sin la presión de tener que sacar ninguna nota mínima. Eso tuvo un efecto muy positivo pues no me quitó motivación pero si presión. Al cabo de una semana supe que había sacado un ocho.
- ¡Enhorabuena! –me dijo al día siguiente en su casa.
- Gracias, creo que el hecho de no tener que sacar una nota mínima me ha quitado un peso de encima.
- Ni que lo digas. Estoy realmente impresionada. ¿Qué te parece si lo celebramos?
Nos fuimos a la habitación cogidos de la mano. Nos desnudamos el uno al otro mientras nos besábamos. Decidimos calentarnos los dos a la vez haciendo un sesenta y nueve. Me estiré boca arriba en la cama y ella boca abajo encima de mí. Mi cabeza estaba entre sus nalgas, las abrí con las manos y apareció un coño muy mojado y un ano muy cerrado. Decidí empezar por el agujero que ya conocía y le lamí el coño con ganas. Natalia no tardó en meterse mi polla en la boca y chupármela con maestría.
Los dos gruñíamos de placer incapaces de hacer otra cosa con nuestras bocas ocupadas. De vez en cuando alguno se liberaba para respirar y comentarle al otro lo bien que lo estaba pasando.
Así estuvimos un buen rato hasta que el coño de Natalia pasó de estar mojado a chorrearme jugos vaginales por toda mi boca. Se sacó mi polla de la boca y dijo:
- Ya puedes empezar por el otro agujero.
Así lo hice. Saqué mi lengua de su coño, alargué un poco el cuello y pasé a chuparle el ano. Lo tenía totalmente cerrado y sonrosado. Ella empezó a gemir de una manera diferente.
A medida que mi lengua le fue dando pasadas, su ano se fue relajando y poco a poco empezó a abrirse. Eso me permitió explorarlo con mi lengua, cosa que provocó jadeos en Natalia. Poco a poco se había ido olvidando de mi polla y ya no me la chupaba. La tenía agarrada con la mano y notaba en ella el aliento de sus jadeos. A mí ni siquiera me importó, estaba concentrado en proporcionarle ese nuevo placer.
- Creo que ya podemos empezar con los dedos –dijo cuando ya mi lengua entraba entera en su culo.
Se puso a cuatro patas, con la cabeza en la almohada y el culo en pompa. Me situé detrás de ella y me paré unos segundos a disfrutar de la vista. Tenía las nalgas muy redondas ligeramente entreabiertas. Las acabé de separar con una mano. Me chupé el dedo índice de la otra y se lo metí por el ano. Entró fácilmente gracias al trabajo que había hecho con mi lengua. Le gustó y su ano reaccionó abriéndose un poco más. No esperé y pasé a meterle dos dedos que también entraron con facilidad. Natalia a estas alturas gemía y jadeaba como un perro en celo. Cuando probé a meterle tres dedos no fue tan sencillo. Parecía que su ano estaba llegando a su límite de dilatación pero aún así entraron sin que ella se quejara de dolor.
- Venga, ya puedes hacerlo con tu pene. Pero ve muy despacio.
Me puse detrás de ella y apoyé mi polla en la entrada de su culo. Empujé muy despacio y el glande penetró sin problemas. Me detuve un momento para que respirar y disfrutar del momento. Cogió aire y seguí apretando. Con cuidado mi polla se fue abriendo camino dentro de su culo hasta que mis huevos tocaron sus nalgas. Natalia dio un pequeño grito y me pidió que me para ahí un rato. Con una mano se empezó a tocar el coño mientras mi polla seguía en su culo.
La sensación era espectacular. Era como estar dentro de su coño pero más estrecho. Las paredes interiores me apretaban la polla con fuerza provocándome un placer indescriptible. Mientras esperaba que ella se acostumbrara, me dediqué a estrujar sus nalgas. Me encantaba apretárselas y movérselas con mi polla allí dentro.
- Empieza a moverte poco a poco.
Me retiré lentamente hasta que solo mi glande quedó dentro de su culo. Los dos suspiramos de placer al sentir mi polla moviéndose en su interior. Agarrado con fuerza a sus nalgas volví a empujar. Esta vez entré más rápido hasta el final de su culo. A partir de entonces supe que me podía mover con libertad y empecé a follarme su culo de verdad.
El placer nos arrancaba ruidos muy distintos. Mientras yo gemía en voz baja, ella gritaba cada vez que mis huevos golpeaban sus nalgas. Natalia se metía un par de dedos en el coño mientras yo le amasaba las nalgas y le follaba ese culo tan maravilloso que había dejado de ser virgen. Fue un polvo maravilloso que se alargó más de lo que creí.
Poco a poco fui acelerando el ritmo al ver que ella no sentía dolor. Eso aumento el placer de ambos y nos acercó a nuestro clímax. Cuando noté que no me faltaba mucho para acabar, me agarré a sus caderas y la penetré unas cuantas veces muy profundamente. La tercera vez me corrí en su interior con sus gritos de fondo.
Una vez me hube vaciado en su culo, me dejé caer encima de ella. Natalia extendió las piernas y quedó estirada boca abajo conmigo encima. Al hacerlo mi polla salió de su culo y quedó atrapada entre sus nalgas. Era un lugar magnífico donde dejarla.
- ¿Te ha gustado? –le susurré al oído abrazándola desde atrás.
- Mucho.
- ¿Te has corrido?
- Si, ha sido un orgasmo muy distinto a los que estoy acostumbrada. Gracias por haber sido tan delicado.
- De nada, lo he hecho lo mejor que he podido.
- Has estado muy bien.
Pasaron un par de semanas hasta que se acabó el curso. Durante ese tiempo preparamos el examen de mates de la selectividad durante las clases y después mejoramos el sexo anal. Natalia necesitaba cada vez menos preparación para ser penetrada por el culo y yo dominaba cada vez más el ritmo.
El día antes de la selectividad fue nuestra última clase de repaso. Estudiamos como siempre pero al acabar no nos acostamos. Ella estaba muy rara y me dijo que tenía cosas que hacer. Me deseó mucha suerte y me dijo que la llamara al día siguiente para contarle como había ido. Yo me quedé con las ganas de soltar tensiones antes del examen, pero pensé que ya habría tiempo para eso durante el verano.
Al día siguiente hice el examen y me fue muy bien. Llamé a Natalia para explicárselo tal y como me había pedido.
-¿Cómo te ha ido?
- Realmente bien. Todo el año estudiando se ha notado. Ahora ya estoy de vacaciones y tengo todo el tiempo del mundo para ti. ¿Qué te parece si me paso por tu casa y lo celebramos?
- Me parece una gran idea. Mi marido está de viaje y no vuelve hasta mañana por la tarde, así que si quieres puedes pasar la noche aquí –dijo con un tono un tanto extraño. Sonaba triste aún siendo una buena noticia.
- ¡Perfecto!
Le dije a mi madre que dormía en casa de un amigo y salí pitando hacia allí. Aunque era muy feliz, su tono de voz me había dejado un extraño sabor de boca. Llegué a su casa muy contento esperando pensando que ella estaría igual, pero no fue así. En cuanto entré por la puerta me soltó la bomba.
- Esta es la última noche que vamos a pasar juntos –dijo con tristeza en los ojos.
- ¿Por qué? ¿Ya no te gusta estar conmigo? –le pregunté agarrándola de la cintura y acercándola hacia mí. Ella me puso las manos en el pecho.
- Claro que sí pero esto no podía durar eternamente. Ya no necesitas clases de repaso y en un par de meses vas a empezar la universidad. Tu vida va a cambiar en poco tiempo. Es un buen momento para dejarlo.
- ¿Entonces, todo lo nuestro no ha significado nada? –dije sin comprender.
- Todo lo contrario. Ha significado mucho. Me has devuelto las ganas de enseñar y de vivir mi vida como yo quiera. Cuando mi marido vuelva del viaje, lo voy a dejar. He encontrado un piso y volveré a la enseñanza. Sin todo lo que hemos pasado este tiempo juntos, nunca me habría decidido.
- Bueno, supongo que me alegro por ti. Aunque te voy a echar mucho de menos.
- Yo también. Y no quiero ponerme triste. ¿Qué te parece si disfrutamos de esta noche y nos quedamos con un buen recuerdo de todo esto?
- Será un placer.
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