Tema: repaso
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Los mejores licores
Tengo 18 años. Este año he aprobado la universidad y he perdido la virginidad. Aunque parezcan cosas totalmente desconectadas, en mi caso han ido cogidas de la mano.
En el primer trimestre de segundo de bachillerato suspendí matemáticas con un cero bien redondo. Mi madre al ver que la selectividad se acercaba y que la estaba cagando me buscó un profesor de repaso. No tardó mucho en decidirse: eligió a una amiga suya que había estudiado matemáticas para ser profesora. Se llamaba Natalia. Por lo visto, se había casado pronto y nunca había llegado a ejercer. Yo no la había visto nunca y me imaginaba a una mujer de la edad de mi madre e igual de aburrida.
La primera tarde que fui a su casa me di cuenta de lo equivocado que estaba. Claro que era mayor que yo pero no tanto como mi madre. Tenía 36 años muy bien llevados. Era rubia y media casi lo mismo que yo. Le sobraban un par de quilos (o alguno más) pero eso le daba una figura con muchas curvas. Su culo era más grande que pequeño pero conservaba una forma muy bonita.
Siempre estábamos los dos solos en su piso porque su marido trabaja mucho y llegaba muy tarde. Soy muy tímido con las chicas, sobre todo con las que me gustan y esta me gustaba. Al principio estaba muy cortado con ella y casi no respiraba. Pero a medida que fue pasando el tiempo me fui soltando y cogiendo confianza. Me ayudó mucho su carácter agradable y abierto.
Durante las primeras semanas nos dedicamos a repasar las matemáticas del año anterior. Era una buena profesora y al poco tiempo empecé a avanzar a un ritmo considerable.
Muchas veces ella se acercaba mucho a mí para mirar los ejercicios que estaba haciendo. Cuando eso sucedía, yo aprovechaba para oler su aroma y mirarle el escote. Sus pechos eran de un tamaño medio pero con solo ver su nacimiento, yo ya sufría una erección. Quizás se daba cuenta pero no decía nada.
Llegó un día que la cosa se me fue de las manos. Se acercó a mí para explicarme algo y le besé el cuello. Fue un acto totalmente automático e inconsciente. Natalia me miró sorprendida y yo cerré los ojos encogido esperando una bofetada. Pero no sucedió eso, todo lo contrario, me besó en los labios. Fue un beso muy tierno.
- Hacia años que no tenía un beso así –dijo mirándome a los ojos.
Volvimos a besarnos. Esta vez fue un beso más largo y con lengua. Ella me cogía del cuello y yo le acariciaba una oreja. Estuvimos un rato así hasta que se nos hizo la hora y me fui.
El día siguiente intenté besarla pero ella me rechazó.
- No puedo hacer esto, estoy casada.
- ¿Por qué me devolviste el beso ayer? -pregunté yo sin entender nada.
- Mi marido y yo hace tiempo que perdimos la pasión. Supongo que echaba de menos que alguien me besara así.
- ¿Y por qué no lo dejas? -pregunté con toda mi inocencia.
- No es tan sencillo. Las cosas no son tan fáciles.
- ¿Y qué vas a hacer? ¿No volverás a tener más besos así?
Ella no dijo nada y unos pocos segundos después volvió a besarme.
Durante las siguientes clases nos seguimos besando y magreando como un par de adolescentes (aunque ahí solo hubiera uno). El problema fue que perdíamos mucho tiempo y yo no avanzaba.
- No podemos seguir así, te estás quedando atrás otra vez.
- Me da igual, esto es mucho mejor –dije besándole el cuello.
- Si seguimos así volverás a suspender y tu madre empezará a sospechar.
- Tienes razón pero no quiero dejar esto –dije con pena.
- La verdad es que yo tampoco… Lo que podríamos hacer es dejarlo para el final, podría ser como una especie de aliciente para aprovechar las clases.
Acepté pensando que mejor al final de la clase que nunca. Resultó que ella tenía razón. Sabiendo lo que me esperaba me esforzaba muchísimo. Me aplicaba con todas mis ganas y ponía todo mi esfuerzo y empeño en los estudios. Una vez acaba la clase nos lanzábamos a devorarnos el uno al otro. A mí me encantaba acariciarle los pechos por encima de la blusa y notar sus pezones duros a través de la tela. Ella me apretaba la polla a través del pantalón.
Pronto nuestros líos se volvieron cada vez más ardientes y apasionados. Cuando metí por primera vez una mano debajo del sujetador y le cogí un pecho fue maravilloso. Lo tenía suave y esponjoso. El pezón estaba duro y ella suspiraba cada vez que se lo apretaba. Eso la animó y me metió la mano debajo del pantalón. Mi polla estaba a tope y me la agarró con fuerza. Aquel día me hijo una paja y me corrí en su mano.
Pasamos así las tardes hasta que llegó la víspera del examen trimestral. El día antes lo estuvimos preparando. Al acabar la clase apenas la besé, estaba muy nervioso por el examen, no lo veía nada claro.
- Venga, anímate que has estudiado mucho y lo llevas bien.
- No. Aquí me sale bien porque estoy contigo pero luego allí es diferente. Voy a suspender –visto el cero del último examen, yo tenía muy poca fe en mí mismo.
- Los ejercicios van a ser muy parecidos a estos, ya verás cómo te sale bien.
- Que no, que no.
- Sólo estás desanimado. Tienes que ir con más ganas al examen. Tienes que motivarte como haces aquí.
- ¿Y con qué me motivo?
- ¡Ya sé! Si apruebas el examen te daré un premio.
- ¿Cuál?
- Pues… a ver… si apruebas… te la chuparé.
El día siguiente me esforcé como nunca lo había hecho en mi vida. Pasó una semana hasta que me dieron la nota. ¡Aprobado! Cuando vi el cinco y medio no me lo podía creer. Aquella misma tarde se lo enseñé a Natalia.
- Enhorabuena. Parece que no lo llevabas tan mal eh…
- Gracias, sin ti no lo habría conseguido.
- Yo solo te he motivado un poco, tú has hecho el trabajo. Eso me recuerda que te debo un premio.
Me dio un beso en la boca y me sentó en el sofá. Se arrodilló delante de mí y empezó a desabrocharme el pantalón. Me bajó los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos y mi polla quedó apuntando al techo.
- Hace mucho tiempo que no hago esto. A ver si me acuerdo –dijo con picardía.
Acto seguido me la agarró por el tronco, bajó la cabeza y se metió la punta en la boca. Yo suspiré de placer al sentir sus labios. Empezó a mover la mano mientras me pasaba la lengua por el glande. Yo le acariciaba el pelo disfrutando de lo que me estaba haciendo.
Pasó a agárramela desde la base y se la metió en la boca. No voy a mentir, tengo una polla de lo más normal y no le costó ningún esfuerzo tragársela entera. Gemí. Entonces empezó a mover la cabeza de arriba abajo. La habitación se llenó con el chapoteo de mi polla en su boca y mis jadeos. Lo hacía muy bien y yo estaba muy excitado. No tardé mucho en echar mi cabeza hacia atrás y correrme en su boca.
Fue la primera mamada de mi vida. Breve pero muy placentera. Natalia se tragó todo lo que solté, que fue mucho.
- ¿Te ha gustado? –preguntó recogiendo gotas de semen de sus labios con la lengua.
- Ha sido maravilloso.
- Lástima que haya durado tan poco.
- Lo siento… Lo hacías tan bien y yo tenía tantas ganas que… -intenté disculparme.
- No pasa nada, no va a ser la última mamada que te voy a hacer.
Pasaron los días y volvimos a la rutina de estudiar durante una hora y liarnos después. Ahora era mejor pues incorporamos el sexo oral a nuestro repertorio de besos y caricias. Ella me chupaba la polla todos los días y yo aprendí a comerle el coño. Resultó ser una excelente profesora también en eso. Me enseño a chuparle los labios, encontrar el clítoris y mordérselo sin hacerle daño. También aprendí a usar mis dedos en su vagina. Durante aquellas sesiones descubrí que no era rubia natural. Tenía el pelo negro rizado recortado en un triangulo muy bonito.
Por fin llegó el examen del último trimestre. Esta vez yo estaba más tranquilo y confiaba más en mis posibilidades de aprobar. Aun así hicimos un trato como que la vez anterior.
- ¿Qué premio debería darte por aprobar este examen?
- Me haría mucha ilusión perder la virginidad contigo.
- ¿Estás seguro? ¿No te gustaría más con una chica de tu edad? –me dijo sorprendida y también alagada.
- Las chicas de mi edad ni me miran y a mí me gustas tú.
- Ya pero no me acaba de parecer bien. Recuerda que estoy casada. Una cosa es besarnos y eso, y otra es que nos acostemos.
- Ya pero de verdad que me gustaría mucho. ¿A ti no? ¿Cuánto hace de la última vez con tu marido?
- Mucho. Me faltan dedos en las manos para contar los días. Muchas veces pienso que ya no me ve como a una mujer, sino como algo que está en casa.
- Pues yo sí que te veo como una mujer y muy guapa.
- Está bien –cedió- pero esta vez no me vale con que apruebes. Si quieres que nos acostemos, quiero como mínimo un siete.
- Trato hecho, tendrás tu siete –dije muy seguro de mi mismo aunque sabía que iba a ser muy complicado sacar esa nota.
Aquella noche casi no pude dormir de los nervios. No dejaba de pensar en cómo sería penetrar en el interior de Natalia. Por la mañana tenía sueño y no había descansado mucho. Aún así saqué fuerzas de flaqueza y me dejé la vida en el examen.
Una semana después me dijeron la nota: siete raspado. Casi me pongo a dar saltos de alegría en mitad de la clase. Las horas se me hicieron eternas hasta que llegué a casa de Natalia por la tarde. Nada más abrir la puerta le dije:
- ¡He sacado un siete!
- No me lo puedo creer. No te enfades pero no pensé que lo conseguieras. –dijo con cara sorprendida.
- Yo tampoco, la verdad. Ha vuelto a ser la motivación.
- Pues sí que me he metido en una buena con la dichosa motivación.
- ¿Te vas a echar atrás con lo que acordamos? –pregunté preocupado al ver su reacción ante mi nota.
- Pues… no, claro que no. Siempre he sido una mujer de palabra.
Me acerqué más a ella y la besé con todas mis ganas. Natalia aceptó el beso y me guió hasta su habitación.
- Ya que esto va a pasar y va a ser tu primera vez, vamos a hacerlo bien. Te voy a hacer una mamada para que descargues y estés más tranquilo.
Me desnudó, me tumbó en la cama y se quitó la blusa y el sujetador. Cuando me la chupaba me encantaba acariciarle los pechos y ella lo sabía. Me hizo una mamada magistral. Con el tiempo yo había aprendido a durar más y ella había recuperado la práctica de su juventud. Empezó por los huevos y subió por el tronco con su lengua. Siempre que hacía eso me daban escalofríos. Luego me la comió como si le fuera la vida en ello. Se la metía hasta que la punta de su nariz golpeaba mi pubis y movía la cabeza muy deprisa. En realidad fue como follarse su boca. En unos minutos que para mí fueron la gloría me corrí en su boca.

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