Para Mónica fue solo cogerlo con una de sus manos cuando empezó a despedir chorros que cayeron en sus labios que se encontraban a medio abrir; mi jugo cayó sobre su rostro, aun en sus ojos y pestañas. Me hubiera gustado terminar sobre Angélica en aquel momento pero las peripecias de Mónica lo evitaron, sin embargo parecía que leía mis pensamientos y se acercó a su compañera de amor.


- Ven, esta todavía caliente.


La tomó de la cabeza y la empezó a besar por toda la cara, compartiendo mi semen con ella. Apenas los movimientos de Angélica se reducían a deslizar sus labios al compás de como mi néctar era absorbido por ellos.


Caí como una piedra sobre el lecho, cansado y agotado después de aquella gran cabalgata, con el aliento que me quedaba observaba como ellas se acercaban a mí.


- Déjame mostrarte.


Mónica posó su lengua mojada sobre la punta de mi pene y con sus dedos lo paró en un momento.


- Debes dejar que tu boca sea una prolongación de tu vagina - dijo tragándosela hasta que sus labios tocaron mis testículos y su nariz cosquilleaba mi vello pubico.


Lo hacía con una suavidad que mostró a Angélica que no era algo del otro mundo. Cuando mi pene creció en su boca, se lo saco lentamente, ofreciéndoselo a mi rubia amiga que lentamente se lo metió en su virgen boca.


- Así es cariño. - le dijo.


Su cabeza subía y bajaba mientras a Mónica se le ocurrió besarme los testículos, bailando su lengua por mi escroto.


- Dame un poco de eso.
- No es tan malo.
- Te lo dije, mira hasta donde me lo meto - dijo riendo.
- No es mucho, déjame a mí.


Observaba como Angélica se obsesionaba con mi miembro y Mónica le enseñaba.

Estuvieron así por media hora. Nunca había sentido tanta exaltación y sentía que iba a estallar cuando las manos de Angélica me empezaron a masturbar.

En un momento, como en cámara lenta, sentí mi semen deslizarse sobre la lengua de Angélica. Simplemente lo dejaba brotar de su boca. Luego miró a Mónica y estalló en risa. Le había gustado. Y parece que el problema había desaparecido.