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Antiguo 03-04-2010 , 16:55:43   #2
Tyler Durden
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Predeterminado Respuesta: De la prisión a la Premier League

Y si bien Jamie habla en los patios del sur de Londres utilizando la típica jerga local, es un hombre inteligente y elocuente que se ha dado cuenta de que hay muchos adolescentes que muy fácilmente podrían descarriarse y seguir una espiral descendente de delitos menores para acabar en la cárcel, como él.

Por eso, a principios de 2007, Jamie fundó la Academia de Fútbol Jamie Lawrence (Jamie Lawrence Football Academy) con la meta de entrenar y capacitar a jóvenes jugadores con talento, además de proporcionar a los chicos una identidad a través del fútbol. "Puede que no lleguen a ser futbolistas profesionales, pero serán capaces de sacar mucho partido a sus vidas con las habilidades de las que disponen. Soy una especie de figura paternal, y me cuentan cosas que no dirían a nadie".

Efectivamente, Jamie está muy familiarizado con la cultura callejera, y su condición de ex presidiario y jugador de la Premier League inglesa le confieren de inmediato una enorme credibilidad, una mezcla embriagadora que impresiona a cualquier joven problemático. Tanto si se trata de problemas que afecten a juerguistas o mujeriegos, o tengan que ver con broncas, delincuencia, el fútbol, la fama o el dinero, Jamie los ha vivido en carne propia.

El centro de operaciones de Jamie está en la escuela Nightingale, un centro para niños que requieren una "atención especial", situado al sur de Londres. Los alumnos de esta escuela son chicos problemáticos o inadaptados. El nuevo socio comercial de Jamie, Carl Samuels, ya trabajaba con jóvenes en esta escuela cuando le hablaron de Jamie, y comprendió que había un gran potencial en la labor de este futbolista, así que le presentó al director de la escuela.

"Jamie sabe en qué grado de desarrollo mental se encuentran los chicos," explica Carl, "y logra relacionarse en un instante con los jóvenes. Queremos trabajar con chicos expuestos al riesgo de que se les expulse temporalmente de la escuela o de cometer infracciones. Queremos volver a reintegrar a los jóvenes en un esquema de educación a tiempo completo, y el fútbol les enseña la disciplina y las habilidades cotidianas que necesitan para integrarse en la sociedad. Algunos de nuestros chicos proceden de entornos muy problemáticos y se han visto involucrados en apuñalamientos y robos, ¡algunos a la tempranísima edad de 11 años!".

"Aquí aceptamos a chicos con problemas muy distintos, desde los que sufren el síndrome de hiperactividad y déficit de atención o síndrome de Tourette (que se mueven y hablan de forma incontrolable), hasta niños víctimas de agresiones sexuales o de origen muy humilde con problemas sociales", explica el Director Richard Gadd. "Muy a menudo son chicos solitarios por su comportamiento anómalo o por su incapacidad de comunicación que acaban teniendo relaciones muy breves, de tan solo un par de semanas, con otros niños, y después dicen o hacen algo equivocado y el grupo les excluye. Por eso es muy frecuente que se unan a pandillas, porque en ellas los comportamientos anómalos son más aceptables y allí se sienten parte de una familia".

A menudo son hijos de familias monoparentales, de madres jóvenes que tienen muy poca idea de lo que significa la disciplina; a veces son rechazados por sus padres y acaban en orfanatos o en casas donde cuidan de ellos.Por eso estos jóvenes quieren sentirse aceptados y formar parte de un grupo. Y tienen un papel que desempeñar en el equipo, lo cual les hace sentirse parte de una familia que la mayoría de ellos no tiene.

"Lo que Jamie ofrece es su capacidad de comprender por qué los jóvenes ingresan en pandillas y en el mundo de las drogas, y quiere apartarlos de esos ambientes para darles un objetivo", dice Gadd. Cada persona es diferente y no todo el mundo se adapta a la escuela, pero Jamie trabaja aquí con muchos chicos que antes no iban a clase y ahora sí lo hacen para poder jugar al fútbol. Incluso los que nunca venían a clase ahora vienen casi todos los días. Jamie les inculca el espíritu de equipo, y su trabajo se transforma en una obra social".

Jamie entrena a diario a los chicos en la escuela Nightingale, en un pequeño campo de fútbol en declive que se encuentra detrás de la escuela.

La mayoría de sus jugadores son alumnos de la escuela, pero hoy hay unos cuantos nuevos, entre ellos Cory, de 16 años. Es su primer día y llega al entrenamiento con muchísima antelación. Es un chico con pinta de estudioso, mulato, con gafas, muy tranquilo y taciturno, y reconoce, probablemente exagerando mucho, que está aquí "porque le expulsaron del colegio simplemente por tirar lápices a otro alumno".

De repente, Cory se anima y sonríe de oreja a oreja en cuanto empieza el entrenamiento y cree que es bastante bueno a la hora de saltar y hacer las flexiones que les manda Lawrence, y está muy contento con los ánimos que le da su mentor.

Jamie sabe cuándo debe alabar a alguien y cuándo debe reprenderlo, pero para hacer esto último recurre a las bromas, de forma que el mensaje llegue mejor a los chicos que si les soltara un sermón de maestro de escuela que no tendría ningún efecto. Las burlas están a la orden del día entre futbolistas profesionales, y Jamie crea este ambiente con los chicos de los que se ocupa para atraer su atención.

Otro miembro del grupo es Terry, que acaba de cumplir 15 años pero ya luce una impresionante perilla de varios días y unas piernas muy musculosas.

El padre de Terry, Jeff, con una barba muy parecida, está allí para ver jugar a su hijo. "La mayoría de los padres de estos chicos no se interesan por ellos", dice Jeff. "En las reuniones de padres de familia, mi mujer y yo muchas veces somos la única pareja presente. Terry está en esta escuela porque tiene ciertas dificultades de aprendizaje, pero está progresando mucho aquí y estamos luchando a brazo partido para que se quede y no vuelva a la escuela donde estaba".

Terry no se anda con rodeos, y en su primera sesión de entrenamiento le dijo claramente a Jamie: "¡vete a la m..., no pienso hacer eso!", cuando se le dijo que diera un par de vueltas al campo para calentar. Jamie no permite las palabrotas, así que el castigo estándar son diez flexiones, y como Terry también se negó a hacerlas, la sanción fue no permitirle jugar durante el partido. Y después de mirar durante un rato muy frustrado, dio su brazo a torcer, se disculpó, hizo sus flexiones y se le permitió jugar. A su antiguo profesor le parecía increíble, pero lo cierto es que, desde entonces, Jamie no ha vuelto a tener ningún problema con Terry.

El fútbol es un fuerte aliciente, pero sólo hombres como Jamie Lawrence comprenden lo que ese juego puede ofrecer a los chicos. "En primer lugar les enseña disciplina. A los chicos no les gusta que les digan lo que tienen que hacer. Si no les gusta la historia, o el inglés o las matemáticas y no son muy buenos en estas asignaturas, esconden su déficit haciéndose los payasos en la clase, presumiendo o llevando ropa estrafalaria. Tienen problemas con el profesor y después son expulsados de la escuela, lo que los margina aún más, y así entran en una espiral que puede desembocar en el vandalismo y la delincuencia".

Jamie y Carl consideran que el fútbol es un modo de comprometerse con estos jóvenes. Prácticamente ninguno llegará a ser jugador profesional, pero los entrenamientos les ponen en forma, les enseñan disciplina, y que tienen un papel que desempeñar en su equipo, lo cual los hace sentirse útiles y aceptados.

"Una de las cosas que trato de enseñarles ahora a los chicos", dice Jamie, "es que cuando sufres un contratiempo te desanimas, pero al mismo tiempo, este tipo de experiencias te obliga a luchar y a la larga refuerza tu autoestima. Sigue llamando a la puerta y un día alguien te la abrirá. Muchos chicos pueden tomarme como ejemplo. Éste es el trabajo más gratificante que he hecho en toda mi vida".

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